Fe sin padrinazgos
El mundo moderno se ha atomizado en pequeñas cúpulas. Cúpulas de poder, de influencias,
de profesionalismo y política. Cúpulas religiosas, artísticas y folklóricas. En este caso
podríamos hablar de ‘capillismos”, grupos minúsculos alrededor de jefes que dominan a
partir de la conciencia. Y no olvidemos las cúpulas que se construyen alrededor del factor
dinero donde se mezcla el mito, la religión, el mercado y la idiotización.
Nuestra fe necesita depuración, limpieza, purificación. Se nos ha pegado mucho polvo en
el camino. Hemos olvidado lo esencial. Y nos hemos quedado con retazos de tradiciones y
de historias entretejidas en el caldero del miedo y del temor. Santiago nos advierte la
urgencia de sanar nuestra fe liberándola de ataduras de poder, de influencias de clase social,
de puestos de honor y recreándola en la humildad, la igualdad y la fraternidad.
La fe tiene una raíz que la identifica con la escucha, con la obediencia a la Palabra allí
donde el corazón se hace ojos y oídos que seleccionan en danza y concierto de artistas y de
místicos, la voz de Dios, la visión de su presencia en interioridad profunda. Esa fe nos
devuelve la Palabra y nos convierte en eco acuciante de su fuerza, dinamismo, creatividad y
fuego transformante. Marcos lo insinúa cuando nos hace testigos del “Effatha”, ‘ábrete’.
Cuando la fe va cosechando en madurez los frutos abundantes propios de su identidad,
vence los miedos, rompe ataduras, se desprende de ligamentos atávicos, de egoísmos
reconcentrados. Es la fe madurada en libertad. Que es lo mismo decir, la fe cultivada en el
amor. Isaías nos da esta visión de fe nueva, creadora y creada al mismo tiempo, en la
novedad del Espíritu que hace nuevas todas las cosas.
Cochabamba 06.09.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com