Fiesta. Santiago, apóstol, Patrón de España (25 de julio)
SANTIAGO EL MAYOR, APÓSTOL
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Busco en Wikipedia alguno de los términos equivalentes a Santiago. Conocía,
evidentemente, San Jaime y Jacobo, pero leo asombrado, y os copio lo que dice: en
hebreo es Jacob ( יעקב ), pero con el tiempo se ha ido deformando en Jacobo, Iago,
Yago, San Iago, San Yago, Santiago, Tiago. Diego, Jaime, James, Jim, Jimmy,
Jackes. No es correcto San Santiago, advierte.
Seguramente sabréis, mis queridos jóvenes lectores, que en la península ibérica, la
figura de este apóstol, va estrechamente unida a tradiciones y leyendas que
respeto. He vivido tres años a corta distancia del Pilar de Zaragoza. Clavijo,
población origen del “Santiago Matamoros”, está situada en tierras riojanas, país de
mi madre. A Compostela he peregrinado varias veces y me ha emocionado y he
rezado con sinceridad. De ello os he hablado en otras ocasiones, así que este año
no me voy a entretener en ello.
3.- Tuvo que impactar profundamente en la primitiva comunidad cristiana la
lapidación de Esteban y posteriormente la degollación de Santiago. No eran
personas desconocidas, no ocurrió en lugares lejanos. Os lo advierto, recordándoos
que hoy en día también mueren degollados o crucificados, hermanos nuestros
cristianos, precisamente por serlo y pretendiendo con ello, como procuraba
Herodes, acallar a unos adeptos que alteraban el orden establecido. Pero observad
que no lo hacían por el mero derecho a romper con lo implantado, por pretender
perturbar el orden. Los apóstoles, los discípulos y los fieles que iban incorporándose
a ellos, lo hacían por fidelidad a Dios al que se le debía más lealtad que a la
autoridad establecida.
4.- Herodes y Pilatos tenían el mando, pero no el poder. Podían con su fuerza matar
a personas, pero no ahogar la Fe. La diminuta comunidad cristiana lo sabía y pese a
tener noticia de la inmensidad del imperio romano y de la extensión del pueblo
hebreo, en Israel y en la diáspora, no se amedrentaron. Celebramos, pues, hoy la
heroicidad de Santiago y la fortaleza de la familia que había puesto su confianza en
Jesús.
5.- En la segunda lectura de la misa de hoy, San Pablo habla a los de Corinto,
recordándoles la realidad en que viven. Los cristianos sufren acoso, persecución y
muerte, también hoy pasa lo mismo. Remotamente a donde vivo yo está pasando,
seguramente también ocurrirá lejos de donde habitáis vosotros. Ser cristiano es la
“especie” humana más perseguida, pero no por ello en vías de extinción, bien lo
sabemos y las estadísticas reafirman. Son atrocidades lo que sabemos sufren.
Sangre, injusticia, marginación violenta. No podemos vivir indiferentes a ello y a
ellos. Pero tampoco ignorar lo que a nosotros nos envuelve.
6.- Nuestro peligro está en el entorno que nos rodea. Debemos ser conscientes de
que el consumismo, la falta de solidaridad, la injusticia y corrupción, son graves
dificultades. Amenazas silenciosas que debemos tener presentes y vencerlas desde
el inicio. Por si creyéramos que tales dificultades solo les acosan a los grandes e
íntegros, el texto del evangelio de hoy nos recuerda un pasaje en el que nuestro
personaje de hoy y su espiritual idealista hermano, no salen bien parados. Resulta
que son hijos de una madre ambiciosa, ¿qué madre no lo es para con aquellos que
engendró? En otro momento se nos dice que las mismas pretensiones tenían ellos
dos. Y los restantes compañeros, para no ser menos, no ahogan su envidia, dicho
sea de paso.
7.- Ellos como nosotros, mis queridos jóvenes lectores, son pecadores. Poco a poco
limarán defectos y dominarán tendencias. Son apóstoles primero, pese a los
defectos, por el único motivo de querer corresponder a la invitación de Jesús. Serán
mártires más tarde. Gracias a esta disposición continuará creciendo el Reino de los
Cielos en la tierra. Lo mismo debe acontecer ahora. La diferencia está en que los
protagonistas no se llaman Pedro, Juan o Tomás, los héroes debemos ser nosotros.
Unos muriendo, como monseñor Romero, otros aguantando, como el cardenal
Wyszynski, otra siendo fiel apasionada hasta los tuétanos en el cumplimiento de su
vocación como Chiara Lubich. Otra aceptando su maternidad peligrosa, fiel a sus
principios cristianos que había mantenido durante su vida, su matrimonio y su
profesión médica, como Gianna Beretta Molla. Os he dado cuatro nombres, mis
queridos jóvenes lectores, gracias a Dios, abundan tantos otros hoy en día, aunque
no esté de moda hablar de ellos.
Tal vez será preciso anunciar a estos recientes testigos de cualquier procedencia,
como una outlet de santidad. Ejemplares muy próximos, todavía imitables y aptos
para escogerlos como protectores.