VIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO, CICLO B
(Josué 24:1-2.15-17.18; Efesios 5:21-32; Juan 6, 55.60-69)
En cada esquela hay un niño audaz. Él hace ultrajes para captar la atención de los
demás. Por ejemplo, tragaría el pez de la piscina en el escritorio de la maestra.
Aunque tal acción les disgustaría a los otros, él parece contento por haber hecho
algo que nadie más se atrevería a hacer. En el evangelio hoy los judíos sienten tal
disgusto por algo que dice Jesús.
Los judíos no aguantan la idea que Jesús ofrece su propia carne para comer.
Fijándose en su incomodidad, Jesús la nombra correctamente: escándalo. Están
escandalizados por la oferta de parte de Jesús aunque no la entienden bien. No es
la única estancia del escándalo en las lecturas hoy. Muchos de nosotros sentimos
por lo menos un poco escandalizados cuando la Carta a los Efesios declara que la
mujer debe ser dócil a su marido.
Vivimos en un tiempo que reconoce la dignidad igual entre mujeres y hombres.
Hoy día las mujeres no sólo cuidan a los niños en casa sino también trabajan afuera
para educarlos. No sólo votan para los mandatorios sino se proponen para
hacérselos. Por eso, se quiere preguntar: ¿Es cierto que la mujer tiene que
someterse a su esposo?
Hay que tener en cuenta el contexto de la frase para contestar bien la pregunta. La
carta describe la relación entre Cristo y la Iglesia. Dice que Cristo dio su propia
vida para unir a los judíos y los paganos como testimonio de su amor. La carta
llama la Iglesia “su cuerpo” para indicar la intimidad entre el pueblo nuevo y él.
Cristo es tan unido a la Iglesia como la cabeza al resto del cuerpo. También
expresa la unidad como un matrimonio. Cristo ama a la Iglesia como un hombre
quiere a su esposa. Se ve este amor en algunos hombres que cuidan a sus esposas
incapacitadas. Una mujer fue golpeada con la enfermedad de Alzheimer. El
deterioro de su condición no tardó mucho. Primero, no pudo acordarse bien.
Dentro de un par de años no pudo caminar mucho. Después de un tiempo más casi
fue restringida a casa. Entretanto, el hombre estaba a su lado apoyándola. Dijo:
“La amo más ahora que en el día de nuestras bodas”.
Efesios se aprovecha de la relación entre esposos de su tiempo para indicar la
respuesta de parte de la Iglesia a Cristo. Como en la primera lectura Josué habla
de parte de toda su familia, Efesios sigue con toda la autoridad centralizada en el
hombre. Sin embargo, parece que la realidad actual sugiere otro tipo de respuesta.
Porque las responsabilidades de la casa son compartidas ahora, la mutualidad entre
el hombre y la mujer reflejaría mejor el amor de la Iglesia a Cristo. Cuando los dos
dialogan para alcanzar al sumo bien para toda la familia, le dan a Cristo el honor
que merece. Un autor escribe de la vida en su hogar. Porque su esposa es
profesional con buen salario, ella sale para trabajar. Entretanto como escritor él
tiene tiempo flexible para cuidar a su niño en la casa. Lo más importante es que
alcanzan este arreglamiento por un diálogo sincero y amoroso.
En culturas antiguas el hombre siempre andaba en frente de su esposa como signo
de su autoridad. Pero en la realidad actual se ve los dos andando mano en mano
indicando su mutualidad. Así se puede expresar la relación entre Cristo y nosotros.
Cristo siempre será nuestro maestro a lo cual seguiremos. Al mismo tiempo
diremos con mayor insistencia que Cristo está a nuestro lado apoyándonos. Cristo
está a nuestro lado.
Padre Carmelo Mele, O.P.