Domingo XXII del Tiempo Ordinario/B
(Deut 4, 1-2, 6-8; Sant 1, 17-18. 21-27; Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23)
¿En qué consiste la verdadera religión ?
\Jesús, más que reprochar a los fariseos y maestros de la Ley por lavarse
las manos, los reprueba por suplantar con leyes y tradiciones humanas la
Ley divina del amor a Dios y al prójimo, hasta el punto de sentirse con
derecho a abandonar a sus padres ancianos y enfermos, si daban al templo
el dinero con que deberían socorrerlos.
También hoy las exigencias del amor a Dios y al prójimo son fácilmente
suplantadas por ritos externos, normas y leyes fáciles, costumbres
cómodas, etc., que siguen envenenando la religión con la idolatría, y
pervirtiendo las relaciones familiares, humanas y sociales con el egoísmo.
El mero cumplimiento del culto externo merece la dura descalificación de
Isaías repetida por Jesús: “Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí”. El culto, si no sale del corazón, del amor, se hace
hipocresía.
A Dios solo le agrada el culto vivido en el amor efectivo a Él y al prójimo,
pues en eso consiste la verdadera religión, que es la fuente de la auténtica
felicidad, de la santidad y de la salvación.
Les ruego, hermanos, por la gran ternura de Dios, que le ofrezcan su
propia persona como sacrificio vivo y santo, capaz de agradarle; éste es el
culto razonable” (Rm. 12, 1); “La religión verdadera consiste en socorrer a
los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Sant. 1, 27).
La verdadera religión es la fe en Jesús vivo, muerto, resucitado, glorificado,
Hijo de Dios. Fe es la actitud trascendental del corazón del hombre, para
quien Jesús lo es todo, como su escala de valores y de principios, sus
esperanzas eternas, sus destinos…
Concretemos lo dicho. Por ejemplo, algunas primeras comuniones son ya
suntuosas como una boda, y eso es un escándalo económico, social y
religioso. ¿Esa es la religión verdadera? Algunas bodas son ya un rito tan
secularizado como una fiesta social, donde valen más las fotos, el video y el
folklor musical… y eso es una degradación, la humillación y el desprestigio
del sacramento. ¿Religión verdadera? Y así las confesiones mecánicas,
incompletas, ligeras; las comuniones mercantiles: “voy a ofrecer esta
comunión para conseguir esta o aquella gracia para…”; sin olvidar los
cumpleaños, que se hace de todo y se piensa en todo, menos en Dios y la
salvación… ¿Qué decir de procesiones o peregrinaciones, que parecen más
una feria donde se vende todo, que un gesto exterior de algo profundo del
corazón?, O también de las misas de exequias, que hacen que algunos den
más importancia al agua vendita, hacer guardia al féretro… que hacer una
buena confesión y a la santa Misa en sí misma, viviéndola de forma
ordenada y devota…? ¿Religión verdadera?
Ahora entendemos por qué Jesús fue tan duro con estos fariseos ritualistas
que cifraban la religión en prácticas exteriores y no en la fe en Dios. Por
esto, Jesús nos invita hoy, a una revisión profunda y sincera de nuestro
modo de rezar, celebrar y vivir el culto en el templo y de proyectarlo en la
existencia cuotidiana, desde nuestro corazón, donde acogemos o
rechazamos a Dios y al prójimo, donde consagramos o profanamos las
cosas, las obras y la vida con que Dios nos bendijo y bendice.
La religión, la oración, la Eucaristía y la Biblia como encuentros amorosos
con Dios, son causa de nuestra alegría, paz, felicidad en este mundo y nos
llevan a la felicidad eterna, que todos anhelamos desde lo más profundo de
nuestra persona.
¿Soy hombre religioso o sólo ritualista?, ¿Creyente o sólo cumplidor?
Huyamos del fariseísmo y del ritualismo sin fe y sin alma (evangelio), para
ser gratos a Dios (salmo). Fueron los “practicantes” los que llevaron a la
cruz a Cristo y lo mandaron crucificar. ¿Dónde estaba la fe de esos
“piadosos practicantes”?
Pidamos perdón al Señor por nuestra indiferencia, por nuestra miseria, que
nos hace pensar sólo en nosotros mismos, por nuestro egoísmo que no
busca la verdad, sino que sigue su propia costumbre, y que a menudo hace
que el cristianismo parezca sólo un sistema de costumbres. Pidámosle que
entre con fuerza en nuestra alma, que se haga presente en nosotros y a
través de nosotros, para que así la alegría nazca también en nosotros.