1ª semana de Adviento. Martes: Lc 10, 21-24
Estamos comenzando el Adviento, que es el comienzo de un nuevo año litúrgico,
algo así como un nuevo curso, en el que Jesucristo nos quiere enseñar muchas cosas
provechosas para nuestra salvación. Y para que podamos aprender sus enseñanzas y
las asimilemos en nuestro corazón, es necesario tener la actitud de un niño que quiere
aprender. Necesitamos ser sencillos y humildes. Este es el mensaje de este día que
nos da Jesús. Aunque creamos que estamos adelantados en virtud, para Dios siempre
somos niños. Si logramos ser ante Dios como niños, podremos escuchar de Jesús lo
que hoy les dice a los apóstoles: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”.
Acababan de llegar los 72 discípulos, a quienes había enviado Jesús a misionar por
aquellos pueblos. Llegaban muy contentos por los portentos que habían hecho en el
nombre de Jesús y sobre todo porque veían que los demonios eran expulsados. Jesús
se llenó también de gozo. A veces sólo queremos ver a Jesús triste y serio, que lo
estaba a causa de los pecados; pero Jesús era profundamente feliz con la posesión del
Espíritu Santo. Sobre esta posesión del Espíritu Santo nos habla el evangelio cuando
salió Jesús del bautismo. Uno de los frutos del Espíritu Santo es el gozo, la alegría.
Ahora Jesús hace salir al exterior el gozo que tenía en su corazón, e “inundado de
gozo” comienza a alabar a Dios Padre. Se le nota a Jesús radiante. Lo manifiesta en
sus palabras, aunque sería grandioso poder ver sus gestos, su tono de voz, su rostro.
Alabar y bendecir a Dios es la oración más hermosa, juntamente con la acción de
gracias. Hoy le alaba y da gracias por las maravillas que hace en el corazón de la gente
sencilla. Sencillo es aquel que es diáfano y transparente, el que no oculta nada, quien
no tiene doblez. Y lo contrapone a los “sabios y prudentes”. Porque hay mucha gente
que se cree que no necesita nada de Dios, se creen muy sabios, pero en realidad se
van alejando del supremo Bien y la suma Verdad. Los sabios y prudentes no aceptan la
palabra de Dios porque se creen autosuficientes. Algunos se creen mejores porque
creen unirse con Dios sin pasar por Jesucristo, cambian la verdadera fe por ideologías
que les parecen más modernas, por falsos espiritualismos. Y lo peor es que desprecian
a quienes tienen el corazón sencillo ante los mensajes salvadores de Jesús.
Pero Dios ha escogido siempre a los sencillos de corazón para sus grandes obras.
En la Biblia aparece muchas veces este aspecto: desde David, que era el último de los
hermanos, hasta la Virgen María, quien en el Magnificat dijo que Dios iba a exaltar a los
humildes. Jesús lo hace en su vida, como cuando alabó a la viuda pobre que echa
unos centavos para el templo. En la historia de la Iglesia encontramos que cuando la
Virgen María quiere darnos alguna revelación especial, se aparece a los humildes,
como Juan Diego, Bernardette o los pastorcillos de Fátima.
Jesús nos entrega el misterio de su Reino, pero sólo lo comprenden los humildes y
sencillos. Ser sencillo es permitir que Dios venga invadiendo todos los ámbitos de la
vida: ilumine el pensamiento, fortalezca la voluntad, oriente los sentimientos y que
marque el criterio de nuestro comportamiento. En una palabra; que Jesús sea nuestro
Señor , no que lo sean las riquezas o el poder. Si Dios es el Señor, vendrá la verdadera
alegría. No una alegría externa y pasajera, como algunos esperan para Navidad, sino
la alegría que sale del corazón, la que espera Dios en la Navidad: un acrecentamiento
de la salvación para nosotros, para nuestros hogares y para el mundo entero.
Esto es lo que nos pide la Iglesia en el Adviento: que tengamos el corazón abierto a
las gracias de Dios, pues las quiere derramar en abundancia al recordar su venida en
la primera Navidad. Abrir el corazón al don de Dios y alegrarse por la salvación es ser
humilde y sencillo ante el Señor. Ver lo que otros no ven es descubrir la presencia de
Dios y salir a su encuentro con expectación. Jesús les invita a sus discípulos a que se
alegren porque el plan del Reino puede hacerse realidad.