“NECESITAMOS VER”
Carta monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo XXX durante el año (25 de octubre 2015)
Este domingo 25 es un día muy especial para los argentinos. Hoy celebramos las elecciones para elegir
el próximo presidente, y tantos cargos nacionales y provinciales, así como nuestro nuevo gobernador
de Misiones. Sabemos que la democracia no se constituye solo con las elecciones, pero sin embargo es
un momento fundamental, ya que cada uno de nosotros tenemos la necesidad de votar
responsablemente, y hacernos cargo con nuestro voto de la Argentina que seremos en los próximos
años. Desde ya en cada Misa que celebraremos este domingo rezaremos por nuestra Patria, y
pediremos que aquellos que sean elegidos por el pueblo argentino para los diversos cargos, se
dispongan a trabajar por el bien común, y sientan la responsabilidad de “servir” y dar la vida por la
gente, por todos, y especialmente los más necesitados.
El Evangelio de este domingo (Mc. 10,46-52), nos sitúa ante una virtud indispensable para toda persona y
sociedad que se propone madurar en el diálogo y la armonía, en los consensos y diferencias, que es “la
humildad”. Todos, y siempre somos necesitados. Los cristianos sabemos que necesitamos de Dios y de la
ayuda de nuestros hermanos. El Evangelio de este domingo nos presenta “al hijo de Timeo-Bartimeo, un
mendigo ciego, sentado junto al camino… “Al verlo a Jesús le imploró: “ᄀHijo de David, ten piedad de mí!. “El
Señor lo hizo llamar y le preguntó: “﾿Qué quieres que haga por ti?... Él le respondió: “Maestro que yo pueda
ver” (Mc.10,51). Solo desde la virtud de “la humildad” podemos “ver” más profundamente la realidad. La
nuestra en primer lugar, y la de los demás. La humildad nos libera de posturas y trajes artificiales que siempre
nos esclavizan con imágenes falsas que tenemos que alimentar, y también la humildad nos libera sobre la
verdad de los otros, ya que muchas veces inventamos fantasmas que no corresponden a la realidad, o bien
analizamos la realidad y a los otros, desde nuestras fantasías y prejuicios, y esto solo nos lleva a odios y
divisiones, y quizá hasta la violencia. Podemos implorar como el ciego del Evangelio que todos como sociedad
nos sintamos necesitados de Dios y sobre todo pidamos que podamos ver.
Con especial satisfacción puedo señalar que la mayoría de las parroquias durante el año seguimos
tratando de ver como el ciego del Evangelio, replanteando nuestros consejos de pastoral y formas de
organización de nuestras estructuras pastorales. Como pide Aparecida, desechar las estructuras
obsoletas, y adecuar y potenciar aquellas que sirvan para que nuestras comunidades sean más
evangelizadoras y misioneras. Desde ya que este es un camino exigente, y si bien “muchos” lo
entienden, otros lo ven como un nuevo problema que se les coloca y molesta… Estos “no ven” la
necesidad del pedido de conversión personal y pastoral, para misionar.
Con alegría podemos señalar que aun con las dificultades que siempre encontramos en toda realidad y
en nuestros propios corazones, ha penetrado con hondura y humildad en nuestros sacerdotes,
consagrados y laicos el pedido que realiza el documento de Aparecida: “Esta firme decisión misionera
debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de las diócesis, parroquias,
comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe
excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación
misionera, y de abandonar las estructuras caducas que no favorezcan la transmisión de la fe.
La conversión personal despierta la capacidad de someterlo todo al servicio de la instauración del
Reino de Vida. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y
laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar
con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap.2,29), a través de los
signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta” (365-366).
Este planteo que con humildad y esperanza realizamos en orden a revisar nuestras estructuras y formas
de organización para cumplir mejor con nuestra misión, también es necesario realizarlo en toda forma
de organización social, cultural o política… Siempre como es natural hay formas de organización que
con el tiempo y los cambios van quedando obsoletas. A veces peor en vez de servir al bien común, van
tornándose en estructuras que solo sirven a algunos, o bien son generadoras de formas de corrupción.
¿Quién tiene la iniciativa para revisar con grandeza y magnanimidad todo esto que no sirve más, y que
puede estar dañando al bien común?. Esto es bueno señalarlo con esperanza en un día como hoy tan
vital para la democracia.
En el texto del Evangelio de este domingo, el ciego al borde del camino, con humildad le implora a
Jesús: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!”, y le pide aquello que necesita: “¡Maestro que pueda ver!”.
Nosotros también necesitamos pedir a Jesús con humildad: ¡que podamos ver!
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.