XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Hacen falta buenos pastores
De multitudes necesitadas habla el evangelio de Marcos este domingo en la
introducción al reparto prodigioso de pan entre cinco mil personas (Mc 6, 30-34).
La reacción de Jesús en esta escena evangélica puede aportar una gran luz sobre
las actitudes a adoptar ante las masas de pobres que viven en nuestros pueblos y
ciudades y ante la ingente muchedumbre de emigrantes y de parados que buscan
trabajo en el mundo. Jesús se iba en barca por el mar buscando un lugar para
descansar un poco con sus discípulos, pero percibió la presencia de las gentes, vio
una gran multitud y se conmocionó interiormente. Su mirada profunda, su amor
apasionado y compasivo y su sensibilidad humana y social le permiten captar el
estado preocupante de los allí presentes y descubrir la causa principal de su
situación: "porque estaban como ovejas que no tienen pastor". Con esta imagen
típica del Antiguo Testamento y aludiendo a la función dirigente de los pastores el
evangelio revela la responsabilidad de los dirigentes sociales, políticos y religiosos
en la penosa situación de la muchedumbre, que el texto paralelo de San Mateo
describe como extenuada y abatida (Mt 9, 36). Ésta es también una imagen válida
para representar lo que en este momento pasa en nuestro mundo, en el cual hacen
mucha falta auténticos pastores apasionados, compasivos al servicio de los demás y
especialmente de los que sufren.
Agotados y mal atendidos, explotados y maltratados, los seres humanos que sufren
las consecuencias de la gran crisis económica de nuestro mundo y del sistema
social en el que vivimos se cuentan por millones. Son los hambrientos y desnutridos
de la tierra, los emigrantes en cualquier país del mundo, son los indigentes y
desheredados en sus múltiples expresiones sociales, todos ellos, también “como
ovejas sin pastor”, son un exponente claro de la desastrosa distribuci￳n de la
riqueza de la tierra y reclaman por ello la atención de los creyentes, de los pastores
y de los dirigentes sociales de este planeta. El profeta Jeremías acusa abiertamente
a los malos pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas del rebaño, los
emplaza a una severa toma de cuentas en nombre de Dios y anuncia la llegada de
un Rey-Pastor que hará justicia y derecho en la tierra (Jr 23, 1-6).
Varios elementos podríamos destacar en la respuesta de Jesús ante la situación de
la multitud. La primera reacción de Jesús es su profunda conmoción al ver lo que le
pasa a la gente y descubrir por qué la multitud está como ovejas sin pastor. Esa
mirada en profundidad de Jesús revela la misericordia entrañable y compasiva de
Jesús, que como tantas veces en los evangelios, va desvelando el amor de Dios en
él y su concentración en los últimos de la sociedad, en los descartados y en los
pobres. El Evangelio expresa ese amor con un término específico como reacción de
Jesús ante los marginados: “Conmocionarse”. Otras traducciones dicen “sinti￳
compasi￳n”, “lástima” o “se compadeci￳”. En todo caso se trata de un verbo que
implica un movimiento profundo, físico, interior, desde las entrañas, como cuando
decimos “me da un vuelco el coraz￳n”. Es un amor que nace de las vísceras y es
apasionado. Es un amor que afecta a toda la persona y la pone en movimiento
hacia la persona amada. Es un amor profundamente espiritual, puesto que pone en
marcha al ser humano para que pueda atender con la fuerza del espíritu la miseria
humana presente en el prójimo. Ese mismo verbo lo encontramos en las parábolas
del hijo pródigo y del buen samaritano, en la actitud de Jesús ante la marginación
del leproso, y en esta escena de Jesús ante la multitud hambrienta y ante la
multitud abandonada como ovejas sin pastor. Es, por tanto, el verbo del amor,
protagonista en el corazón de Jesús, que muestra la misericordia entrañable y
liberadora de Dios, curando, ayudando, perdonando y acogiendo a los necesitados y
marginados.
Aunque pueda parecer extraño, en esta ocasión la actuación de Jesús al afrontar la
situaci￳n de dispersi￳n y desorientaci￳n de las “ovejas sin Pastor” es la de ense￱ar
intensamente. No se trata tanto de enseñar muchas cosas, sino de enseñar bien y
mucho sobre lo más importante de la vida. Enseñar es una de las grandes tareas de
la misión permanente de la Iglesia. Enseñar lo esencial acerca del Reino de Dios,
enseñar los grandes valores sobre los que se puede orientar la auténtica
transformación del mundo. Enseñar la más profunda verdad sobre el Hombre
también en estas circunstancias históricas, nacionales e internacionales,
económicas y políticas. En el evangelio no se indica el contenido de la enseñanza de
Jesús, pero de la escena siguiente se puede extraer la gran lección del Señor, pues
no cabe duda de que el gran signo del pan partido y repartido en su dimensión
pedagógica anuncia en Jesús la realización del tiempo mesiánico de un Pastor Justo,
que mediante la partición y distribución de los panes, entiéndase de los bienes
disponibles, propicia el gran milagro de la satisfacción sobreabundante de las
multitudes hambrientas y errantes. En esa gran lección para el mundo nos
recrearemos en los próximos domingos dedicados al pan partido como pan de vida,
pues tal como indica el lema del V Congreso Eucarístico Nacional de Tarija en
Bolivia, la ense￱anza de Jesús es “el Pan partido para la vida del mundo”.
Para saciar en nuestro tiempo a dichas multitudes es urgente que los dirigentes
políticos y sociales tengan en cuenta la magnitud del problema de la desigualdad en
la distribución de la riqueza entre los pueblos del planeta, que asuman criterios de
igualdad en el reconocimiento de todos los derechos, políticos, sociales y
económicos para todos los inmigrantes, que gestionen una política internacional
capaz de propiciar el desarrollo de los pueblos extremadamente pobres y que
eliminen las barreras reales del desarrollo económico de los países empobrecidos
mediante el establecimiento de relaciones comerciales más justas entre los pueblos
de la tierra y, sobre todo, mediante el cambio fundamental de criterios en la
organización de la economía internacional. El problema actual del mundo no es sólo
la crisis económica, sino la crisis de un sistema global, también económico y social,
que ha hundido y sigue manteniendo en la miseria a una inmensa mayoría de la
humanidad, que todavía anda “como ovejas sin Pastor”. Por ello el Papa Francisco
ha levantado su voz una vez más en Bolivia invocando un cambio de estructuras en
nuestra tierra. Lo hizo en el encuentro con los movimientos populares del mundo,
ante los cuales dijo en Santa Cruz de la Sierra y lo ha hecho con el tono clamoroso
y solidario de los sufren al enfatizar que este sistema ya no se aguanta: “queremos
un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se
aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo
aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la
Tierra, la hermana Madre Tierra como decía San Francisco.” Nos hacen falta
pastores que se hagan pasto para los demás y que no descarten a ningún ser
humano.
Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los
países empobrecidos puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual,
como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de
instituciones internacionales. El Señor Jesús, que es la más profunda verdad del
hombre, es nuestra justicia y nuestra paz. En él y en su enseñanza, recogida en los
Evangelios, debemos concentrar nuestra atención y nuestra palabra para seguir
dando respuesta a las necesidades reales de las multitudes en un mundo
desorientado y sin rumbo.
Quiera Dios, y por ello debemos orar y trabajar los creyentes, que los protagonistas
del sistema económico internacional y los dirigentes sociales y políticos de nuestros
países, especialmente en Latinoamérica, busquen y escuchen la Verdad acerca del
hombre, respeten la dignidad y la libertad de todo ser humano, construyan y
fortalezcan estructuras de solidaridad y de servicio a los más descartados. Recemos
para que los dirigentes respeten el derecho de las gentes y el reconocimiento
armónico de los tres poderes de los estados de derecho, el legislativo, el judicial y
el ejecutivo, y velen sobre todo por el desarrollo humano de los que en el mundo
siguen extenuados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura