Pautas para la homilía
XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Jesús dijo al ciego, anda tu fe te ha curado
El ciego Bartimeo gritaba, Hijo de David, ten compasión de mi.
Nos encontramos ante uno de los pasajes evangélicos más conocidos, se trata de la sanación de un
ciego de nacimiento que en el encuentro con Jesús recobra la vista. La narración de este episodio es
fundamental para entender el proceso de la fe. El relato presenta unas secuencias o pasos previos,
muy sugerentes, hasta llegar a una fe viva que culmina en el compromiso cristiano. Pasamos a
comentarlo con más detalle.
El evangelio de Marcos, nos presenta a Jesús rodeado de sus seguidores camino de Jerusalén donde
va a consumar su misión en la cruz. Es importante hacer notar que para los evangelistas este
peregrinaje hacia Jerusalén es un tiempo y una ocasión que Jesús aprovecha para mostrar a sus
seguidores, las características de su proyecto mesiánico, los valores del Reino de Dios, e intentar
cambiar su mentalidad, llamándolos a la conversión. Sus paisanos y amigos eran gente sencilla y a la
vez sincera, que le seguían, pero su religiosidad estaba centrada en la normativa rígida de la ley,
comentada por escribas y fariseos. Su concepto de Dios se fundamentaba más en el temor que en el
amor. En este relato, nos encontramos ya en el último tramo del camino, van dejando atrás la
pequeña aldea de Jericó, ya se divisa Jerusalén, donde Jesús consumará su acción liberadora
muriendo en la cruz. El clima y sus palabras, en este contexto, son por ello muy significativas. Es en
este escenario donde se produce el milagro en la persona del ciego Bartimeo. Todos los detalles de
este relato son muy interesantes para conocer el proceso interior que se obra en este pobre ciego.
Está sentado al borde del camino pidiendo limosna, en aquella sociedad era un marginado, habría
pecado él o sus padres, la cultura judía así lo veía. Era un espectador, pero había oído hablar de
Jesús, un profeta que hacía milagros. Todos estos detalles tienen la intencionalidad de hacernos ver
que no era un creyente ni un seguidor de Jesús, era más bien un excluido que no contaba nada en
una sociedad tan religiosa y convencional.
Este hombre ciego percibe la llegada de un personaje del que había oído hablar. Aquí comienza un
proceso que despierta un interés y una esperanza que no renuncia a la búsqueda de un remedio
que cambie su vida. A la vez, en lo más profundo de su interioridad, se despierta su religiosidad. Hay
que pensar que como israelita habría sido educado en un clima religioso que, aunque escéptico por
su situación, estaba ahí. Todo ello, le conmueve y le lleva a gritar repetidamente: “Jesús Hijo de
David, ten compasión de mi”.
Esta exclamación es importante pues es un modo de reconocer que aquel profeta, que pasa a su
lado, no es un curandero vulgar, ni siquiera un profeta más, por eso le llama “Hijo de David”.
Estamos ya ante un movimiento interior que le lleva hacia una expresión de autentica fe en Jesús, el
enviado de Dios, pues todo buen judío sabía que el Mesías, sería de la estirpe de David.
Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo.
La gente cercana al ciego se lo comunica diciéndole: ánimo levántate que te llama… Es importante
señalar el papel de la gente, el ánimo de la comunidad que acompaña diciéndonos que podemos
levantarnos. Todo este proceso le hace tomar conciencia de su propio valor, no se siente ya solo, al
margen de la vida, se pone en movimiento. All decir que soltó el manto, deja el pasado, da un salto
y se acerca a Jesús que le dice: “Que quieres que haga por ti”, el ciego le contestó. “Maestro, que
pueda ver”. Jesús le cura y añade algo sustancial: Anda, tu fe te ha curado, es la respuesta de Jesús.
Viene a decirle, no soy yo, ni mi Padre, eres tú, es tú fe, porque confías en Alguien, que está en ti y
puede sanarte.
El dinamismo de la Fe Cristiana
En el proceso de la fe Dios toma siempre la iniciativa. Así actuaba Jesús en su vida pública, pues
llamaba a hombres y mujeres a la conversión. Los evangelistas nos dicen que Jesús predicaba, que
explicaba su proyecto, lo que él llamaba el Reino de Dios o de los cielos, que son la misma cosa, era
una llamada a la conversión,pero no era una llamada a ciegas y el seguimiento tampoco era fruto de
un entusiasmo emocional. Algunos le seguían, otros no, tendrían ataduras, verían inconvenientes
que frenaban sus deseos iniciales y se quedaban como espectadores, al margen del camino. En
ambos casos Jesus respetaba y respeta los procesos íntimos del ser humano, la libertad interior, no
se impone. El seguimiento de sus primeros discípulos era fruto de una identificación con el proyecto
del Reino, que al hacerlo suyo, acababa en una respuesta incondicional.
Y lo seguía por el camino…
Al llegar a este punto, lo que puede parecer que es solo un relato de sanación, hemos de verlo con
la intencionalidad del evangelista, que a través de este milagro nos ofrece un mensaje más amplio
que viene a ser una autentica catequesis sobre la acción liberadora de Jesús. Por eso no se limita a
presentarnos a Jesús como el hombre que hace milagros, no es un curandero, que restaura la salud
perdida. Jesús va más allá, busca la sanación integral de la persona que está en la salud física y es su
bienestar total que abarca también lo psíquico, lo espiritual, y la misma integración social. Es la
liberación autentica del ser humano que se siente plenamente realizado al descubrir una nueva vida
llena de sentido.
Por eso al final de este episodio deja caer, como de pasada, que el ciego al recobrar la visión seguía
a Jesús por el camino. Es decir, al descubrir a Jesús lo sigue sin condiciones, ha dejado todo al borde
del camino, va ligero de equipaje, tiene una visión nueva de las cosas, se incorpora al proyecto de
Jesús que terminará en la subida a Jerusalén y en la cruz. Podemos decir que la luz, que recobraron
sus ojos le hicieron ver la Luz.
Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)