XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Ya no nos permiten imaginar cómo es el cielo. Gracias sea a Dios. Pues, a lo mejor
describiríamos el cielo del punto de vista mundana. Diríamos que el cielo es como
Beverly Hills donde viven las estrellas de Hollywood. Pintaríamos un retrato de
bulevares pavimentados con oro. Contaríamos de casas tan grandes como castillos
con dos BMWs en el garaje. Sin embargo, esta descripción del cielo no conforma
con aquel de Jesús en el evangelio.
¿Dónde menciona Jesús el cielo en este evangelio que acabamos de leer?
Quisiéramos preguntar. Jesús no lo trata directamente, es cierto. Sin embargo, el
Reino de Dios es el tema principal de su predicación. Hoy en la enseñancita que da
a sus discípulos Jesús presenta una imagen del Reino en vivo.
Jesús ve a una viuda poniendo su ofrecimiento en el tesoro del templo. Sabe que
es viuda por su vestido. Sabe la cantidad porque se avisa en voz alta cada
donativo. Jesús nota que los ricos depositan grandes cantidades, a lo mejor
monedas de plata u oro. Entretanto la viuda presenta dos cobres que valen unos
centavitos. Pero es todo el recurso que la viuda tiene para vivir. Más al caso, su
donativo representa el Reino porque es un acto por el bien del otro que le deja
completamente dependiente de la misericordia de Dios. Es como si un hombre
ofrecería al padre de su novia todos sus recursos para tener a la joven como su
esposa.
Se puede hacer otra comparación que asemeja más al propósito del evangelista.
Marcos coloca esta historia un poquito antes de la narrativa de la pasión de Jesús
para indicar que el donativo de la viuda anticipa la entrega de su vida. En otras
palabras para la viuda el donativo es un sacrificio tan enorme como lo de Jesús en
la cruz. Los dos sacrificios son expresiones de la llegada del Reino al mundo.
A lo mejor nuestra mente queda incrédula. Queremos preguntar: ¿No es
imprudente ofrecer todo lo que tiene? ¿Qué va a comer mañana si derrocha toda
su subsistencia hoy? Esto es la lógica del mundo, no del Reino. Cuando entramos
al Reino, no nos preocupamos de mañana. Sabemos que Dios nos proveerá las
necesidades. Como la viuda de Sarepta en la primera lectura no muere por dar de
comer al profeta, Dios no permite que perdamos cuando compartimos nuestros
bienes. Muchas familias conocen esta verdad por acogerse a visitantes inesperadas
a su mesa la mesa.
La viuda – tan sencilla como sea – se da cuenta una cosa que le hace diferente de
la mayoría de nosotros. Sabe que la vida es un don de Dios. Es nuestro para hacer
de ello lo que podamos. Pero en fin tenemos que devolverlo a Dios. Es lo que la
viuda está haciendo con su donativo. Nosotros hacemos lo mismo cuando
trabajamos por el bien de los demás.
Estamos llegando al final del año. Los días en el norte atardecen temprano. Los
árboles se deshojan cada día más. En las lecturas evangélicas del domingo Jesús
ha llegado a Jerusalén, el lugar de su entrega completa. En la selección hoy nos
indica que la humilde viuda hace un sacrificio semejante. Su propósito es
invitarnos a nosotros hacer lo mismo. Qué no nos preocupemos. Todo nos saldrá
bien. Que hagamos un sacrificio semejante.
Padre Carmelo Mele, O.P.