2a. Semana de Adviento: Lunes
Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores
de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de
Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos
hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle,
para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a
causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través
de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de
ellos, dijo: "Hombre, tus pecados te quedan perdonados". Los escribas y
fariseos empezaron a pensar: "¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién
puede perdonar pecados sino sólo Dios?" Conociendo Jesús sus
pensamientos, les dijo: "¿Qué están pensando ustedes en sus corazones?
¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te quedan perdonados", o decir:
"Levántate y anda"? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en
la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: "A ti te digo,
levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". Y al instante, levantándose
delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa,
glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios.
Y llenos de temor, decían: "Hoy hemos visto cosas increíbles" (Lucas 5,17-
26).
La mayoría de las personas que acudían a Jesús lo hacían buscando curaciones
milagrosas. Su fama se había extendido tanto que incluso algunos paganos se
acercaron a Él con ese fin.
En el caso que comentamos se trataba de un paralitico que fue llevado, en una
camilla, a la casa donde Jesús estaba. Pero era tal el gentío que a los hombres que
lo llevaban se les ocurrió subirlo al techo y desde allí, abriendo un hueco, bajarlo
ante el Divino Maestro.
Jesús quiso aprovechar la fe de aquellos hombres para enseñarnos a buscar, no
sólo la salud del cuerpo, sino también la del alma. El pecado produce en nuestro
espíritu enfermedad y muerte.
De ahí que dijera al paralitico: “Tus pecados te quedan perdonados”. Pero los
escribas y fariseos, que casi siempre buscaban criticar al Señor, se pusieron a
pensar en que Jesús había dicho una blasfemia.
Se olvidaron de que Jesús podía leer sus pensamientos. De ahí que les diese esta
respuesta: Ustedes creen que solo Dios puede perdonar pecados. Supongo que
piensen también que sólo Dios puede curar a este paralitico. Pues para que vean
que yo sí puedo perdonar pecados, miren lo que hare con este paralitico.
Fue entonces que Jesús dijo: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu
casa". De inmediato el hombre se levantó, cogió su camilla y se marchó alabando a
Dios, ante la estupefacción de los presentes y la vergüenza de los escribas y
fariseos.
También nosotros tenemos el peligro de acudir a Jesús sólo cuando sentimos una
necesidad, sea ésta enfermedad propia o de otros, situaciones económicas o
problemas de cualquier índole. No es que eso sea malo, pero si no nos acercamos
también a buscar la limpieza y vida de nuestra alma, habremos equivocado la
forma de encontrar al Señor.
El nos invita a acudir a Él. Así nos dice: “Vengan a mí todos los que están fatigados
y sobrecargados, y yo les daré descanso” (Mateo 11,28). Pero a renglón seguido
agrega: “Pongan sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas*11,29).
Sigamos a Jesús. El cuidará de nosotros como el Buen Pastor a sus ovejas. Sólo con
El tendremos la verdadera salud de alma y cuerpo. Sólo con El podremos lograr la
eterna salvación.
Padre Arnaldo Bazan