Santidad moderna
El Papa Francisco con sentimientos de profunda cercanía y comprensión a nuestro mundo
actual, ha expresado su deseo de que en la Iglesia se multipliquen los “santos modernos”.
Hombres y mujeres que vivan el evangelio en la calle, en el bar, en el servicio al prójimo
por encima de todo interés personal, con vestimenta común, con el uso de la tecnología y
con metas claras de construir una humanidad nueva, apasionadamente justa.
Las lecturas de hoy nos hablan de una multitud que viene de la gran tribulación. Es la
radiografía de nuestro medio. Hay demasiado sufrimiento. No debería ser así. Es un mundo
con todos los medios posibles para hacer feliz al ser humano. De ahí viene la frustración.
Nos gusta todo fácil, cómodo, inmediato. El santo asume el riesgo. No le tiene miedo a la
cruz, aquella de cada día y sabe hacer del dolor el medio para vivir en el amor.
La santidad moderna tiene el gusto por la diferencia, la diversidad, lo plural. Hijos e hijas
de Dios somos todos, todas. En esta policromía de razas, lenguas, culturas, religiones está
el secreto de la santidad. En cada ser humano hay algo bueno, muy bueno. El santo
descubre esta bondad y abre su corazón a todo lo que es justo, noble, recto, sincero. Con
estos elementos el santo es el protagonista de una nueva humanidad.
La felicidad es la conquista última de la santidad. Santo es aquel que es feliz y lo es en lo
poco, en lo simple, en lo humilde, en la apertura de su corazón. No puede ser feliz quien es
egoísta, acaparador, orgulloso, injusto. Todo esto causa vinagrera al corazón. Pero el santo
es feliz cuando da, cuando sirve, cuando comparte. El santo tiene sus manos abiertas y un
corazón sin puertas… Así podemos ser santos todos los días y en todos los lugares.
Cochabamba 01.11.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com