CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
LECTURAS:
PRIMERA
Lamentaciones 3, 17-26
Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha.
Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía de Yahveh!
Zain. Recuerda mi miseria y vida errante:¡es ajenjo y amargor!
Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí.
Esto revolveré en mi corazón, por ello esperaré:
Jet. Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura;
cada mañana se renuevan:¡grande es tu lealtad!
«¡Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero!»
Tet. Bueno es Yahveh para el que en él espera, para el alma que le busca.
Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh.
SEGUNDA
Romanos 6,3-9
¿O es que ustedes ignoran que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la
muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por
medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque
si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya,
también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre
viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y
cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del
pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él,
sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y
que la muerte no tiene ya señorío sobre él.
EVANGELIO
Juan 14,1-6
"No se turbe su corazón. Crean en Dios: crean también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas mansiones; si no, se lo habría dicho; porque voy a prepararles
un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y les tomaré
conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes. Y adonde yo voy ustedes
saben el camino". Le dice Tomás: "Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo
podemos saber el camino?" Le dice Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre sino por mí".
HOMILÍA:
Fieles Difuntos
En este día la Iglesia ha querido recordar a todos los santos que se purifican,
mientras aguardan su entrada en el Cielo, así como ayer recordábamos a los santos
que ya están disfrutando en las mansiones de nuestro Padre Dios.
Ha sido una constante, desde los primeros tiempos del Cristianismo, la creencia de
que se necesita un tiempo de purificación, cuando se llega al final del la vida sin
estar plenamente preparados.
Esto se demuestra en la constante preocupación de los cristianos de orar por los
difuntos, algo que se comenzó desde el mismo primer siglo cristiano.
Este asentimiento no ha podido ser fruto fortuito de una equivocación, sino
producto de una creencia bien fundamentada, basada en las enseñanzas de las
propias Escrituras y de la Tradición.
Muchos Santos Padres han avalado este fe en la existencia de ese tiempo de
purificación, que no se realiza en un lugar específico del Universo, sino que es algo
que pertenece a la Eternidad, en una dimensión totalmente diferente a todo lo
materialmente creado.
De ahí que tampoco podamos afirmar que se trata de una situación de sufrimiento,
pues los que así se encuentran están conscientes de que ya han sido salvados
gracias a la muerte y resurreción de Jesús, y aceptan gozosos lo que Dios pide de
ellos en esa su condición especial purificadora.
Un libro del Antiguo Testamento, el Segundo de los Macabeos, que la Iglesia ha
aceptado como inspirado y formando legítimamente parte de la Biblia, ya habla de
la posibilidad de orar por los difuntos.
Leamos: (Judas Macabeo) "después de haber reunido entre sus hombres cerca de
dos mil dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado,
obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección. Pues de no
esperar que los soldados caídos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por
los muertos; mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a
los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso. Por eso
mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran
liberados del pecado" (2 Macabeos (12,43-46).
Hay tambien dos textos en el Nuevo Testamento que pueden servirnos para
entender la existencia del llamado Purgatorio.
Así leemos en Mateo 12,32:
"Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que
la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro".
Algunos santos Padres han considerado que estas palabras de Jesús demuestran
que es posible recibir el perdón, después de la muerte, de algunos pecados que no
serían considerados mortales, es decir, que no produjeron la pérdida de la gracia de
Dios.
El apóstol san Pablo nos ofrece una frase que puede ser interpretada también a
favor de la existencia del Purgatorio. Así leemos en su Primera Carta a los Corintios,
3,11-15:
"Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno
construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día que ha de
revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.
Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas
aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo,
pero como quien pasa a través del fuego".
Este fuego, desde luego, no puede confundirse con el que conocemos en la tierra,
sino que es expresión de una prueba por la que tendremos que pasar, aun cuando
hayamos recibido la seguridad de la eterna salvación.
Orígenes de Alejandria, a quien el Papa Benedicto XVI consideró como "una de las
personalidades determinantes para todo el desarrollo del pensamiento cristiano",
comentando este pasaje de la Primera a los Corintios de san Pablo escribió:
"Porque si sobre la base de Cristo, haz construido no sólo oro y plata sino piedras
preciosas (I Cor., 3); sino también madera, caña o paja ¿qué es lo que esperas
cuando el alma sea separada del cuerpo? ¿Entrarías al cielo con tu madera y caña y
paja y de este modo manchar el reino de Dios? ¿o en razón de estos obstáculos
podrías quedarte sin recibir premio por tu oro y plata y piedras preciosas? Ninguno
de estos casos es justo. Queda entonces, que serás sometido al fuego que quemará
los materiales livianos; para nuestro Dios, a aquellos que pueden comprender las
cosas del cielo está llamado el fuego purificador. Pero este fuego no consume a la
criatura, sino lo que ella ha construido, madera, caña o paja. Es manifiesto que el
fuego destruye la madera de nuestras trasgresiones y luego nos devuelve con el
premio de nuestras grandes obras". (P. G., XIII, col. 445, 448).
Otros muchos Padres pudiéramos citar a favor de la doctrina del Purgatorio, mucho
antes de que fuese declarada dogma de fe por el Concilio de Trento.
El hecho de que haya quienes rechacen su existencia no significa nada, pues casi
todas las verdades de fe han sido puestas en duda por quienes se apartan de la
Iglesia, alegando su falta de veracidad.
Es un hecho manifiesto, sin embargo, que la Iglesia cuenta los innumerables
testimonios que, desde los mismos comienzos, han hablado a favor de esta
doctrina, que hoy celebramos en esta Conmemoración de los Fieles Difuntos.
Esta es una buena oportunidad que se nos ofrece para orar por los difuntos.
Los que todavia vivimos en la tierra, no podemos saber la suerte que han corrido
aquellos que nos han precedido. Pero podemos imaginar que una persona que ha
sido buena para con sus semejantes, ha tenido una buena oportunidad de ser
admitida en el número de los elegidos.
Con todo, ¿necesita todavia de purificación?
Esa pregunta no la podemos responder, por lo que no debemos dudar de orar por
todos los que han muerto, incluso los que podriamos considerar merecedores del
rechazo por sus malas obras, pues ni siquiera la Iglesia ha recibido el poder de
señalarnos los que están en esta situación de eterna condenación.
De algo podemos estar seguros: nuestra oración no será en vano, y si no puede
ayudar a la persona por la que pedimos, otra podría recibir el beneficio de nuestros
ofrecimientos y nuestras peticiones. En definitva, es el propio Dios quien más desea
salvar a todos, pues como dice san Pablo, "quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. (1 Timoteo 2,3))
Padre Arnaldo Bazan