3ª semana de Adviento. Martes: Mt 21, 28-32
En este tiempo de Adviento la Iglesia nos habla de que debemos prepararnos para
la venida del Señor. El viene continuamente a nosotros y de una manera especial y
tierna en los días de Navidad. La preparación no consiste sólo en figurar que somos
creyentes y menos en hacer ostentación externa sin cambio interior. Hoy el evangelio
nos explica una vez más aquello de: “obras son amores y no buenas razones”.
Jesús estaba en los últimos días de su vida y aparecen más en el evangelio las
ideas de Jesús contrarias a la manera de pensar de las autoridades religiosas de Israel.
Dice varias parábolas en que el principal sentido es el rechazo de Dios ante la manera
de ser de esas autoridades con la promesa de que otros pueblos y naciones serán
dignos de las complacencias de Dios. Hoy les dice una parábola sobre el
comportamiento de dos hijos. Al primero le dice que vaya a trabajar a la viña; pero le
dice que no. Sin embargo luego se arrepiente y sí va. El otro le dice que sí va, pero en
realidad no va. Cuando Jesús les dice quién ha cumplido la voluntad del padre, tienen
que responder que el primero. Ahora Jesús pronuncia unas palabras muy duras contra
aquellos jefes espirituales del pueblo, porque algunos, que por éstos son tenidos por
pecadores, al haberse arrepentido, son tenidos por Dios por más justos que ellos, que
pareciendo muy respetuosos en realidad no cumplen la voluntad de Dios.
Esta es una gran enseñanza para todos nosotros, porque para salvarse no bastan
las buenas palabras y los buenos propósitos, sino los hechos de vida. Claro que hay
que comenzar con un buen prop￳sito, pero que sea un “quiero” de verdad, no un
“quisiera”, que se queda en el aire, porque, como dice el refrán: “del dicho al hecho hay
mucho trecho”. A veces el “cumplimiento” se queda en cumplo y miento.
En el tiempo de Jesús el pueblo estaba dividido en dos categorías: los pecadores y
los justos. Estos permanecían fieles a la religión oficial y se creían los únicos
agradables a Dios. Pero en realidad todos son hijos de Dios y a todos busca el Señor
como Jesús buscaba “la oveja perdida”. Lo que hoy nos quiere decir Jesús es que son
menos apreciados por Dios los que quieren figurar y aparecer que los que actúan de
verdad. La piedad de los fariseos era vacía: no practicaban la justicia y despreciaban a
los demás, pensando que ellos eran los únicos justos. Para Jesús los justos son los
que obedecen la voz de Dios, a través de los mensajes de Juan Bautista o del mismo
Jesucristo, aunque antes hubiesen sido pecadores y despreciados por la sociedad.
Estas palabras de Jesús tuvieron que ser muy hirientes para aquellos que
presumían de ser justos. ¿C￳mo unos “pecadores” iban a estar por delante de ellos en
la apreciación de Dios? Simplemente porque, al no actuar según la justicia de Dios,
ellos no eran justos sino pecadores ante Dios. Algo de esto nos puede pasar a
nosotros, que estamos muy metidos en cosas de iglesia, pero quizá hacemos las cosas
según nuestro capricho humano y no mirando a ver cuál es la voluntad de Dios. No es
fácil en muchos momentos conocer esta voluntad de Dios. Por ello en las vísperas de
Navidad debemos tener cada vez más un “coraz￳n de ni￱o” para poder conocer qué es
lo que quiere Dios de nuestra vida y estar dispuestos a realizarlo.
Muchas veces juzgamos a la ligera sobre quién es más o menos bueno. Sólo Dios
lo puede conocer, porque El es quien ve nuestras intenciones. Lo importante es hacer y
seguir haciendo el bien. El día del juicio Dios no premiará nuestros propósitos o
nuestras buenas palabras, ni el haber dicho muchas veces: “Se￱or, Se￱or”, sino si
hemos actuado bien, si hemos hecho muchas obras de misericordia. El premio no se
dará al que más brillo ha tenido social o religioso, sino al que más progreso ha tenido,
aunque antes haya sido un pecador. Si ya hemos dado un buen paso porque no
creemos ser pecadores, no basta con estar “instalados”, sino progresar; porque la
religión es una vida y la vida debe estar en un continuo crecimiento.