DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
LA RESURRECCIÓN NOS CAMBIÓ DE PAN.
En la Biblia, Elías es un personaje de estatura hist￳rica cuya vida se llama “ciclo”
siendo además precursor del Se￱or, con sus palabras como una llamarada” (Zab.
48,1) El cansancio de su lucha por Yahvé en contra de los dioses fenicios,
cananeos, y los baales que personificaban las fuerzas naturales lo llevó a exclamar:
“ᄀEsto es suficiente, Se￱or! toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres.”
(Primera lectura). Quizás Elías soñaba que a él le podría ocurrir lo que a sus padres
en el desierto cuando murmuraron por la falta de comida en el desierto y obligaron
a Yahveh a sustentarlos con maná; También Elías en su desespero descubrió como
sus antepasados a un Dios de compasión.
“YA ES SUFICIENTE, BASTA SEÑOR”.
Alguien decía que el hombre del relativismo, el consumismo exagerado y el
subjetivismo individualista se había cansado porque en su vida estaban
desordenados los factores: planea más de lo que hace, se divierte menos de lo que
se aburre, trabaja más de lo que descansa y descansa menos de lo que necesita, no
se encuentra satisfecho con lo que tiene murmurando por lo que le hace falta, lee
menos de lo que interesa y comenta más de lo que no sabe, aparenta más de lo
que tiene y es menos de lo que cree ser, a todo le pone precio pero ignora los
valores, le encanta triunfar pero se desespera con la soledad, se transfigura con los
elogios pero se desfigura con las críticas.
En el momento de mayores dificultades es providencial optimizar nuestros panes de
fortaleza: la fe, la oración, el estudio, la experiencia, el dialogo y nuestra buena
voluntad de ayudar a llevar las cargas y dificultades de los demás; en fin todo
cuanto hacemos con solidaridad, compasión y en paz. Siempre podemos contar con
el Espíritu de Dios, con el que fuimos señalados en el bautismo que lucha en
nuestro interior contra toda clase de obstáculos para ser felices. La acción del
Espíritu santo por nuestro bautismo hace que nos tratemos como hijos de Dios en
nuestras relaciones con los hermanos; somos hijos de un mismo padre; el nombre
de esta experiencia se llama “salvaci￳n”.
El domingo pasado nos decía que había que abandonar el hombre viejo y su
antigua manera de vivir, para renovarse como un hombre nuevo. “Nuevo yo”.
Ahora hay que quitar los obstáculos del egoísmo para que el Espíritu del Resucitado
actúe en nuestro coraz￳n. Lo más original y milagroso de la actuaci￳n del espíritu”
es que podemos amar a los hermanos y particularmente a los enemigos con el
mismo amor de Cristo por nosotros, “﾿Cómo vamos entonces a entristecer al
Espíritu Santo?” (segunda lectura)
EL NUEVO PAN, EL ESPÍRITU.
El pan del Espíritu, la Palabra de Dios, es mejor que el pan cocido en los brasas que
Elías vio a su cabecera y comi￳ “yo soy el pan que ha descendido del cielo”; así es
llamada la palabra de Dios en la primera alianza (A.T.)
“Que él sea el pan vivo bajado del cielo” quiere decir la palabra encarnada que llena
el hambre y la sed del hombre, dando su vida para que aprendamos a cualificar la
vida de los demás. Los judíos del tiempo de Jesús como muchas personas religiosas
naturales no entienden a Jesús porque siempre está en favor del hombre, tienen
más intereses religiosos que humanos, les fascinan los ritos pero no la gente, dan
alguna limosna pero no comparten, escuchan más las campanas de la iglesia que
la voz de los pobres. Es explicable que en la religión la incomprensión del pan de
vida lleva a la murmuración. No se trata de hablar mal de la multiplicación de los
panes esa es un murmuración sencilla, lo difícil es creer que Jesús es el pan de
vida. Precisamente esta incredulidad es lo que le permite a Jesús reflexionar sobre
la fe y la dificultad de creer. Muy difícil creer en un hombre que a diario ellos veían,
de carne y hueso, y del que conocían su pueblo y su familia. En última instancia la
fe es un don de Dios, nos vienen del cielo; pero requiere la respuesta de nuestra
libertad.
P. Emilio Betancur