Propensión fraterna
Ser persona es aprender a “donarse”. Somos ofrenda, entrega y no mero acoplamiento. La
verdad es que se nos olvidó esta “propensión” natural que es lo mismo que inclinación,
búsqueda del otro o de la otra, encuentro, apertura, donación. Queremos una realización
meramente virtual, en lejanía, sin las exigencias propias de la aceptación, de la tolerancia,
del gozo comunional.
El Génesis plantea el encuentro entre hombre y mujer como primero y condición, para el
encuentro con Dios. Es que Dios no obra contra la naturaleza, sino que parte de ella, como
materia prima, para esta comunión, mesa común, con la divinidad. Es por eso que no se
puede amar a Dios sin amar, primero, a nuestro prójimo. En la familia encontramos ese
hábitat propicio, fundante, para la realización goza de nuestra vivencia en comunidad.
Y lo que en el Génesis se daba como una condición, Jesús lo proclama como exigencia del
discipulado. En la carta a los Hebreos nos dice que “no se avergüenza de llamarnos
hermanos”. Es que Él ha venido a establecer la “nueva familia del Reino” en la que los
vínculos de la carne o de la sangre quedan supeditados, en un remoto segundo plano, a la
realidad primaria y profunda que estable vínculos de perpetuidad desde la Palabra.
En el evangelio, Jesús retoma los orígenes de nuestra identidad: Hechos para el amor en
fidelidad, en la unidad, por encima de toda promiscuidad, permisividad, legalismo o
tradición. Es la familia a imagen de un Dios comunión, amor. Allí en esa escuela
aprendemos a ser personas, gente buena, de convivencia y en donde se cultivan los valores
de la fraternidad, de la solidaridad, del compartir.
Cochabamba 04.10.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com