Fiesta. Nuestra Señora del Pilar. (12 de octubre)
SANTA MARÍA, JUNTO AL PILAR, EN ZARAGOZA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- El título puede parecer algo estrambótico, pero no lo suprimiré. En el ensueño
esperanzador de la unión de las diferentes iglesias y confesiones cristianas, cada
una de ellas se enriquecerá con lo mejor de las otras, pero también deberá
desprenderse cada una de ellas de hábitos adquiridos, sin demasiado fundamento
teológico o sentido válido. Una de las aportaciones de la Iglesia católica será sin
duda, la arraigada devoción a la Madre de Dios. Ahora bien, de igual modo también,
los católicos deberemos prescindir bastante de las devociones vinculadas, estrecha
y exclusivamente a un determinado lugar o tradición. Tal vez, más que prescindir,
deberemos olvidarnos del “apellido”, para centrarnos en lo único fundamental, la
situación de Santa María en el programa salvador del Señor. No existe la “virgen
del Pilar, ni la de Montserrat, ni la de Guadalupe, por citar unas pocas. Existe una
sola, a la que se recuerda, poniendo el acento cada uno, en cierto lugar concreto.
En aquel que cada uno considere que le resulta más apropiado, más cómodamente
adecuado, para dirigirse a Ella.
2.- De pequeño, de muy pequeño, viví algunos años a muy poca distancia de la
basílica del Pilar. Eran años de guerra civil y estrecheces económicas. A este
santuario me llevaron a rezar. Seguramente que allí recité mis primeras Avemarías.
Mi familia toda me enseñó a amarla. Algún tiempo después, y en Burgos, nuestras
oraciones se las dirigíamos en la iglesia del Carmen. También en la de la Merced.
Esta duplicidad multiplicó mi amor y comprendí que las devociones pueden ser
particulares, pero todas ellas dirigidas a una misma persona, bajo un “ropaje” que
puede ser distinto.
3.- Siendo adulto, se cumplieron uno de mis ensueños de juventud, visité aquel
lugar en Nazaret, donde María le dijo sí al Ángel e iniciose, allí mismo, el prodigio
de que el Hijo Unigénito de Dios, empezase su existencia como hombre. Es el lugar
que más me motiva, donde me siento más comprometido con Dios. Cada lugar de
estos tan queridos, y otros muchos más, los aprecio. Hoy me toca, mis queridos
jóvenes lectores, referirme a Zaragoza y no me cuesta hacerlo. Pero quiero
escarbar no en tradiciones, leyendas o recuerdos, sino en los textos litúrgicos de la
misa de hoy.
4.- Los pueblos antiguos empezaron por dibujar signos o figuras en las paredes de
sus antros. Después fabricaron figuritas. Lo que era súplica al principio, se convirtió
en ídolo. No es momento de analizarlo. Cada comunidad tenía objetos o figuras a
las que, de una u otra manera, adoraba. El de Israel tuvo un arcón donde depositó
unos objetos significativos y vinculados a su Dios. Para cubrirlo fabricaron una
superficie preciosa, con un par de ángeles que extendían sus alas, hasta
encontrarse en el centro. Arca de la Alianza se llamó al conjunto. Allí donde se
albergaba el precioso cofre, en aquel recinto, primero una preciosa tienda beduina,
después un santuario, allí habitaba Dios. A veces se decía que se posaba sobre las
alas de aquellos seres celestiales, labrados en oro y que resultaban ser su trono. Se
perdieron un día los contenidos, se perdió también el Arca, pero no se perdió la
estancia de Dios entre su pueblo. El vacío del Santo de los Santos, patentizaba que
Dios era un ser espiritual. Pero el recuerdo del Arca perduró y fue emblemático. De
aquí la lectura primera, que cada uno le saque jugo.
5.- La figura del Arca de la Alianza, muy presente en la conciencia colectiva de
Israel, es para nosotros cristianos, un símbolo de lo que fue María. Si la antigua
caja era de sittah (acacia raddiana), madera recia y noble del desierto, chapada de
oro, la dignidad de la Virgen, su riqueza espiritual, es de índole muy superior. Que
fuera humana, culmen de lo creado y sin pecado, llena también a rebosar de
Gracia, porque no había defraudado nunca a Dios, fue y sigue siendo, la dignidad
mayor que podamos imaginar.
6.- Pero no se trata de inscribirla en un catálogo de records Guinness, ni situarla en
un podio deportivo, ni en un monumento dedicado a celebridades, ni encerrarla en
una caja fuerte. Es preciso reconocerla y no olvidarla, como sagrario que fue del
mismo Dios, que en un momento histórico, deseo hacerse hombre y buscó
consentimiento humano. Fue real Arca de Alianza, con Jesús en su seno, durante
nueve meses. Permaneció siempre tratando de protegerle, incluso cuando no podía
huir de los designios de la injusta autoridad que le había sentenciado a muerte. Los
nueve meses de gestación que le crecieron y envolvieron, se tornaron entonces tres
horas de consoladora compañía.
7.- Había dicho que sí al deseo de Dios, sin saber lo que implicaba, simplemente
porque se fiaba totalmente de Él. Fue comprendiendo, poco a poco, que debía ser
protectora e intermediaria, a favor de los que necesitasen su ayuda. Lo demostró a
la perfección en la boda celebrada en Caná, a la que había sido invitada. También
su Hijo y sus amigos. Al final de la vida de Jesús, ya moribundo en el patíbulo,
acepto la hospitalidad de Juan y le amparó maternalmente, tal como se le aconsejó
Él.
8.- Si el Espíritu en Nazaret la cubrió con su sombra, el mismo Espíritu en
Jerusalén, en aquel glorioso Pentecostés, le desveló totalmente la misión, la
vocación, a la que había sido llamada y para la que había sido escogida. Su Sí
entonces, fue un sí total al Cristo total, a la humanidad entera, hijos menores
suyos, según la voluntad de Dios.
9.- El texto evangélico de la misa de hoy, a fuer de sinceros, nos desconcierta. Sin
duda, también la desconcertaría a Ella. Aparentemente suena a menosprecio. Pero
la personalidad de Santa María no era un manojo de reacciones viscerales,
reflexionaba, amaba, serenamente. Comprendería que el amor que su Hijo sentía
por Ella, quería que se extendiera también a los demás. Y gozaría pensándolo. Y
cumple desde la Eternidad fomentándolo.
10.- Al Pilar de Zaragoza le sienten mucho aprecio los aragoneses, muchos también
los que desde allí hemos sentido su amor y correspondemos también con el
nuestro. Se proclamó lugar de protección de los países americanos, privilegios
militares, singularidad litúrgica. Si junto a la imagen lucen las banderas de aquellas
tierras, si se enriquece la pequeña y antigua escultura de múltiples mantos, que
hasta llegan a ocultar la imagen, desde nuestro corazón debemos hoy agradecerle,
tributarle honor, admirarla y suplicarla, estemos donde estemos y nos guste la
estatua que más nos guste.
11.- Sabemos todos por experiencia el buen papel que ejerce en nuestra vida la
madre que nos engendró y gesto. Hoy sabemos que ella pudo haber muerto, que
algunos desdichadamente no han gozado de tal maternidad saludable. Pero, no lo
olvidemos, mis queridos jóvenes lectores, que a nadie, ni nunca, nos falta una
cariñosa madre espiritual. Es, será siempre, Ella