DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
LAS IMPOSICIONES A NOMBRE DE DIOS
¡Habrá algo que haya preocupado más a todas las religiones que la pureza!
Da la impresión que corresponde a las religiones la última palabra sobre lo puro y lo
impuro, la dañino y lo sano, lo cual la hace influyente en las conciencias; Lo cierto
es que en nuestra educación religiosa la pureza o limpieza en referencia al campo
sexual llegó a convertirse en el centro de la moral equivocadamente prioritaria en
relación al Evangelio.
Este contexto cercano nos ayuda a entender la polémica de los fariseos y los
letrados con Jesús, a propósito del incumplimiento de una norma ritual por parte de
los discípulos de comer con las manos impuras, sin lavárselas. Para ellos unas
manos sin lavar estaban contaminadas de mundo y lejanas de Dios. No cayeron en
cuenta que compartir la mesa era más humano que la limpieza de la comida. Jesús,
citando a Isaías (29,13), reconviene esta manera de pensar y actuar diciendo:
“anuláis el mandamiento de Dios por doctrinas que no son sino mandamientos
humanos, dejando de un lado el mandamiento de Dios”; esto ocurre cuando se
contradicen los labios y el corazón.
La ley que Israel había recibido en el Sinaí tenía como función llevarlos hacia la
libertad; pero llegados a la tierra prometida no supieron adaptarla como servicio al
hombre sino que la sintieron como una esclavitud impuesta a nombre de Dios. Por
negarse a aceptar leyes impuestas a nombre de Dios muchos hombres no han
tenido más que negar a Dios, no pocos hijos se han tenido que separar de la fe de
sus padres; otros más han decidido tomar distancia de la iglesia; incluso puede ser
esta imagen de Dios una fuente del indiferentismo moderno
QUE LO CORRECTO NO ARRUINE EL INTERIOR
Siguiendo con el contraste exterior-interior Jesús termina con una lista de
comportamientos que le hacen daño a la gente porque el interior está viciado:
“Nada que entre de fuera puede manchar a alguien, pero lo que si lo mancha es lo
que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas,
fornicaciones, robos, fraude... todas estas maldades salen de dentro y manchan al
hombre” (evangelio). Jesús rompe toda ley que haga absurda la vida del hombre
por no ser palabra de Dios sino un simple rito de tradición humana con obligación
de practicar. El peligro permanente de cualquier normatividad religiosa es que por
buscar un comportamiento correcto arruine el interior. El problema no es la
limpieza exterior sino el corazón. No hay que poner la ley sobre el hombre cuando
es este el que tiene que cargarlas.
LA PUREZA SE EXPRESA EN SIGNOS
La verdadera pureza se inicia con el amor del crucificado–resucitado en nuestro
corazón, que nos transforma para servir a otros; ése fue el evangelio de Pablo y es
el nuestro. Según la carta del apóstol Santiago en relación con el evangelio la
pureza de nuestro interior se expresa en signos: “Acepten dócilmente la palabra
que ha sido sembrada en su interior y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica
esa palabra y no se limiten a escucharla engañándose a ustedes mismos. La
religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y en guardarse del mal que hay en la
cultura; pónganla en práctica y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes
mismos” “Así somos engendrados por el evangelio para ser primicias de las
creaturas de Dios”, (segunda lectura) La Palabra de Dios abre el corazón del
hombre para que la ayuda a los hermanos, sobre todo a los más pobres, sea parte
integrante de mesa y el culto.
“Cuando tengan noticia de todos estos signos, los pueblos se dirán: “En verdad esta
gran nación es un pueblo sabio y prudente porque, ¿cuál otra nación hay tan
grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo
invocamos? Cuál es la nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como
toda esta palabra que ahora les doy” (Primera lectura.).