17 de Diciembre: Mt 1, 1-17
Comienza hoy una especie de novena de preparación para la navidad. En realidad
son ocho días, durante los cuales en el evangelio se lee lo que los evangelistas nos
narran sobre sucesos antes de nacer Jesús. Hoy comienza san Mateo hablando de la
genealogía de Jesús. Es el comienzo de su evangelio.
Se trata de un grupo de nombres, que en verdad, en una lectura seguida, se hace
un poco aburrido, sobre todo porque de muchos se ignora todo según el Antiguo
Testamento. De algunos lo que se conoce no es muy edificante. Sin embargo tiene
mucha importancia. San Mateo comienza diciendo que va a escribir el evangelio de
Jesús, que es el Mesías. Esto es lo que significa la palabra “Jesucristo”. Y como su
evangelio lo dirige principalmente a los que se habían formado según las leyes y
costumbres hebreas, quiere certificar que Jesús es el Mesías que había sido anunciado
y prometido, y por lo tanto era hijo de Abraham y de David. Para ello, como a los
personajes importantes de la historia, va nombrando su genealogía. Dentro del
conjunto de las tribus de Israel tiene mucha importancia la tribu de Judá. A ella
pertenecía el rey David. Hoy en la primera lectura nos presenta a Jacob que, al
bendecir a sus hijos, expone la preeminencia de Judá y de un sucesor que estará
destinado a dominar al mundo. Ese será el Mesías dominando por el amor.
Es cierto que en esta genealogía históricamente hay inexactitudes y faltan muchos
eslabones. Lo importante es certificar que Jesús es hijo o descendiente de Abraham y
de David. Esta genealogía está puesta de forma un tanto artificial. Se divide en tres
partes con 14 nombres cada una. El número 14, al ser el doble de 7, número perfecto,
significaría perfección y plenitud.
Lo primero que quiere expresar es que Jesús no vino de otro planeta o algo
parecido, sino que pertenece no sólo a la raza humana, sino que está enraizado en el
pueblo de Israel, de modo que en Jesús se cumplen las profecías del Antiguo
Testamento. Si Dios dirige la historia, como aparece en la Biblia, la presencia de Jesús
y su salvación pertenece a una providencia especial.
El hecho de que haya pecadores entre sus ascendientes nos viene a decir que
Jesús entró en la raza humana tal y como es, con defectos, aunque el último eslabón,
su madre, resplandece con total pureza. Como san Mateo dirigía el evangelio a
hebreos, la ascendencia termina en José, por la importancia de la legalidad.
En la genealogía aparecen cuatro mujeres, de las que tres son extranjeras. Quizá
quería expresar que Jesús venía a ser salvador, no sólo del pueblo de Israel, sino de
toda la humanidad, envuelta en defectos e imperfecciones.
Hoy también en la liturgia comienza una serie de antífonas importantes que
comienzan con una exclamación: “Oh”. Significa como un estupor ante Jesús que viene
a salvarnos. Son alabanzas al Salvador. La de hoy nos habla de la sabiduría del
Altísimo. A esta sabiduría, que todo lo dispone con fuerza y dulzura, pedimos que nos
enseñe el camino de la vida. Hay mucha gente que estudia mucho y adquiere muchas
partes de sabiduría; pero quizá les falte la verdadera sabiduría, que es la realidad de
nuestra existencia, de donde venimos y a donde vamos.
La Biblia nos muestra cómo el pueblo de Israel, como los demás aunque de forma
más consciente, es un pueblo en marcha al compás de las obras de Dios que le quiere
conducir por buenos caminos. Pero como Dios respeta la libertad humana, ese pueblo
se apartaba del camino. También nos pasa un poco a todos. En estos días anteriores
de la Navidad pidamos a Dios que no se pierda el santo estupor ante el gran amor de
Dios al hacerse hombre; pero sobre todo que no perdamos el camino o al menos lo
enderecemos, para que acojamos a Jesús en la Navidad en nuestro corazón y su
venida nos llene de la verdadera alegría de los hijos de Dios.