Crecer en cristiano
La vida es movimiento, dinamismo, desarrollo. Lo contrario sería parálisis, involución,
embitrinamiento que es constituirse en simple pieza de museo. John Kennedy decía que
“el conformismo es el carcelero de la libertad, el enemigo del crecimiento”. Por lo mismo,
la vida necesita de ciertas dosis de rompimiento, de inestabilidad, un juego doble de
inquietud y de desapego. Nos morimos cuando nos adaptamos al molde de la estructura.
Pablo da gracias a Dios porque su parroquia de Filipos crece. Hoy apenas nos contentamos
con sobrevivir y mantener en la mínima expresión el número de nuestros feligreses. Ni
siquiera nos preocupamos de su calidad de vida, de su calidez relacional, solidaria, creativa.
Mucho menos de su dimensión expansiva, es decir, misionera, más allá de sus propias
fronteras. Y qué tal el verbo del Papa Francisco: ¡Salir!
El Profeta Baruc clama porque su pueblo se ‘despoje’, tire al viento sus andrajos, busque
con ansiedad la novedad de su corazón. En el lenguaje bíblico se dice: “Rasgar las
vestiduras” y en el lenguaje profético: “Conversión”…es el crecimiento de la fe, es romper
con ataduras atávicas, es deshacerse de lo accidental, superficial y apropiarse de lo esencial
que es la fuerza de la vida, la pasión por Jesucristo.
Juan recibe la Palabra en el desierto. Allí donde el silencio se vuelve espesura y fecundidad.
La asimila, la hace crecer como un propio de su vida para luego darla, digerida ya en acción
como testimonio que atrae, contagia y multiplica in crescendo, en fuerza centrípeta de
conversión, de profetismo para todo el pueblo. Y lo que se había acunado en el silencio,
ahora se transforma en trueno, ráfaga, clamor, voz que grita. Ya no hay excusa para la
conversión al ritmo del crecimiento evangélico.
Cochabamba 06.12.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com