III Domingo de Adviento, Ciclo C
En Plena Campaña
Padre Pedrojosé Ynaraja
En plena campaña electoral, en España, me encuentro y pese a que al escoger el
sacerdocio renuncié no solo al matrimonio y a la paternidad, sino también por
supuesto lo hice a la participación en la administración de la cosa pública, aun así,
debo tragarme discursos y más discursos electorales e, indudablemente, los juzgo.
De uno u otro bando, todos dicen que son los mejores y que el que se encuentra en
el otro extremo ideológico, es el peor y el más peligroso de los mortales. Observo,
no me toca otro remedio si vivo y quiero compartir los avatares de la actualidad en
la que me toca vivir, el decorado, los ademanes, el entorno, de muchos de los
mítines que se convocan. Todo está minuciosamente escogido para que resulte
atractivo el programa que vocean. Lo que vendrá después, ganen o no ganen, es
una incógnita. Lo que cambiará será muy poco, aunque nos anuncie cada uno que
va a ser radical e inmejorable el porvenir si ganan. Hay que empaparse y conocer
estas características, antes de entrar y escuchar el mensaje evangélico. Si lo
hacemos así sabremos calibrarlo.
2.- La primera consecuencia que sacamos, es que choca esta escenografía con la
que nos ofrece el discurso de Juan, el Bautista, el Precursor. Especialmente el de
estos días, los del Adviento, preludio de un cambio que debe suponer para cada
cristiano la próxima Navidad. De un mejoramiento, de acuerdo con los deseos del
Señor. A vosotros, mis queridos jóvenes lectores, se os propone, sea por parte del
comercio o la política, un futuro en el que el triunfo, el éxito, el placer, estará al
alcance de los emprendedores, de los ambiciosos y de los potentes. Se anuncian
facilidades para conseguirlo. Pasa el tiempo y en la inmensa mayoría de los casos,
el éxito, el mando, el dominio, lo ejercen, con más o menos ambición,
manipulando. Sabéis que en algunos casos, en el mundo de los negocios o de la
política, en el del deporte o en el del espectáculo, quien se exhibe, se aprovecha de
esta situación en favor propio.
3.- Juan estaría próximo a cumplir los cuarenta años. La plenitud de la edad. Había
salido, pocos lo sabían, después de haber llevado una vida en un desierto incognito,
alimentándose frugalmente y meditando. De nada se vanagloriaba, de nada
presumía, nada para sí solicitaba. Él exigía. Y, sorprendentemente, o tal vez
asombrados de su honradez, algunos de diferente procedencia, le preguntaban, le
pedían consejo, orientación. A algunos que eran ricos, no os olvidéis mis queridos
jóvenes lectores, que vosotros lo sois, y yo también, les dice que compartan sus
bienes. Compartir en el hoy, no calculando lo que tal vez precisaremos el año que
viene y debemos tener ya ahora ahorrado para entonces.
4.- No es momento ahora de explicar con detalle en qué consistía el oficio del
publicano. Traducirlo por el de cobrador de impuestos, como los que a esto se
dedican entre nosotros, no sería correcto. Digamos que eran personas que se
aprovechaban de su posición para cobrar más de lo que en justicia correspondía,
como tantos hoy se aprovechan de las situaciones que les son propicias. Juan les
dice que obren bondadosamente, con candidez, sin tratar de hacer trampas. Y
nosotros ¿seguimos tales enseñanzas? ¿Estamos pensando en aprovecharnos de las
carencias de los demás, para adueñarnos de lo que podamos?
5.- La profesión castrense es aun hoy en día, muy compleja y diferente según los
casos y lugares. La idiosincrasia de un militar inglés, difiere de la de un francés, de
la de un español, de la de un marine americano, de la de un miembro de la legión
extranjera, o de un casco azul. La condición de los que se acercaron al Precursor no
sabemos cuál sería. ¿Soldados romanos o de la autoridad judía? ¿Reclutas u
oficiales? En todos existe la posibilidad de dominio, es una de sus peculiaridades.
Deben ejercer según estricta justicia. ¿Nosotros, seguimos el mismo criterio cuando
se nos otorga alguna autoridad y poder, aunque se reduzca a la de ejercer de
árbitro?
6.- ¿Quién era este hombre? La gente se preguntaba. ¿Era un intrigante, un
embustero, un superhombre? Su primera cualidad, sorprendentemente, era la
humildad. Su grandeza estaba en su modestia. Su valer, paradójicamente, estaba
en la fidelidad a Alguien que no conocía, pero que intuía, que se le había revelado
que era el Salvador.
7.- La descripción simbólica de su oficio, mis queridos jóvenes lectores, os será
para la mayoría de vosotros confusa. En realidad describe una maniobra que ya no
se ejerce. Yo llegué a observarla alguna vez. El agricultor, después de haber trillado
la mies, aprovechaba un día seco y de viento ligero para, fijo como un clavo en la
era, levantar la parva con el gran tenedor de una rama dividida en su extremo en
cuatro ramitas que era la horca y dejarla que el lívido soplo se la llevara. El grano
caía cerca y se guardaba, la paja iba un poco más adelante, el tamo o sea el
polvillo y la cáscara que envolvía la semilla, de nada servía, ni se podía almacenar
ni pretender que algún animal se la comiese sin peligrar que se atragantase, ni
siquiera las hormigas se lo llevan, había, pues, que quemarlo.
8.- Ahora se me ocurre que el equivalente al tamo tal vez corresponda a los que
vulgar e irónicamente llaman jóvenes “ninis”, que ni estudian, ni trabajan. Quien
así se encuentre por vagancia, deberá examinarse a la luz de lo que se anuncia.
Provechoso Adviento, os deseo, mis queridos jóvenes lectores. Y que de ninguna
manera seáis ninis.