COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires
decimoctavo durante el año, Ciclo B
Evangelio según San Juan 6, 24-35
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el
lugar donde había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a
Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron:
"Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida
eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre,
marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las
obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en
aquel que él ha enviado". Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que
veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en
el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús
respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre
les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del
cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá
hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.”
DIOS NOS ALIMENTA PERMANENTEMENTE
Jesús es el Pan de Vida y es el que da el alimento infinito, eterno, que nos sacia el
alma, lo más profundo de nuestro ser. Con cuánta razón decía San Agustín “mi
corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti.”
Cada uno de nosotros tiene apetito de infinito, de lo absoluto, de aquello que nos
trasciende, nos traspasa y que no permite colmarnos o quedarnos en las cosas
materiales o en el consumismo, porque todo eso que nos entretiene muchas veces
lo que hoy es nuevo ya mañana es viejo. Eso, en lugar de saciar en plenitud al
hombre, lo pueden llegar a vaciar, dándole una constante insatisfacción.
Tenemos que reconocer que es Dios quien nos da el alimento y eso es por la fe. La
fe no inventa. La fe reconoce que Dios nos da y por eso es necesaria para
reconocer el signo y ver que Dios nos está nutriendo, alimentando
permanentemente.
Al decir que Jesús es el Pan de Vida y el que viene a Él jamás tendrá hambre y el
que cree en Él jamás tendrá sed, significa que el único que puede saciar el apetito
de infinito es Dios. Nosotros, como somos peregrinos y caminamos en este mundo,
no nos conformemos con comida barata, con cosas que son superficiales; vayamos
a las cosas profundas: hablemos de lo que significa que Cristo es la Eucaristía, que
nos alimenta y nutre. Si nos acercamos a Cristo y lo reconocemos en la Eucaristía,
nuestra vida, nuestra actitud y nuestro comportamiento serán totalmente distintos.
Pidamos al Señor tener fe para descubrirlo y poder dar testimonio de su presencia
viva. Y que San Cayetano (a quien recordaremos el próximo día 7) interceda para
que podamos vivir en la providencia y -así como Dios nos cuida- que también
seamos capaces de cuidar a los demás.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén