Pautas para la homilía
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Vende lo que tienes y sígueme
Releyendo a lo ancho y no a lo corto…
Así, cuando se repasan de corrido las lecturas de hoy, muy probablemente
aparezcan, por un lado, ciertas reticencias ante algunas de las afirmaciones, que
presentan y por otro, quizá algún gesto de asentimiento, depende de los ojos… Pero
también puede que estemos dispuestos/as a tratar de hacer otra lectura un pelo
más global, un pelo menos de género. ¿Qué tal si nos detenemos en…?
"No está bien que el hombre esté solo…”.
Que podíamos leer a lo ancho como: Luchemos por erradicar la soledad de la gente.
No es bueno que permitamos que la gente sufra soledad... No es la voluntad de
Dios. No nos sintoniza con su proyecto. Ser cómplices de la soledad de otros y
otras, por abandono, por comodidad o por egoísmo, es pecado estructural en
nuestra sociedad del 21. La soledad es una suerte de pobreza que agrieta el
corazón humano, anticipa lo pobre del mundo. Es parte del fracaso del sueño. Es
una situación que, quién más y quién menos, todos tenemos cerca. Seguro que no
nos es difícil imaginar uno o varios nombres propios en este momento... Seres
humanos a quien podemos comenzar a acompa￱ar, o “acompa￱ar más”…. Personas
concretas con rostro y nombre con quien podemos, simple y llanamente, pasar más
tiempo. Y si no nos es posible estar físicamente: creatividad al poder, hay mil
maneras de hacernos presentes en la vida de la gente... Cuidar más, conversar
más, estar más. Encuentros que pueden quebrar el frío del aislamiento, que pueden
desmontar al dolor, alzar a la gente y liberarla. Así de sencillo, así de complejo a
veces…
También podemos reparar en…
“Se unirán y serán los dos una sola carne…”.
Atreverse a hacerse una sola carne con “el otro”... ¿Qué significa eso de ser una
sola carne? ¿Es solo aplicable al ámbito de los lazos conyugales? ¿Solo es legítimo
entregarse de esta radical manera por la pareja o por la familia…? Cuándo dos
personas contraen matrimonio a todos nos resulta sencillo pensar que es lógico que
se sientan una sola carne, parte de una misma experiencia dinámica y vital que se
va desplegando: dos vidas a dúo. Y esta experiencia es hermosa y grande en la
vida. Pero por esta misma razón, ya que todos estamos convencidos/as de que la
experiencia de vivir “lo común” es algo bueno en la vida ¿por qué tendemos de
restringirlo al ámbito de la pareja o de la familia? ¿Por qué no imaginar que se nos
invita al desafío de llevar vidas humanas conjugadas, grupales, incorporadas unas a
otras…? ¿C￳mo es eso de resolverse a llevar existencias que se tejen en común,
“que se van haciendo una sola carne”? Estamos llamados a crear grupos humanos
que se guardan fidelidad, lealtad,…y, sobre todo, que se hacen carne con todo
aquel o aquella que sufre. Colectivos de personas que velan por la felicidad de otros
y otras, que se quieren y caminan enamorados de la mano de los preferidos/as de
Dios, hasta que la muerte los separa… Grandes y generosas personas que deciden
“casarse” y “hacerse una sola carne” con la humanidad sufriente, con la de aquí y
con la de allá. Presencias que actualizan serias y longevas “promesas de amor
eterno” con los márgenes de esta carretera que llamamos mundo. Militantes
resistentes, tenaces (testarudos incluso) que, como decía otra frase de la lectura de
Hebreos, no se avergüenzan de llamar a la gente HERMANA... Luchadores
incansables de la justicia social y las oportunidades. Esta es la propuesta, este es el
verdadero “enlace”.
“Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos…”
A los niños a veces no se les hace caso. Son niños. Ya crecerán. Aún no saben de la
vida, ¿no? Pues mira por dónde, que en el fragmento final de la lectura del
evangelio de Marcos, la temática da un giro de 180 grados. Da la impresión de que
Jesús quisiera decir algo así como: dejaos de preguntas trampa y mirad cómo
abrazo y bendigo la inocencia de los críos. Desinstalaos ya de vuestras suspicacias
y desconfianzas. Dejad de considerar quien está listo y quién no para recibir la
gracia y el amor que vienen de Dios. No juzguéis y no seréis juzgados. No
necesitáis llegar a ningún estándar. Ninguna marca habéis de batir. Venid que yo os
abrazo y os bendigo. Venid con la sencillez de corazón de estos peques, que nada
andan cuestionando porque niños son, y sin embargo: Yo los bendigo, los abrazo y
los quiero…
Hermanos y hermanas, en especial hoy hermanos y
hermanas franciscanos, erradiquemos la soledad,
aprendamos a amarnos hasta que la muerte nos separe,
abrazaos los unos a los otros ¡Bendito el ser que se acerca
a Dios!
Comunidad El Levantazo
Valencia