SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
8 de Diciembre de 2015
Gén 3, 9-15.20; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo , decía la carta a los
Efesios que hemos escuchado. Y nos eligió , decía aún, en la persona de Cristo ;
pensándonos, amándonos, unidos a su Hijo. Y ello para que fuésemos santos . Esta
elección por parte de Dios de la que habla el Apóstol, tiene, queridos hermanos y
hermanas, una dimensión única en el caso de María, la que debía ser la madre del
Mesías, del Hijo de Dios hecho hombre.
La oración colecta del inicio de esta celebración, lo decía de una manera muy concisa
y muy profunda. De tal modo que, si nos fijamos con un cierto detalle, podemos
penetrar más el significado de nuestra fiesta de hoy. Os Invito a repasar esta oración.
Dios hizo a María Inmaculada, afirma; es decir, sin mácula, llena de gracia, toda santa;
de ahí la expresión que fue tan popular en nuestra tierra para responder al "Ave María
Purísima": "sin pecado fue concebida". Desde el inicio de su existencia, María no ha
padecido las consecuencias que se derivan de la transgresión del mandato divino por
parte de los primeros padres, tal como hemos escuchado en la lectura paradigmática
del libro del Génesis. La consecuencia de esto fue que, en los inicios, el ser humano
dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador e hizo un mal uso de su
libertad (CEC, 397); así quedó privado de la santidad, vio debilitado su vigor espiritual,
se separó de Dios y se inclinó al mal, al egoísmo y a la violencia. No fue así, sin
embargo, para María. No debido a sus méritos, que antes de ser concebida no podía
tener ninguno, sino por pura gracia de Dios que anticipó para ella el fruto salvador de
la muerte de Jesucristo. Y lo anticipó para que, en el momento de la encarnación, su
Hijo encontrara "una digna morada" (oración colecta) en las entrañas de su Madre,
encontrara una Madre toda santa, toda dada a Dios. La Inmaculada nos remite, pues,
al amor de Dios y a su elección para que fuésemos santos . Ella fue elegida desde el
principio para que fuera santa, con una santidad eminente debido a la relación única
que debía tener con Jesucristo.
Este don hecho a María, sin embargo, está en función del amor de Dios a la
humanidad. Él la eligió porque quería rehacer la elección a favor de todo el género
humano, que él ama entrañablemente. Por ello, a través de las entrañas de María, nos
entregó a su Hijo para que nos sacara de la situación donde nos había llevado la
desobediencia de los primeros padres y así poder derramar en nuestros corazones su
Espíritu.
En la Inmaculada vemos cómo el amor divino para con cada persona humana se
transforma en misericordia que se derrama sobre la humanidad caída en la miseria, el
pecado, las idolatrías humanas, la violencia, para llevar curación, para restaurar en
cada uno la dignidad perdida, para ofrecer la salvación. En una palabra, para que la
humanidad pueda recuperar la dignidad de ser sus hijos por Jesucristo , según la
benévola elección que había hecho de todo el género humano antes de crear el
mundo.
A la luz de la Palabra de Dios, los cristianos no tenemos un optimismo ingenuo ante la
realidad humana, pero tampoco un pesimismo falto de esperanza. Sabemos que la
naturaleza humana ha sido herida debido a la transgresión de los orígenes y que, por
ello, está inclinada al mal. Pero contemplando el plan del amor misericordioso de Dios
para liberarnos -este plan que tiene las primicias en la Inmaculada concepción de
María- tenemos una confianza serena en Dios que nos mueve a ser humildes y a
trabajar en el combate espiritual para ir venciendo el mal a fuerza de bien. Sabemos
que la misericordia divina se desarrolla en un mundo falto de misericordia y de
compasión; en un mundo donde crece la miseria, la marginación, la violencia. Pero
estamos llamados a luchar contra todo lo que lleva a la destrucción y a la muerte. Y a
sembrar semillas de reconciliación, de amor y de paz. Por eso la oración colecta inicial
de la solemnidad de hoy nos mueve a pedir, por intercesión de Santa María, de ser
"purificados", de avanzar por el camino de la santidad y así llegar al término de la
vocación que Dios ha dado a toda la humanidad: ser semejantes a Jesucristo y
disfrutar de toda clase de bienes espirituales en el Reino del cielo.
Esta es la llamada que ha recibido todo hombre y toda mujer venidos al mundo. Para
facilitar que pueda ser acogida y hecha realidad, el Papa Francisco ha establecido un
año santo centrado en la misericordia. Este año se inicia hoy en la basílica de San
Pedro del Vaticano y se abrirá a las diócesis esparcidas por el mundo el próximo
domingo, cuando la Iglesia se alegrará por la inminencia de la solemnidad del
nacimiento de la Misericordia divina hecha hombre que es Jesucristo. El Papa ha
dispuesto que este año santo se inaugure hoy, coincidiendo con los 50 años de la
clausura del Concilio Vaticano II porque quiere que, como san Juan XXIII decía que
tenía que hacer el Concilio, la comunidad eclesial continúe usando " la medicina de la
misericordia "en vez de las" armas del rigor ". Y ello en una doble dimensión; la de
acoger el amor misericordioso de Dios hacia cada uno de nosotros, y la de ser testigos
e instrumentos de esta misericordia para con los demás, empezando por saber
perdonar, por saber comprender, por saber servir humildemente por amor a nuestros
hermanos en humanidad. Como lo hizo y hace Santa María. Hoy, pues, damos gracias
por el don que fue el Concilio Vaticano II para la Iglesia y para la humanidad,
renovamos nuestra voluntad de vivir el dinamismo espiritual que el Espíritu Santo
suscitó, y de abrirnos para acoger el amor misericordioso de Dios. En nuestra diócesis,
el Sr. Obispo ha dispuesto que, además de la catedral, esta basílica de Montserrat sea
una meta de peregrinación para vivir el año santo de la misericordia. Y el próximo
domingo abriremos la puerta santa.
Todo en María es obra del amor entrañable y misericordioso de Dios. Lo es a favor de
ella y lo es a favor nuestro, de toda la humanidad. Acojamos, pues, como ella, la
gracia de Dios para que nos transforme y nos haga crecer en santidad y así seamos
capaces de transformar nuestro entorno tal como quiere Dios en su amor. La
Eucaristía es un momento fuerte de esta acogida porque es un momento fuerte de la
acción de la misericordia de Dios para con el mundo. Misericordia anunciada en la
Palabra. Misericordia presente en el sacramento. Misericordia otorgada a los demás
en el beso de paz. Misericordia proclamada por nosotros dondequiera que vayamos.