XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
ACEPTARNOS INSATISFECHOS, INDÓMITOS, SIN DESÁNIMO
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Los que vivimos la realidad actual con cierta sensibilidad e interés, estamos
inclinados a sentirnos deprimidos. Los medios de comunicación trasmiten
continuamente malas noticias. Es lo que le interesa al público. Diferentes intentos
que se han hecho de publicar periódicos que dieran únicamente buenas noticias,
han debido dejar de publicarse por fracaso económico. El ancho mundo y sus
numerosos habitantes, dan pie a muchas noticias desagradables. Poco a poco nos
sentimos abrumados. Caemos en cierta depresión y estamos convencidos de lo que
decía la copla de Jorge Manrique: “cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo
pasado, fue mejor”.
2.- Cuando uno escucha el texto de la Carta de Santiago que se proclama en la
misa de este domingo, mis queridos jóvenes lectores, cree que se refiere a la
actualidad. Habla de guerras, conflictos, deseos de placer y hasta asesinatos. Algo
así como la página de sucesos de cualquier rotativo. ¿Pretende con ello satisfacer la
morbosidad de los destinatarios, de nosotros que también lo somos?
(En mis tiempos jóvenes, debíamos aprender la lista de los pecados capitales. No
han desaparecido del catecismo, pero hoy en día, son bastante ignorados. Me
gustaba decir que pasaba el tiempo, pero estos “pecados” no cambiaban. Hoy, sin
contradecirme, afirmo que se han añadido algunos. Pero aparquemos, por ahora,
este inciso.)
3.- Lo acertado del fragmento es que cuela entre el montón de disparates que
menciona, un serie de virtudes positivas. No ignora la sabiduría, la docilidad, la
misericordia, dones todos ellos de Dios. Alerta de que no se puede ignorar que hay
sembradores de paz y de justicia. No todo es, pues, negativo. Aterriza de nuevo y
habla de ambición. Sin decirlo explícitamente, recuerda que estas erróneas
posturas, conducen a la insatisfacción. Nos advierte que por el camino señalado, no
se llega a la felicidad.
4.- ¿Precisará nuestro tiempo de los servicios de un sicólogo de masas, si es que
existen? Precisado el diagnóstico, ofrece un tratamiento. Es cuestión de pedir ayuda
superior. ¿Nada se consigue? Tal vez lo que pasa es que no sabemos pedir, será
cuestión de aprender a pedir la ayuda de Dios y huir de los derroches de placer a
los que la sociedad de consumo nos incita.
5.- Os he dicho muchas veces, mis queridos jóvenes lectores, que las películas que
se refieren a la vida de Jesús, tal como yo las recuerdo, nos lo presentan siempre
como un continuo y hasta atolondrado andariego, que nunca está quieto y que es
experto en mítines. El fragmento del evangelio que nos ofrece la misa de este
domingo, nos dice lo contrario. Advierte explícitamente, que quería retirarse con
sus discípulos para poder instruirlos en la intimidad. Si escuchaban sus grandes
discursos dirigidos a la multitud, precisaban ellos algo más, una comunicación
personal más íntima y confidencial. Era esta su gran ilusión. Les hablaba entonces
de su misterioso futuro, del valor del sufrimiento y muerte, para llegar al triunfo de
la Resurrección. Pero no le entendieron. O más bien no pusieron atención a sus
palabras. En el lenguaje de hoy, le hubieran reprochado que se enrollaba más que
una persiana, que fuera breve como un WhatsApp, que ellos no tenían tiempo…
6.- Sí, sí, lo que les pasaba era que disputaban entre sí, para saber quién era el
mejor y cada uno quería, por supuesto, ser el reconocido. Al enterarse el Maestro
se sentiría muy decepcionado, le entrarían ganas de abandonarles y buscar gente
más capaz de interesarse por lo que era fundamental de su misión. Pero no lo hizo,
no les dejó. Acudió a la paradoja. Quien quiera ser el primero, que escoja ser el
último, quien quiera ser grande, que se convierta en el servidor de todos, les decía.
Lo más importante es saber acoger a un chiquillo, identificarse con su ingenuidad.
Hacerlo es compenetrase con Él y con su Padre. Evidentemente, en aquel
momento, no le entendieron, pero no olvidaron su enseñanza y, conseguida una
cierta madurez espiritual, lo pusieron en práctica.
7.- Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que si en muchos momentos de mi
vida me siento insatisfecho, no me desanimo, y recuerdo a estos buenos amigos del
Señor, me identifico con ellos, con su mediocridad, me anima saber que no fueron
rehusados y me propongo mejorar siquiera un poco, aunque sea muy poco. Así no
pierdo la esperanza, ni me siento deprimido.