Qué bueno cuando se tiene hambre!
Jesús ha saciado de pan una multitud numerosa y ella quiere todavía más. Sobre la otra
orilla del lago, Él ofrece a su gente que tiene hambre OTRO PAN, aquel que viene del
cielo y da la vida al mundo. Este pan, es Jesús mismo.
Si no tenemos hambre, no vengamos al encuentro del Señor, ya que Él no puede
alimentar aquello que se creen satisfechos. Al contrario, con los ojos de la fe,
reconozcamos que el Señor Jesús es el Pan de Vida, de la Vida presente y de la Vida
Eterna.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 24- 35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus discípulos,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Lo encontraron al otro
lado del lago, y le dijeron:
--Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
--Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido
pan hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida
eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello
Le preguntaron:
--¿Qué tenemos que hacer para trabajar como Dios quiere?
Jesús les respondió:
--Lo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que él ha enviado.
Le replicaron:
--¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan
del cielo».
Jesús les dijo:
--Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el
verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo
Ellos le dijeron:
--Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les dijo:
--Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no
tendrá sed jamás.
Palabra del Señor-
Reflexión
Yo soy el pan de vida
Continuamos hoy meditando el capítulo 6 del evangelio de San Juan. A partir de este
evangelio, vemos a Jesús actuar en otro nivel. El domingo pasado, el evangelio nos
relataba una acción exterior y visible de Jesús: “La multiplicación de los panes”.
Ahora Jesús trata de actuar en los corazones, en los espíritus. Trata de encaminar su
auditorio más lejos. Su punto de partida obligado son los sentimientos, los
pensamientos, la mentalidad de estos judíos que han venido con Él al desierto.
El milagro del pan ha iniciado en ellos un proceso de esperanza y de sueños. Ellos ven en
Jesús al nuevo Moisés que dona el “maná” de los tiempos últimos, el Eliseo enviado por
Dios para realizar maravillas todavía más grandes o mayores que aquellas de las cuales
fueron testigos los ancestros. He aquí el punto de partida de Jesús.
Su punto de culminación o final? Es llevar esta gente a comprender que Él, Jesús a la
vez es y no es el Mesías esperado. Él es, bien claro, el enviado de Dios en quien se
cumplen todas las promesas pero no a la manera como lo sueñan los judíos: no a
partir de maravillas en el cielo, no por la fuerza política, no por la abundancia
material, sino por una respuesta más radical a las verdaderas necesidades del ser
humano. Cristo debe entonces a su vez, llevar a descubrir a esta gente su verdadera
hambre, mucho más profunda que el hambre de pan y de lo mágico o maravilloso, y
hacerles descubrir que Él es el solo pan dado por el Padre para alimentar la
humanidad. Es necesario creer para percibir el misterio de
Cristo. Desafortunadamente, los judíos exigen ver para creer cuando es necesario creer
para ver.
Otra hambre (u otros apetitos)…
A las numerosas definiciones existentes del ser humano, yo agregaría otra: “la persona
es un cumulo de hambres!” (otros dicen “un animal de eternas insatisfacciones”) Todos
nuestros sentidos tienen hambre: los ojos tienen hambre de ver, los oídos de oír, la boca
de gustar, la nariz de oler, el cuerpo de tocar…
Físicamente, todos nosotros tenemos necesidad de ser alimentados por todo tipo de
sensaciones. A menudo ellas son tan ricas, tan variadas, tan intensas, que parecen
colmar nuestra vida. En efecto, algunas personas lo hacen a lo largo de toda su vida.
Ellas se convierten en prisioneras de sus apetitos físicos. No pueden tomar más
distancia con respecto a esas hambres. Ellas viven sobre la epidermis del ser. De igual
modo, ellas no pueden percibir otras hambres.
El hambre fundamental
Porque hay otras hambres más radicales, más exigentes, que son preferiblemente
necesidades de la persona toda entera que de su cuerpo solamente. Podríamos resumir
estas hambres en tres necesidades fundamentales:
La PRIMERA es la necesidad de seguridad . Ya sea uno un niño pequeño, un adulto o un
anciano, uno siente la necesidad de proteger su vida de la enfermedad, del hambre, de
la muerte. Si esta seguridad no es asegurada (valga la redundancia), uno no funciona
más. Es sino mirar los destrozos sicológicos que provoca en un individuo y su familia el
desempleo, o simplemente la amenaza de llegar a quedarse sin trabajo.
La segunda necesidad es aquella de REALIZARSE, de llegar a la plenitud. Cada ser
humano porta en su interior riquezas, potencialidades que quieren ganar su lugar, su
sitio en el gran día. Un siempre quiere “ganar o tener su sitio en el mundo gracias a sus
talentos y potencialidades”. Como una semilla traza o dibuja su camino a través de la
tierra y mismo en las piedras para poder estirarse y ser frondosa, la persona puede a
veces desplegar o gastar energías considerables para poder realizarse. Ya sea que uno
piense en la adolescencia, este periodo de la vida donde uno despliega tantos esfuerzos
para afirmarse y uno se rebela contra la autoridad, o donde uno rechaza de ser
encerrado o clasificado en un rol de dependencia así se le ofrezca la seguridad.
La tercera necesidad es la de ser reconocido . Es esencial para un ser humano que los
otros digan SI a su presencia, a su existencia. Todos tenemos necesidad de sentir que
somos importantes para alguien, que otros se den cuenta que existimos y que acojan
nuestra existencia en la de ellos.
Como canta en una letra de música tropical el venezolano Pecos Kanvas : “ Todo el
mundo necesita amor…” Cada uno de nosotros lleva en su corazón esta inmensa hambre
de ser mirado amorosamente por los otros, de ser reconocido, de sentir que los demás
son felices de que uno exista.
Hambres superficiales:
Tales son las hambres fundamentales del ser humano, pero como lo subraya R. Blondin
en su libro “La felicidad posible”, el problema de las gentes de occidente es que su
corazón es una selva de 1000 deseos que esconden las verdaderas hambres. Somos
como los niños que caminan en un lugar entre montañas de juguetes y que lloran
porque no pueden llevárselos todos a su casa. Una cosa que es simplemente útil o
agradable se convierte con facilidad en algo esencial para nuestro bienestar o felicidad.
Si no me compro tal mueble o tal carro, si no hago tal viaje, si me pierdo tal o cual
salida, mi vida es destrozada o demolida. Como uno se hace la felicidad frágil! Como
dice San Pablo en la segunda lectura escuchada hoy, uno tiene fácilmente el corazón
habitado por “deseos engañosos”.
En el evangelio, Jesús denuncia aquellos que no esperan de Él nada más que el pan que
alimenta el vientre. Hoy aun, nosotros estamos tentados a utilizar a Jesús para que
responda nuestras hambres superficiales. Hay gente que ora, encienden lámparas para
que haga buen tiempo en el momento de su picnic, o que tal asunto o negocio
interesante se cierre bien, o para que la cosecha (de café) de cualquier producto sea
buena…
Jesús entonces puede volvernos a decir lo que le decía a sus contemporáneos: “no me
busquen porque hayan comido pan hasta saciarse. No trabajen por la comida que
perece, sino por la comida que permanece” (v. 26 y 27).
Otro pan…
Jesús va aun más lejos. Él denuncia todos aquellos quienes, conscientes de su verdadera
hambre, tratan sin embargo de saciarlas por sí mismos. Él condena los fariseos ya que
ellos tratan de responder a su necesidad de ser reconocidos por sus solos esfuerzos,
cumpliendo actos religiosos. Solo Dios puede reconocerlos, les dirá Jesús. Es necesario
buscar la Gloria que viene de Dios y no de los hombres. Jesús denuncia aquellos que
buscan realizarse en el solo éxito material, cuando el destino del ser humano llama a
un ideal mucho más rico y pleno.
El denuncia aquellos que fundan y o ponen su seguridad en el dinero, cuando este no
puede darles una milésima de segundo más de vida.
El pan de la presencia
Pero si Jesús rompe así las ilusiones de las personas, es para irrigar su deseo hacia su
verdadera fuente, es para ofrecer a su hambre el solo pan verdadero, su propia persona :
“Mi padre les da el verdadero pan, el que desciende del cielo». Esto quiere decir que
nuestra verdadera seguridad no puede venir de nosotros mismos. Ella no puede venir
sino de OTRO. Ella no puede venir sino de Dios. Jesús se nos propone como aquel que en
su ser lleva la fuerza para vencer a la misma muerte. Él es el médico de la vida. Él es el
solo remedio contra la muerte. Ya que lo esencial de la muerte, no es totalmente la
desaparición de los cuerpos, es la desaparición de los lazos y la ruptura de las relaciones.
Háblenle a cualquiera que vive sus últimos momentos, en la agonía de su vida. Lo que le
da miedo, no es encontrarse muerto, no, es la de encontrarse o verse solo! Ahora la
relación por la cual Cristo quiere unirnos a Él es tan fuerte que la muerte misma no
puede romperla. Y esta fuerza de Cristo ha estallado en la resurrección. Esta es la
victoria de la relación sobre la ruptura, es la unión al Padre que sobrevive a la fractura
de la muerte.
“Yo quiero vivir mi vida”. Así se resume a menudo la necesidad de realizarse o sentirse
colmado. Y es necesario mucho camino o recorrido de madurez para descubrir que el
solo éxito que cuenta de verdad es antes que todo interior. Éste consiste en llegar a ser
plenamente uno mismo, preferible que realizar muchas cosas. Entonces, Cristo es el ser
humano totalmente exitoso, realizado, aquel que ha actualizado todas nuestras
virtualidades (potencias o capacidades ). Y por tanto, en términos materiales Él ha
realizado poco: Él no ha construido nada, Él no ha amasado fortuna. Él se ha realizado
en esta dimensión donde el hombre es la máxima imagen de Dios: en la dimensión de
un ser relacional abierto a todos los demás seres y abierto al totalmente Otro (Dios).
Y Él se nos ofrece como el camino que conduce al verdadero cumplimiento o realización
de nosotros mismos. Si somos imagen de Dios en nuestro nacimiento, es un poco a la
manera por la cual somos imágenes de nuestro padre o de nuestra madre: en potencia.
Nosotros debemos entonces llegar a ser imagen de Dios a la manera de Cristo, quien es
el camino y el término de esta realización.
El pan de la dignidad
“Yo soy el pan de vida que dona la vida al mundo”. En el evangelio si uno ve a Jesús
hacer volver a la vida algunas personas (Lázaro, la niña del jefe de la sinagoga, el hijo
de la viuda), se le ve sobretodo resucitar la esperanza y la dignidad en el fondo de sus
corazones. Esto es particularmente impactante en su encuentro con las personas que ya
no son más nada a los ojos de los otros.
A los ojos de todos, Zaqueo no es más que un ladrón. Mateo es un explotador:
Magdalena, una prostituta, y la mujer adultera, una pecadora. Todas estas personas no
atraen nada más para sí que desprecio. Pero he aquí que sobre su camino, ellos viven
un encuentro que los sacude, que les resucita. Si Jesús quiso morir entre dos ladrones,
no es para revelarnos en el supremo momento de su vida que Él siempre está dispuesto
a acogernos? La diferencia entre los dos ladrones no reside en la gravedad de sus
crímenes: tanto el uno como el otro es culpable. La diferencia reside en el hecho que
uno ha sabido percibir esa mirada de amor depositada en él y lanzarse, pleno de
confianza en los brazos de Cristo. Él ha sabido ver, tomar y comer este pan roto, esta
presencia de amor a su lado. Solo Cristo nos ama lo suficiente para venir a nosotros a
pesar de nuestros pecados, para venir hacia nosotros a pesar de nuestros fracasos, y
darnos todo lo que Él es.
Ser creyente, es entonces primero que todo aceptar ser incomodado o cuestionado
por la Palabra de Dios que denuncia o descubre nuestros deseos engañosos, revela la
fragilidad de nuestras satisfacciones o alegrías y nos llama a descubrir en nosotros
nuestras hambres las más verdaderas, las más profundas.
Ser creyente, es descubrir en la fe el verdadero pan que no es un objeto sino una
persona, Cristo. Él se nos propone o se nos presenta para salvar nuestra vida de la
muerte, para conducirnos al cumplimiento o realización de todo nuestro ser, para
depositar en nosotros su mirada de amor y vestirnos de dignidad.
En conclusión con respecto a la Eucaristía
Al mencionar el mana del desierto, Jesús hace alusión al estatuto del hombre pecador
en el libro del Génesis (capitulo 3). “Comerás el pan con el sudor de tu frente” . Alimento
obtenido para un trabajo agotador, comida que no llega a conjurar la vejez y la muerte,
comida sembrada o cultivada, que monta de la tierra que implica el trabajo agotador y
el sudor de la frente.
En el texto de San Juan, todos estos términos son puestos a la inversa. Jesús anuncia un
pan que no sube de la tierra sino que desciende o baja del cielo. Un pan que no es el
fruto del trabajo ya que el solo esfuerzo exigido para recibirlo es aceptarlo en la fe. Lo
que Dios espera de nosotros es que creamos que Cristo es nuestro pan de vida .
La Eucaristía o (santa cena o misa) no es simplemente una comida, una liturgia donde
todo debe desenvolverse según las normas o las rúbricas, o donde cada quien cumple
el papel asignado. No se trata de un acto donde el sacerdote se pone lujosos vestidos
litúrgicos, con suntuosas decoraciones, música inspiradora, homilías bien
preparadas…Se trata de un encuentro comunitario que acrecienta nuestra fe en Jesús,
el Pan venido del cielo.
Cuando yo compartía mi fe en Camerún, recuerdo haber presidido la Eucaristía
utilizando como altar piedras planas y alargadas bajo los árboles o bajo una improvisada
enramada. Mas, la comunidad cristiana estaba presente y participaba activamente, con
alegría y convicción. Cristo estaba presente, como lo está hoy en nuestras grandes
iglesias y catedrales.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
· Para las lecturas: http://betania.es
· Pequeño misal “Prions en Église”, edición quebequense, Novalis, 2012.
· HÉTU, Jean-Luc. Les Options de Jésus.
· Revue Liturgique « Célébrer « , Canada, mil neuf cent quatre-vingt Cinq.
· http://cursillos.ca , reflexion del P. Allard, s.d.v
P. Gustavo Quiceno J. mxy
Rigaud, Qc-Canadà
http://padregusqui.blogspot.ca