XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
DOS EN UNO Y UNO EN DOS
Padre Pedrojosé Ynaraga Diaz
1- Vosotros sabéis, mis queridos jóvenes lectores que, como sacerdote de la Iglesia
latina que soy, he descartado el vivir en matrimonio. Pero soy hijo de un
matrimonio, muy feliz ellos dos y muy feliz yo de ser su hijo. Algo sé, pues, de ello
y para bien. Quiero decir de la familia, por si no se había entendido. La primera y la
tercera lectura de la misa de este domingo trata de ello y me complace
sumamente.
2.- Voy al grano. No busquéis relatos minuciosos y exactos en la lectura, a la
manera de lo que hoy llamamos exactitud. El Génesis nos ofrece una narración
preciosa, a la manera y estructura de la mentalidad de los tiempos de su redacción.
Es puro símbolo, para enseñarnos verdades muy auténticas. El inicio de la primera
es bucólico. Leedlo mientras resuena en vuestro interior, la 6ª sinfonía de
Beethoven, si la conocéis. O recordando el Libro de las Tierras Vírgenes, de R.
Kipling. O en silencio, mucho mejor, escuchándoos a vosotros mismos, en lo más
profundo de vuestro interior.
3.- Animales y animales, y más animales, observa Adán. Como nosotros podemos
ver pajaritos, petirrojos o pinzones rondan mi casa. O por las ramas de los pinos
ardillas que suben y bajan, inquietas y graciosas. Como el más exótico pez que
observamos en un acuario. Como un gatito juguetón, tengo dos a mi lado, ahora
mismo. Como un fornido y noble perro pastor alemán o un precioso perro esquimal.
Lo que más os guste recordar. En el escenario de la naturaleza se mueven
preciosos seres, pero con ninguno nos podemos identificar. Podemos admirarnos de
la suavidad de unos, del color de otros, de la agilidad de muchos, pero con ninguno
podríamos sentirnos socios emprendedores de ilusiones. La serena contemplación
de la naturaleza nos maravilla, pero nos deja insatisfechos.
4.- Dios, de una manera que la narración a nosotros nos parece estrambótica, crea
a Eva. Que la haya sacado de una costilla del varón significa que es igual, que es
tan humana como él, el caballero, dicho con elegancia. Nosotros diríamos
prosaicamente que con idénticos cromosomas, pero tal lenguaje no era el de
aquellos tiempos. Es tan maravillosa Eva, que le obliga a Adán a abandonar todo y
unirse estrechamente con ella. Una sola carne, dice, un proyecto común, en la
previa compañía y amistad, que se ha labrado al instante, tal vez diríamos
nosotros. Se trata del enamoramiento, del eros, así llamaban los griegos a este
amor. Espontaneo, apasionado. Paralelo después será de otra manera de amar, la
amistad, filos, lo llamarían los helenos.
5.- De muy joven sentí el primer amor que he señalado. Era elemental, pensaríais
ahora que era infantil y no quiero discutíroslo, pero diferente del que sentía
respecto a mi hermano, o de la amistad con mis compañeros de bachillerato. Fue
un inicio, una cata, pero algo fue. Se repitió más de una vez, posteriormente.
Suficiente para que algo supiera de lo que iba a renunciar, si me incorporaba al
sacerdocio. Escoger algo, supone siempre privarse de otra cosa.
6.- El amor es maravilloso. Las propiedades, móviles o inmóviles, que tengamos,
los títulos que se nos otorguen, los idiomas que se sepan hablar, todo, todo esto,
se acabará un día y no podrá pasar la barrera de lo temporal hacia lo eterno. Si el
amor es maravilloso, el amor hecho sacramento es sagrado. Se trata del
matrimonio cristiano. Algo así como el logaritmo del amor que existe entre el Señor
y su santa Esposa la Iglesia. ¡Anda ya!
7.- Ahora bien, no podemos olvidar que existe una realidad humana e histórica que
es el divorcio. Humana pero no hecha a su medida. Como un vestido que se pone
uno en una emergencia. Escogida libremente, o sufrida involuntariamente, pero
situado al margen de los planes de Dios. Su existencia es algo consecuencia de la
invasión maligna que el hombre, varón o mujer, ha sufrido y puede escoger
equivocadamente.
8.- El divorcio, con facilidad, da paso al adulterio. No están en los planes de Dios
ambas cosas. Pero respeta el Señor la libertad que le concedió al crearlo. Preocupa
a la comunidad cristiana la realidad, que no podemos olvidar, de los casados
separados y vueltos a casar. El próximo sínodo se dedicará, entre otras cosas, a
ello. Os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que lo que a mí me pesa más, es
observar que el enamoramiento, no el simple atractivo, brilla frecuentemente por
su ausencia. Que el amor comprometido se ignora. El hombre es el animal capaz de
comprometerse, me gusta afirmar.
9.- Cuando choca la libertad de uno con la responsabilidad del otro, debe resolverse
acudiendo a la fidelidad a Dios. Ortega y Gasset dice que el mayor acto de libertad
humana, es el voto de obediencia. Rebelarse contra todo, definirse como
antisistema, sin más, además de ser postura que muchas veces ofende, resulta
estéril. Hay que arriesgarse a ser honrado, para conseguir la plena autonomía. Es
una de las manifestaciones de la paradoja humana. La fidelidad en la dificultad es
una de las genuinidades del hombre. Si se aceptaran estos principios, muchos
matrimonios cristianos no se romperían.
10.- Recurrir al divorcio a la primera dificultad que se presenta, es como tantos de
aquellos se alejaban de sus deberes, que se llamaban a sí mismos indignados, en
aquellos momentos precisos que sonaba tan bien la palabra, pero que a la postre,
no eran más que vulgares insulsos egoístas vagos.