A la vera del camino
Una sana filosofía entiende la vida del ser humano como un “hacer camino”. Hay quien
viva sin dar un solo paso en esta caminada. Otros habrá que empujarlos. Hay gentes que
toman opciones osadas, valientes, comprometidas y abren brecha. Personas más que “hacen
camino al andar”. Pero, algunos se “sentaron en sombras de muerte”, o, peor, fueron tirados
a la vera del camino, ignorados, desapercibidos, violentados.
Jesús es un viandante, un caminante. Hace el camino de la humanidad. Marca un ritmo
especial. Va “ligero de equipaje” y esto le permite andar en libertad. Una libertad que es
fruto del amor. Y se hace encontradizo con quienes están tirados a la vera del camino.
Tiene sintonía con su dolor, sabe escuchar su grito, atiende a su clamor. Son muchos los
Bartimeos de la historia que añaden a su mendicidad, la ceguera de sus vidas.
Hay el peligro de que los caminos sean sobrepoblados, hacinados, triturados por el gentío
que se hace sordo ante el dolor de quienes fueron abandonados a su suerte. Generalmente
las muchedumbres se vuelven sordas de tanto gritar. Y pasa desapercibido el grito de quien,
en soledad, conoce al verdadero caminante, Aquel que puede curarlo. Es el Bartimeo del
evangelio y es el Jesús que sabe escuchar su grito y encender la luz en su vida.
El sufrimiento y la alegría aúnan sus fuerzas cuando la andadura se hace larga. El profeta
invita a cantar después del exilio y a llevar las ofrendas por mano de los sacerdotes en
acción de gracias. Éstos sabrán asumir su ministerio desde su propia debilidad a fin de ser
misericordiosos con quienes más necesitan de misericordia. Sólo cuando se experimenta el
abismo de la miseria propia se es capaz de aceptar la de los demás.
Cochabamba 25.10.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornogg@gmail.com