Pautas para la homilía
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Todo el que es de la verdad escucha mi voz
Un reino que no es como los de este mundo.
En nada se parece al de Tiberio, el precepto poderoso de Roma. No es como Pilato
se imagina: Jesús, no es alguien que quiere llevar adelante un sistema, unas ideas
políticas; no tiene afán de acumular, no manda, no se va a defender, no va a
servirse, ni humillar a la sociedad, sino que quiere construir a las personas y a la
sociedad; quiere que las personas vivan erguidas, que participen en la fiesta de la
vida todos. Su realeza le viene del amor que Dios tiene al mundo y Dios le ha
mandado a demostrárnoslo a todos.
Un rey que ha venido a nuestra tierra para ser testigo de la verdad.
Ha venido a manifestar la verdad y a introducirla entre nosotros. La verdad de
Jesús es su propia vida, la que tenemos escrita en los evangelios, esta es la verdad
que nos quiere comunicar. Ella puede transformar nuestras vidas, no se trata de
algo teórico, para aprender sino para vivir. Nos dice, que los hombres tenemos
salidas, tenemos futuro, pues el mundo, como obra de Dios, está llamado a la
plenitud de la felicidad. El sueño de Dios es que todos los hombres tengamos éxito
y seamos felices.
La verdad y la mentira.
Tarde a temprano todos los seres humanos nos planteamos cual es el sentido de
nuestra vida. No lo podemos eludir y tenemos que ser sinceros y honestos,
vengamos de donde vengamos (del haber abandonado a Dios, de no hacernos falta
para nada y haberle despedido, de un montón de incertidumbres que nos tienen
confundidos, …), pues la búsqueda en la incertidumbre no nos la podemos quitar de
la cabeza.
Jesús no es el propietario de la verdad, ni se la impone a nadie, ni la controla en los
que le acogen como un juez implacable, sino que él la vive y la expone; quiere
contagiarla y que sea nuestro atractivo; nos ayuda y propone que miremos al
evangelio, porque él la vive así. Si queremos estar en la verdad, tenemos un
criterio que el propio Jesús expone a Pilato: participar en la verdad es escuchar su
voz, su vida, su evangelio. Justo lo que no ha hecho Pilato, pues quiere quitárselo
del medio.
La mentira, parece que no nos inquieta, quizás porque estamos demasiado
rodeados de ella, porque nos falta vivir en la sinceridad que la denuncie, porque la
hemos aceptado como algo necesario. ¿Por qué la hemos adoptado como
compañera de camino? ¿Es una resignación porque nuestra sociedad está habitada
por ella, en la política, en la información, en tantos terrenos donde pisamos?
¿Podemos admitir que así llegamos a hacer una sociedad más justa y más humana?
Si se calumnia al adversario, si se engaña al pueblo ofreciéndole protagonismo pero
no dándoselo, ¿podremos hacer una sociedad más humana y más justa? La verdad
nos hará libre, nos dice Jesús.
Pilatos después del careo con Jesús le manda a la cruz.
El mundo del mal, de la mentira, la injusticia, la violencia y la muerte parecen
vencer, pero no, Jesús va al trono, la cruz es la verdadera entronización y muestra
de su realeza. Y desde ahí las palabras que parecían irónicas de Jesús: ¡He aquí el
hombre Ecce Homo! suenan de otra manera, pues el crucificado, no es el
fracasado, sino el hombre verdaderamente libre, capaz de entregarse y darse por
los demás, el servidor, el hombre más humano y plenificado como hombre,
hermano y muy humano. Esta es su verdadera realeza.
“Escuchar su voz”
“Escuchar su voz” en esta estampa de la cruz no es para escandalizarnos, ni para
decir: qué bueno era, cuanto hizo por nosotros, sino para implicarnos en los
procesos históricos de nuestra sociedad y nuestra vida para que su reino sea una
realidad y no se retrase más en el mundo, pues en palabras del apocalipsis: Aquel
que nos está amando, que nos libró de nuestros pecados con su sangre, … nos ha
hecho reino y sacerdotes para reinar, son nuestra esperanza y el verdadero don
que hemos heredado: reinar con su forma de vida, siendo todos sacerdotes,
devolviéndosela en alabanza. Que se pongan a temblar los reinos de la tierra, pues
esta es nuestra victoria.
Fr. Pedro Juan Alonso O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)