3ª semana de Adviento. Lunes: Mt 21, 23-27
En esta parte central del Adviento la Iglesia todos los días nos presenta algo de la
figura de San Juan Bautista, el precursor del Señor, para invitarnos a preparar el
corazón dignamente a la venida de Jesús en la Navidad y en sus continuas venidas a
lo largo de nuestra vida. Hoy nos habla de la gran autoridad moral que tenía el Bautista
sobre la gente, especialmente por su manera de vivir.
Esto fue a propósito de la pregunta que le hacen a Jesús los sumos sacerdotes y
ancianos del pueblo. Estamos ya en los días primeros de la semana santa, cuando
Jesús, pasando la noche en Betania, iba durante el día a Jerusalén, al templo, para
seguir presentando su mensaje a los de buen corazón en los atrios del templo.
Estaba Jesús explicando su doctrina, como siempre sobre la bondad y el amor,
cuando se acercan los sumos sacerdotes, que se creían dueños del templo, para
recriminar a Jesús por lo que había hecho el día anterior, al arrojar a los que vendían
animales en aquellos atrios. Los sacerdotes veían muy bien esas ventas allí, porque
sacaban ellos pingües ganancias materiales.
Le hacen una pregunta, que les parece clara y determinante: “¿Con qué autoridad
haces estas cosas?” Claro que se referían específicamente a lo del día anterior. Jesús
no les responde directamente, sobre todo porque aquellos que se han opuesto
sistemáticamente a todo lo de Jesús durante aquellos años, no estaban en condición
de cambiar por una frase. Estaban llenos de soberbia y de envidia o de odio, y todo lo
que dijera Jesús lo iban a ver con sus ojos turbios por el mal.
Así pues Jesús no responde directamente, pero tampoco les desprecia. Les hace
otra pregunta, prometiéndoles que, si responden, él también responderá directamente a
lo que le han preguntado. Les pregunta sobre la autoridad del bautismo de Juan, que
es preguntarles sobre su predicación y mensaje de conversión. Jesús les pregunta si el
bautismo de Juan procede del cielo, es decir, con la autoridad moral del mismo Dios, o
es de los hombres, una invención humana sin relación a Dios.
Aquellos sacerdotes ven que la respuesta les va a poner en un gran aprieto, pues si
responden que el bautismo de Juan es cosa de Dios, Jesús les preguntará por qué no
lo han seguido. Pero si responden que es cosa humana, van a contradecir a toda la
gente que tienen a Juan por profeta, es decir, enviado por Dios. Por lo cual no
responden ni sí ni no, sino que dicen: “No sabemos”. A esta respuesta Jesús también
es consecuente diciéndoles que él tampoco les va a decir con qué autoridad hace
semejantes cosas, en relación con el templo.
Hoy pasa lo mismo con muchas personas que, por estar envueltas en vicios y
pecados, no saben ver las razones que la Iglesia y el papa dan a muchos
acontecimientos en el mundo. Todo lo ven de otra manera, porque los vicios no les
permiten ver la presencia de Dios en nuestras vidas. También hoy Jesús, en su venida,
nos cuestiona sobre muchos detalles en nuestro proceder.
A veces Dios nos habla, no sólo por los responsables en la Iglesia. Es hermosa la
primera lectura de hoy sobre la profecía de Balaam. Éste era un famoso adivino
pagano cuando los israelitas iban llegando a su tierra prometida. Debían pasar por la
tierra de los moabitas y el rey de Moab contrata a Balaam para que maldiga a los
israelitas. Pero Balaam, inspirado por Dios, sólo dice bendiciones y profetiza que habrá
un descendiente, la “estrella de Jacob”, que hará grande a ese pueblo y al mundo.
Desde los santos padres se ha visto como promesa mesiánica. Y nosotros vemos
que Dios nos habla de muchas maneras. Dios viene a visitarnos a veces a través de
personas, que nos parecen poco religiosas. Nosotros también podemos ser portadores
de mensajes de Dios, si somos capaces de ponernos en sus manos, para que Él
disponga de nuestras vidas. Eso será fuente de nuestra felicidad.