IV Domingo de Adviento, Ciclo C
“DE TI BEL￉N DE EFRATA, SALDRÁ EL JEFE DE ISRAEL”
Era tan grave la degradación de la vida religiosa de Jerusalén que Miqueas profetizaba
un Mesías pero que no vendría de la suficiencia de esta ciudad, sino de la humilde
Belén, sin gloria humana, pero con la fuerza del Señor para pastorear. El será la paz,
por eso podrán vivir tranquilos.
La sustitución que el profeta hace de Jerusalén por Belén se entiende en quien no
compartía las injusticias que se cometían en Jerusalén.
Proximidad y trascendencia son las características del mesías prometido a Israel en
la profecía de Natán (Sm 7, ciclo B); profecía de una joven en cinta que dará al
mundo el Emmanuel es la característica profética de Is 7 (Ciclo A); en la humildad
de Belén saldrá el jefe de Israel, según la profecía de Miqueas (ciclo C).
Salmo 80. Al que Miqueas llama mesías el salmo le pide “oh Dios restáuranos, que
brille tu rostro y nos salve, pastor de Israel, escucha, despierta tu poder y ven a
salvarnos”.
VISITA DE MARÍA A ISABEL.” FUE A PRISA A LA MONTA￑A”.
Estos relatos son los escritos más tardíos de los evangelios, posteriores a la muerte
y resurrección de Jesús, cargados de la reflexión teológica de la primera comunidad.
María quien era la indicada para ser visitada, se pone en camino para visitar a su
prima Isabel y ponerse a su servicio. “Fue aprisa a la monta￱a”. Es la primera
procesión del Hábeas, el primer sagrario, y el deseo misionero de hacer conocer a
Cristo. La fe no es un asunto privado. María venía de ser visitada por el ángel.
El ángel le había dado un signo a María como prueba de que ella no soñaba; la
llamada estéril concebiría porque para Dios nada hay imposible; y las posibilidades
de Dios son la fuente de todas las posibilidades humanas.
La posibilidad de Dios e imposibilidad del hombre se había dado con Sara (Gn 18),
con Ana, madre de Samuel, (1 Sm1), y con la mujer de Manoj (Jc 13); ahora, con la
prodigiosa maternidad de Isabel y María.
A su vez, Juan, Sansón, Samuel, Isaac son profecías del nacimiento de Jesús. Son
las maravillas de todo encuentro cuando se hace a nombre del Señor.
María fue a buscar este signo, imagen de toda la humanidad. Pero como la anciana
Isabel la humanidad espera la promesa de vida; Dios ha decidido visitar a su pueblo.
Cuando Isabel escuch￳ el saludo se realiz￳ un peque￱o Pentecostés “se llen￳ del
Espíritu Santo, y dijo a voz en grito”.
Isabel llama a María “madre del Se￱or”, expresi￳n reservada en los evangelios a
Cristo resucitado.
“Este será nuestra paz” había dicho Malaquías. Esa paz es la que pone a María en
camino para encontrarse con Isabel y permitir que se encuentren dos niños por
nacer; y uno de ellos, Juan, se alegre a nombre de la humanidad por el nacimiento
del Mesías.
La escena de la visitación es nuestra última etapa de adviento en la preparación de
la Navidad. Es el misterio de la presencia secreta de Dios, revelada por el Espíritu
Santo que produce una alegría tan profunda que podemos saludar a María con Isabel:
“Bendita tu que has creído”.
María tiene mucho que ver con la fe por haber sido la primera creyente, el modelo
de todo creyente.
Donde esta María los hombres se pueden encontrar con Dios; Jesús actúa por María
como por un signo sacramental.
El ministerio de la Iglesia es reunir toda la humanidad y esta misión no se retarda
(María se puso en camino, aprisa). La Iglesia hace que la humanidad no quede
desprovista de gracia, estéril, sino que anuncia la buena nueva a los hombres quienes
a su vez, la reconocen como “bendita entre todas las mujeres y el fruto de su vientre
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Se￱or?” Solo el hombre puede ser
precursor de Cristo hasta poder decir “Yo vivo, pero no soy yo, es Cristo quien viven
en mí”.
EN ADVIENTO TODO ES PERSONALIZADO.
No hay tiempo más personalizado que el Adviento: Juan Bautista, José, María, Isabel,
los profetas; todas figuras llenas de esperanza.
Estamos a sólo cuatro días de la Navidad y el ambiente es todo de Navidad. El Señor
está cerca. Su cercanía llega a la compenetración, a la intimidad. Se hace nuestro
alimento y nuestra savia. No vivirá para sí sino para nosotros, su preocupación y su
tiempo será para entregarse enteramente a nuestros asuntos. Todo esto es ya un
evangelio.
La cercanía de Dios no se refiere solo a que faltan cuatro días, es que faltan pocos
minutos para recibirle en comunión y ahora lo estamos recibiendo en la Palabra.
Pero hay también otro evangelio: El gusto de Dios por lo pequeño. Dios es humilde.
Hasta Belén resultó grande para este Mesías tuvo que nacer fuera de la aldea. Fue
humilde para escoger a su Madre.
Es el mismo Espíritu que había invadido y hecho alegre el encuentro entre María e
Isabel. El encuentro de la visitación leído en Adviento y pocos días antes de la Navidad
nos invita a valorar, sobre todo en estos días, los encuentros personales y a ver con
una mirada diferente todos los variados encuentros de la vida diaria. Bíblicamente
uno no se conoce a si mismo por introspecciones sino por relaciones y encuentros,
en donde me reconozco como solidario o egoísta, mentiroso o sincero, generoso o
envidioso, interesado o agradecido, valores que antes del encuentro andaban ocultos
o limitaciones mal cubiertas. El encuentro y los signos de amistad de la Navidad
despierta la vida nueva en nuestro interior, fueron en un encuentro de fe cuando las
dos criaturas saltaron de gozo en los vientres de sus madres. Juan el Bautista y Jesús
están conectados esencialmente entre sí; en una expresión de experiencia interior
del alma, esta maravillosa leyenda cuenta como Juan había recibido alegremente la
llegada de Jesús, antes, como si fuera que él mismo ya había llegado al mundo.
MADRES DE PROFETAS.
La celeridad del viaje es la premura de la fe de quien lleva en su vientre al Salvador
y quiere compartir su alegría con un encuentro. Aún sin nacer Juan es profeta
transfiriendo a su madre la inspiración para reconocer la futura madre de Jesús,
Mesías que porta en su vientre. Isabel le explica a María como la reconoció como
madre del salvador, “cuando Isabel escuch￳ el saludo de María la criatura dio un salto
en su vientre y llena del Espíritu Santo exclam￳ a voz en grito: “Bendita tu entre las
mujeres y bendito el fruto de tu vientre, ¿quién soy yo para que me visite la madre
de mi se￱or?, “dichosa tú que has creído porque se cumplirá lo que el Señor te
anunci￳” (Evangelio)
¡Habrá un encuentro más profundo que el un niño recién nacido con sus padres,
hermanos y familiares aún sin uso de la palabra!
UN REGALO RICO SIN COSTOS
“Sime￳n tom￳ el ni￱o en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora Señor puedes
dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto al Salvador, luz de los paganos
y gloria de Israel” (Lc 28-32). Esta oración la podemos decir todos los que hagamos
del Adviento una preparación y de la navidad un encuentro. La misión de la iglesia,
las parroquias, otras instituciones religiosas o movimientos laicales, la familia y cada
creyente es facilitar el encuentro con Jesús en el pesebre. El encuentro no puede
dejarse oscurecer por las devociones tan propensas al consumo de los objetos
navideños, es cierto que las devociones de navidad crean bellos sentimientos y
emociones, pero Jesús no vino a emocionar sino a salvar, el pesebre, la novena, los
villancicos y otros anexos muy tiernos son para llevar al encuentro con Jesús. No
lleva al encuentro con Jesús el licor, el consumismo de lo navideño, la pólvora, las
música parrandera y los bailes en torno al pesebre, los regalos, todo esto aunque
haga parte de la cultura hay que desarraigarlo si hace mal, o relativizarlo con una
lectura de la Palabra de Dios que nos da el sentido de lo que estamos celebrando en
relación al advenimiento de un mesías salvador. El mismo niño y sus padres, desde
el pesebre, nos pueden dar el discernimiento de lo que pertenece o no hace parte del
misterio de la navidad, pues casi nada de lo que hoy tenemos como navidad hace
parte del misterio de la encarnación, explicable pero no justificable que la gente esté
más en los almacenes que en la celebración eucarística del Adviento y la Navidad.
Anexo a la alegría de la salvación la Navidad tiene otro evangelio: El gusto de Dios
por lo pequeño y su fascinación por lo sencillo. ¿Por qué van a ser costosos los regalos
nuestros si la riqueza es recibir gratuitamente el Salvador que todos necesitamos?,
incluso Belén fue grande para el nacimiento de un Mesías que necesitaba sólo un
puesto en el corazón.
Nosotros, hoy, le hubiéramos aconsejado que esperara un momento a que la mujer
estuviera más preparada y sus derechos más reconocidos. Así hubiera tenido una
madre más importante y protagonista. Quizás así Él hubiera sido más conocido.
SER SOLIDARIO ES MARCAR EL RITMO DE LA VIDA POR LA NECESIDAD DEL
OTRO, SOBRE TODO EL POBRE.
La Visitación es otra buena nueva, otro evangelio. Porque el mejor regalo no son las
cosas sino la presencia.
El mejor regalo es la comunión: Compartir penas y alegrías, fracasos y éxitos,
ilusiones y esperanzas, tener un solo corazón, una sola alma. Y las cosas en común.
El mejor regalo es la solidaridad, compartir no solo de lo que nos sobra sino de lo
que somos y tenemos.
La solidaridad es marcar mi vida por el ritmo de la necesidad del otro, no de mis
propios intereses y preocupaciones.
Las primeras palabras que se pronuncian en el encuentro de María e Isabel son un
evangelio, un canto a la Fe. Dichosa tú que has creído.
María fue dichosa desde el momento que creyó, porque aceptó la palabra y la guardó,
porque no dudó del ángel y se fío de Dios., porque se dejó querer y se entregó al
amor. El resto de la historia es toda salvación.
Aquí hay también otro evangelio: Los niños.
Juan, de seis meses, ya es tocado por el Espíritu. Está llamado a ser “la voz”.
Jesús es sólo un embrión humano que no puede manifestarse sino a través de su
madre, no vivirá para sí sino para el Padre, será el hombre para Dios y para los
demás. Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.
Ser solidarios e la mejor de manera de prepararse para recibir a Aquel que no vino
a ser servido sino a servir y que eligi￳ como Madre “La sierva del Se￱or”.
Navidad es tiempo de encuentros y visitas. Todos los días nos encontramos y
saludamos, en la calle, la cafetería, el metro. Hay saludos y encuentros que no
comunican nada; pero Navidad es un encuentro con Dios para cualificar los
encuentros humanos. Dios ha hecho maravillas de los encuentros con el hombre: la
encarnación, la resurrección, los milagros, etc.
UN VIENTRE CONVERTIDO EN TEMPLO.
La liturgia de la Iglesia en su pedagogía para irnos acercando al misterio de la
Navidad, nos presenta hoy el último signo, la señal más tierna de todo el Adviento:
Una joven embarazada pero que es virgen; es decir, no sólo está en estado de
esperanza sino también de gracia. La vida nueva que hay en ella es fruto del Espíritu,
y así su vientre se convierte en templo. Toda su persona es sacramento y a través
de ella nos acercamos a Dios. Ella será para nosotros la señal segura de paz y de
esperanza, signo de protección y victoria, porque ella estará siempre junto al Hijo,
que es Dios con nosotros. Necesitamos no la desconfianza y temor de Acaz sino la fe
de José.
Esta señal se prolonga, pues pueden ser muchas las vírgenes madres. Ellas también
son signo para nuestros días.
La Iglesia, por ejemplo, es una virgen madre, fecundada por el Espíritu que sigue
dando a la luz al Emmanuel.
Es madre porque concibe en su seno la Palabra y da a luz a nuevos hijos en el Espíritu.
Y lo que decimos de la Iglesia lo podemos aplicar de cada uno en particular¸de los
grupos o comunidades.
Todo el que se abre a la palabra es virgen y madre; y toda vida entregada al amor
es fecunda.
En la fe, un hijo puede ser engendrado con un buen ejemplo, con una palabra, un
sacrificio, un desvelo, una oración, una entrega. Cuando uno ve cómo se pueden
engendrar hijos en la fe, la primera actitud es como la de María, uno se asombra.
José es imagen de un cristiano por su fe, por su docilidad a la palabra, por su
responsabilidad. José hace lo que corresponde a todo cristiano: Llevarse a casa a
Maria y al niño para vivir con ellos.
Padre Emilio Betancur Múnera