Domingo, 22 de Noviembre de 2009; Cristo Rey B: Jn 18, 33-37
Estamos en el último domingo del año litúrgico. Como complemento o resumen de
todo lo bueno que podemos decir y aprender de Jesús, la Iglesia nos pone en este día
la fiesta de Cristo Rey. La palabra “Rey” o reino en muchos ambientes modernos está
desprestigiada; pero siempre queda la influencia histórica y la expresión de Jesús al
comenzar su predicación sobre la importancia de pertenecer al “Reino de Dios”. De
modo que entre las peticiones más importantes que podemos hacer a nuestro Padre
Dios, es que “venga su reino”. Pertenecer a él será nuestro fin y nuestra felicidad.
Parece un contrasentido el hecho de que celebrando a Cristo como Rey del
universo, en el evangelio no se nos propone algún hecho triunfante de Jesús, sino que
aparece humillado ante el representante del imperio que en aquel tiempo era casi
omnipotente. Jesús ante Pilato está como un esclavo ante su señor. Sin embargo a los
tres días Jesús resucitaría triunfante y poco después Pilato desaparecerá en el olvido.
Jesús había sido condenado como rey falso, como peligroso para el imperio
romano. Pero allí está atado y sin ningún poder. Aun así Pilato le pregunta a Jesús si
es rey y Jesús le contesta que en verdad El es rey. Pero a continuación testifica que su
reino no es como los reinos de este mundo. En varias ocasiones la gente entusiasmada
ante los milagros de Jesús le quiso proclamar como rey. Especialmente cuando la
multiplicación de panes y peces pensando egoístamente que con un rey así, no les iba
a faltar el pan de cada día. En otros momentos eran los mismos discípulos los que
creían que Jesús iba ya a instaurar el reino al estilo del rey David. Les costaba
entender que su reino no era como los del mundo, que se basan en la fuerza, en el
dinero o en el poder. Su Reino, como nos dice el prefacio de la misa de hoy es un
Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz.
Su Reino es sobre todo de verdad. Ante Pilato proclama Jesús que El ha venido a
proclamar la verdad. La mentira es el emblema del demonio. Con frecuencia vemos
que muchos para conseguir el poder se basan en la mentira. No están en el lado de
Jesús. Pilato preguntó qué es la verdad, pero no quiso escuchar la respuesta. Estaba
demasiado convencido de su verdad, que era su propia política, su comodidad y su
egoísmo. Nosotros, para participar del Reino de Jesús, debemos estar atentos a su
verdad, que nos la va proclamando a través de todo su Evangelio cada domingo.
El Reino de Jesús tiene una dimensión muy diferente de los reinos de este mundo.
Es un reino de amor, de gracia y de paz , un reino que está por encima de las
ambiciones humanas. Por eso aquellos que tienen ambiciones terrenas, aunque estén
muy metidos entre cosas religiosas, están fuera, al menos entonces, del reino de
Jesús. Es un reino que comienza ahora, pero que tendrá su culminación o plenitud en
la otra vida. Con varias parábolas describió Jesús este Reino: Es como un grano de
mostaza pequeño, pero que se va agrandando, aunque se le note poco. Es como un
fermento que está en el mundo; es como un tesoro escondido en el campo.
En fin, que el centro de nuestra vida y predicación de la Iglesia debe ser el Reino de
Jesús, y su realización será la unión de todos los bienaventurados en el cielo. No es
algo que está oculto como una quimera. Es un punto de referencia para nuestra
esperanza. Es un mensaje de optimismo, porque sabemos que Cristo triunfará y
porque sabemos que en verdad se va realizando en la vida de la Iglesia y en muchos
corazones que buscan el bien. Cristo es el rey del universo, porque es el mismo Dios
creador de todo. Es rey porque con su sangre mereció la redención de todos los
pecados. Por eso debemos servirle. Servir a Cristo es reinar, es tener la verdadera
libertad. Para ello escuchemos su voz y le sigamos. El debe reinar sobre nuestra
inteligencia, porque es la verdad, sobre nuestra voluntad y nuestro corazón, porque El
es amor. Y en verdad ha sido correspondido por millones de discípulos.