33a. Ordinario, Miércoles
Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues
estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería
de un momento a otro. Dijo pues: "Un hombre noble marchó a un país
lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez
siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: "Negocien hasta que yo
vuelva". Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una
embajada que dijese: "No queremos que ése reine sobre nosotros". Y
sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó
llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber
lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: "Señor, tu
mina ha producido diez minas". Le respondió: "¡Muy bien, siervo bueno!; ya
que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades". Vino el
segundo y dijo: "Tu mina, Señor, ha producido cinco minas". Dijo a éste:
"Ponte tú también al mando de cinco ciudades". Vino el otro y dijo: "Señor,
aquí tienes tu mina, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo
de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas
lo que no sembraste". Dícele: "Por tu propia boca te juzgo, siervo malo;
sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo
que no sembré; pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al
volver yo, lo habría cobrado con los intereses". Y dijo a los presentes:
"Quítenle la mina y dénsela al que tiene las diez minas". Le dijeron:
"Señor, tiene ya diez minas". Les digo que a todo el que tiene, se le dará;
pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". "Pero a aquellos
enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, tráiganlos
aquí y mátenlos delante de mí". Y habiendo dicho esto, marchaba por
delante subiendo a Jerusalén. (Lucas 19,11-28).
El mensaje de esta parábola de la "minas" es semejante a la de los "talentos" que
narra Mateo en 28,14-28. Tanto las minas como los talentos eran monedas de
cierto valor, que Jesús usa para referirse a todo lo que Dios nos ha dado.
No pongamos, pues, la atención al dinero, sino a lo significado por él. Las palabras
"rico" y "pobre" no significan en Jesús el que tiene o no tiene dinero, sino el que lo
es ante Dios, para quien el dinero nada significa.
Sabemos que en este mundo no todos hemos recibido igual cantidad de dones. Al
menos al parecer, unos han recibido más que otros, lo que no significa que Dios
haga acepción de personas.
A cada uno Dios le pedirá cuentas de acuerdo a lo que ha recibido. Aunque en la
parábola se puede deducir que cada uno ha recibido la misma cantidad, lo único
que se les exige es que con lo recibido negocien y actúen para aumentar sus
haberes. Volvemos a repetir que no se trata de dinero, aunque este puede estar
incluido en el conjunto de los dones otorgados por Dios.
Pensemos en la inteligencia. Hay quienes se contentan con muy poco, pues carecen
de interés para prosperar, ya que son vagos y no quieren hacer el esfuerzo que se
requiere para lograrlo. Están derrochando sus "minas" sin que produzcan nada.
No olvidemos que ante Dios somos responsables de lo que hemos recibido. A nadie
se le va a pedir lo imposible. Solo que usen sus cualidades: inteligencia,
habilidades, conocimientos, dinero, en fin, todo lo que una persona necesita para
actuar en favor de sí misma y de los demás.
Todo lo recibido está en función de hacer el bien y cumplir la misión que Dios nos
encomienda. Nadie podrá reclamar ante el Altísimo que no ha recibido nada que
desarrollar. En el momento de reportar no valdrá excusa alguna, pues sabremos
muy bien que no tienen fundamento.
Hay quienes creen que todo su esfuerzo debe dedicarse para disfrutar egoístamente
en esta vida. Esta es la gran equivocación que están cometiendo muchos.
El egoísmo y la ambición llevan a los seres humanos, como se ha visto a lo largo de
la historia, a abusar de los demás, sobre todo de los más débiles e indefensos.
Pero Dios está atento, no para impedir los abusos, sino para pedir cuentas a
quienes se atrevan a cometerlos. Y entonces será la hora de la verdadera justicia.
Padre Arnaldo Bazan