Posibilidad del encuentro
Vivimos solos en medio de una multitud de anónimos. Desconocidos entre gentes
despabiladas, aturdidas, conectadas en red sin sentimiento y sin conciencia. Perdimos la
noción del encuentro, de la amistad, de la cercanía. Somos robot. Se nos manipula,
recibimos órdenes, cumplimos roles. El gozo y la vivencia de la relación han perdido su
energía, su mística, su carisma. Nos hemos vuelto utilitaristas, mediáticos, virtuales.
María ha recibido un don, un regalo: El Espíritu, la gracia de ser Madre. No se lo guarda
para sí misma. Quiere compartirlo, entregarlo. Más aún, proclamarlo, gritarlo. Está poseída
de una fuerza embriagadora, energetizante. Y sale a prisa a la montaña a visitar a su Prima
Isabel quien, a su vez, ha sido favorecida con el don de la maternidad en edad ya avanzada,
porque “para Dios no hay nada imposible”.
Y tiene cumplimiento un encuentro vibrante donde dos criaturas, ya desde el seno materno,
identifican, como leyéndolo a voces, el Proyecto de salvación del Dios Padre para toda la
humanidad. La escena no podía ser más artística con pinceladas de inocencia y pudor: En
claro oscuro, Isabel con todo el Antiguo Testamento en sus entrañas sale a recibir a María
que lleva en su seño la Luz del mundo. Encuentro de dos Testamentos: Juan y Jesús.
Se sientan las bases de una escuela de relaciones humanas impredecible: La juventud y la
mayoría de edad; la tradición y la novedad; lo caduco y lo que se abre paso; la vida que
brota a borbotones; los roles que se respetan y se estimulan; la niñez en flor; los ambientes
que se llenan de alabanza y bendición; el esfuerzo y la cercanía; la celebración que perdura
por generaciones. Este es el evangelio que se nos comunica en la Navidad. Un don.
Cochabamba 20.12.15
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com