domingo XIX-B
NUTRICIÓN ESPIRITUAL-
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Os lo he dicho en otras ocasiones, mis queridos jóvenes lectores, me he movido
por estos desiertos de Israel en varias ocasiones. Arena y roca es lo que uno pisa y
en el horizonte solemnes montañas pétreas siempre está viendo. La vegetación
escasea. Pensando en este pasaje y en otros bíblicos, he buscado por allí retama y
nunca la he visto. Claro que lo que yo esperaba encontrar era una planta, casi
arbusto, muy abundante en toda la península, que goza de humedades
primaverales y debe soportar veranos no excesivamente secos. Digamos que lo que
yo he encontrado por aquellas tierras, han sido más bien aliagas, estas sí
resistentes a climas muy secos, como los de los desiertos de Sin y del Sinaí, donde
ocurre el episodio que describe la primera lectura de la misa de hoy.
2.- Esta primera lectura, casi siempre, es un adelanto, una ambientación
preparatoria, para la del evangelio, pero permitidme que yo hoy la desconecte y os
la comente en su autonomía. Elías, el gran profeta, había triunfado sobre los
profetas de Baal, que era la divinidad que adoraba la extranjera reina Jezabel. Con
este éxito se había ganado su ira. Solitario totalmente, huyó hacia el sur. Huida sin
rumbo, auténtica búsqueda de escapatoria. Llega un momento que le faltan las
fuerzas. Sufría un “golpe de calor”, dirían hoy, y decidió dejarse encarcelar en el
desencanto, no luchar contra la depresión que, poco a poco, le iba atenazando.
Morir era la única perspectiva que le quedaba, la única solución, así le parecía y la
aceptó. Estas eran sus suposiciones, otros los proyectos de Dios, que no le
abandonaba.
3.- Que no le abandonaba a él, que no nos abandona a nosotros tampoco nunca,
aunque se haga esperar, impacientes como somos. El Señor le auxilia ofreciéndole
un pan cocido en unas brasas, pan de pita, le llamamos hoy. Y agua, lo más
importante. Mucho más que el petróleo, recordadlo, mis queridos jóvenes lectores.
Que se puede vivir sin el “oro negro”, pero no sin el “líquido incoloro e inodoro” que
creemos abunda por todo el orbe, sin que sea así. Bueno ¿y qué? ¿Para qué se
desvela Dios ante este diminuto ser humano que se mueve por la inmensidad del
desierto? Pues para que camine y no se trata de un rato. Cuarenta días con sus
noches, se le anuncia y, en acabando el llano, que suba a la montaña santa y allí se
le dirá el porqué de tanto trajín.
4.- Y el buen Elías fue fiel. Ahí radica su grandeza, más que en el éxito del
“audiovisual” que había montado en el Carmelo. Un hombre así está preparado a
colaborar en grandes proyectos divinos. Si me he entretenido en el episodio es para
que comprendáis, mis queridos jóvenes lectores, que el multimedia, multisesión y
clamoroso éxito de la montaña no lo podemos organizar nosotros. A la fidelidad
estamos llamados todos y podemos practicarla. Es más, hay que recordar que el
hombre es el animal capaz de comprometerse libremente y que nunca debemos
ignorar esta genuinidad nuestra. Los animales, a lo más, llegan a aceptar ser
amaestrados.
5.- Para situarnos anímicamente en el relato evangélico, debemos recordar el texto
del anterior domingo o, sencillamente, situarnos al final de la prodigiosa
multiplicación de los panes, que había realizado el Señor. Unos le quisieron elevar a
la categoría de rey y Él se escapó. Otros se preguntan de dónde le sale tal poder y
como se atreve a pronunciar tales sentencias. ¿Quién se cree que es este? Ellos
saben su procedencia, son vecinos o conocidos suyos. Han recibido idéntica
instrucción. Ahora va y les dice que es “pan bajado del cielo” ¡anda ya!
6.- No se siente amedrentado el Maestro. Añade que nadie es capaz de acercarse a
Él y compartir con Él, si no le conduce el Padre. Y que su compañía es
imprescindible. Y, para más inri, añade que el alimento que le dará es muy superior
al mítico maná del desierto. Y, por si no es suficiente, para remachar el clavo,
afirma: el pan que yo daré, es mi carne, para la vida del mundo. Con esta
afirmación ha sembrado la mayor intriga que pueda uno imaginarse.
6.- La liturgia de hoy, cual si se tratara de un serial, se corta en este momento tan
enigmático, y, en vez de acabar la proclamación en el ambón con las ritual frase:
palabra del Señor, debería decir: la solución: el próximo domingo. Pero nadie se
atreverá a decirlo, estoy seguro. Misterio, emoción e intriga. Pero vosotros podéis
tomar vuestro Nuevo Testamento y continuar leyendo. O, simplemente,
preguntaros si vuestra vida, vuestros proyectos y decisiones se parecen a los de
Elías. Y como procedéis.