IV domingo de Adviento/C
Miq 5,2-5ª; Sal 79,2ac y 3b. 15-16. 18-19; Hebr 10,5-10; Lc 1,39-45
¡Dios continúa derramando su misericordia a través de María!
Hemos comenzado el año de la misericordia, convocado por el Papa Francisco. Y
precisamente en este año meditaremos cada domingo el evangelio de san Lucas, el
evangelio de la misericordia. Hoy tenemos el ejemplo de caridad misericordiosa de
María. Ain Karim es el lugar de la misericordia de María para con su prima Isabel,
embarazada, que necesitaba los cuidados y la ternura de María.
¡Dios continúa derramando su misericordia a través de María! El encuentro de las
dos mujeres creyentes está lleno de simbolismo misericordioso: María lleva en su
seno al Mesías, el Dios de la ternura y misericordia, y también Isabel va a ser
madre del Precursor. Las dos están llenas de alegría, las dos han aceptado el plan
de Dios sobre sus vidas y le entonan sus alabanzas, cantando la misericordia
divina.
María “Vive un deseo inagotable de brindar misericordia a la anciana Isabel, fruto
de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. En el
corazón de la Virgen María está el imperativo de escuchar el clamor de los pobres,
el Verbo o Palabra se hace carne en Ella y se estremecen sus entrañas ante la
necesidad de Isabel: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia”
(Mt 5,7) (EG 193).
“El Señor tu Dios, está en medio de ti […], se alegra y goza contigo, te renueva con
su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta” (So 3,17-18). Estas
palabras del profeta Sofonías, dirigidas a Israel, pueden también ser referidas a la
Virgen María, a la Iglesia, y a toda persona, amada por Dios con amor
misericordioso.
Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más
queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María “madre de
misericordia”. Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su seno
la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo.
En la solicitud de María por servir a su parienta Isabel, y en ella a toda la Iglesia,
vemos cómo la misericordia de Dios es el amor que abraza la miseria de la persona
humana. Es un amor que ‘siente’ nuestra indigencia como si fuera propia, para
liberarnos de ella. ‘En esto está el amor: no somos nosotros que amamos a Dios,
sino que es Él que nos ha amado y ha mandado a su Hijo como víctima de
expiación por nuestros pecados’ (1 Jn 4,9-10).
Al igual que María manifestó su misericordia con Isabel con gestos, así también
nosotros en nuestro día a día, en casa, en el trabajo, en el colegio y universidad, en
la calle, en el comercio, en la parroquia, entre los amigos y vecinos, y también para
con aquellos con los que no simpatizamos naturalmente, hemos de ser signos de la
misericordia de Dios a ejemplo de María. Gestos de perdón, ternura, bondad,
comprensión, consuelo, servicio, atención, ayuda (n. 15)
Ahora nos preguntamos ¿mi corazón, está lleno de misericordia para con todos mis
hermanos? ¿Cómo vivo las 14 obras de misericordia que la Iglesia me ha enseñado
en el catecismo, n. 2447? Ahí están resumidas: Dar de comer al hambriento, dar de
beber al sediento, dar posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo,
socorrer a los presos, enterrar a los muertos (materiales). Enseñar al que no sabe,
dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las
injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a
Dios por vivos y difuntos (espirituales).
Que “la dulzura de la mirada de María, nos acompañe en este Año Santo, para que
todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios”. A Ella le pedimos que
este año jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las
personas, las familias de nuestra parroquia (Francisco).
Que nunca olvidemos sus palabras: ¿… no estoy yo aquí que soy tu madre? Madre
de misericordia que nos convirtamos en misericordiosos. Que las comunidades
cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no
admite exclusiones (Francisco).
María, Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos
amados por Dios. Esté cerca de nosotros en los momentos de dificultad y nos done
los sentimientos de su Hijo, para que nuestro itinerario cuaresmal sea experiencia
del perdón, de acogida y de caridad.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)