Domingo de la Navidad
La sabiduría de Jesús y la fe de María
En estos días de Navidad estamos celebrando el nacimiento de un niño, que
se llama Jesús, que nació de María, la Virgen, y que es el Mesías e Hijo de Dios.
Este Jesús no es una vana ilusión, ni una proyección de deseos, sino el camino
concreto y accesible a todo ser humano para que, encontrándose con él, toda
persona pueda salir adelante en medio de los sufrimientos de la vida. La Navidad
es la fiesta que hace memoria de la natividad de aquel niño y actualiza la
esperanza a la que puede renacer toda persona. Jesús es Dios hecho hombre en un
niño, el niño Dios.
La riqueza litúrgica de estos días navideños nos permite recuperar el sentido real
de la Navidad a partir de los dos primeros capítulos de Mateo y de Lucas y sólo
así podremos encontrarnos con Dios en el auténtico Belén del Evangelio. Los
relatos allí narrados tienen un interés teológico y espiritual y tratan de mostrar
quién es Jesús desde el principio: El Mesías, el Señor, el Salvador. En el fragmento
lucano de este domingo de la Sagrada Familia Jesús está en el templo y revela su
pertenencia a otro tipo de familia, la de Dios Padre, una familia de carácter
universal, a la que se accede por la escucha y la fidelidad al Evangelio. Quienes se
dejen interpelar por la palabra, a veces desconcertante, de Jesús y orienten su
vida según el plan de Dios, como José y María, constituyen realmente la familia de
Jesús. Con la Navidad nace también esta fraternidad mesiánica universal que
encabezada por Jesús abre un año y un tiempo nuevo de luz y de esperanza en
esta tierra de sombras.
La escena de Jesús en el templo pertenece al género literario encomiástico, que
era frecuente en la presentación de personajes de aquella época y pretende
mostrar la grandeza de una persona. El texto resalta la gran inteligencia y
sabiduría de Jesús. De hecho, hasta la estructura literaria del relato (Lc 2,41-52)
tiene forma quiástica y destaca en su contenido central, como aspecto más
sobresaliente de Jesús, su sorprendente sabiduría y sus respuestas a los maestros
del templo (Lc 2,46b-47). Por eso el mensaje de esta escena no es que Jesús
estuviera perdido y fuera encontrado por sus padres, sino que se había quedado en
el templo para sorpresa de sus padres y de los maestros. La sorpresa, la
extrañeza, la admiración y, por último, la incomprensión que suscitan sus
respuestas entre los que lo escuchan, incluyendo a sus padres, es una señal de la
sabiduría divina que manifiesta su palabra. El contenido de su mensaje ante los
doctores no se menciona en el texto, pero de la respuesta dada a su madre se
deduce que Jesús estaba dedicado a las cosas de Dios Padre. Ésa es su sabiduría.
Las dos preguntas de Jesús son sus primeras palabras de Jesús en el evangelio de
Lucas: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo he de estar en los asuntos de
mi padre?” Es digno de atenci￳n que, cuando se está elogiando la inteligencia y la
sabiduría de Jesús, éste está ocupado en las cosas de su Padre.
Las preguntas de Jesús a José y María suenan casi a reproche y dejan entrever
al principio lo que después se dice explícitamente, que sus padres no terminaban
de comprender quién era él. Sin embargo su incomprensión de la identidad última
de Jesús y de su misión de consagración al Padre de Dios, lejos de ser un
obstáculo para la convivencia y la relación entre ellos y Jesús, es un estímulo para
la aceptación del plan misterioso de Dios sobre ellos. María, desde la anunciación,
ya era experta en acoger desde la fe lo que no podía entender bien con la
inteligencia. Ahora ella guarda todos estos recuerdos en su corazón y se convierte
en un paradigma de la fe cristiana, pues la fe nos pide a todos acoger de corazón
el plan sorprendente de Dios, así como pensar, meditar y orar acerca de lo que nos
va sucediendo en la vida.
La presentaci￳n de Jesús, por parte de Lucas, como “ni￱o prodigio” nos
sorprende con un Jesús muy humano y muy divino. Humano porque él va
creciendo y avanzando en la sabiduría de saber estar en los asuntos del Padre
Dios, y divino porque el referente de la vida de Jesús es la concentración en Dios y
los rasgos extraordinarios de su personalidad revelan que es el Hijo de Dios. La
grandeza de su sabiduría profética es algo que iremos percibiendo durante los
domingos de este año con la lectura del evangelio de Lucas. Saber estar en los
asuntos del Padre Dios es lo propio de Jesús y esa es su sabiduría desde el inicio
de su vida histórica hasta el final de la misma, que culmina en la cruz donde, una
vez más, en oración ante Padre, entregará su vida.
La Virgen María, la colmada de gracia por Dios, la que dio su Sí incondicional a
Dios para ser fecundada por el Espíritu Santo, también vive la fe como un
dinamismo creciente en ella. A la gracia como don de Dios sigue la fe como
respuesta humana, pero a ésta sigue el intento de comprensión de ambas, puesto
que las sorpresas de Dios en la vida humana deben ser primero acogidas y
amadas, y después comprendidas si es que se puede. La búsqueda de Jesús por
parte de María refleja el movimiento que debe marcar la fe de todo creyente. La fe
consiste en buscar el encuentro con Jesús, intentar captar su sabiduría, dejarse
interpelar por su respuesta, y tal vez, al tercer día, que siempre es indicador del
tiempo de Dios, como en la resurrección de Cristo, nos encontremos con lo que
Jesús nos revela del Padre.
La Carta a los Colosenses despliega todo un elenco de actitudes y de
conductas centradas también en Dios para exhortar a los creyentes a vivir y
enseñar la auténtica sabiduría (Col 3,12-21). Por eso, especialmente en las
relaciones familiares, se requiere misericordia, bondad, humildad, dulzura,
comprensión y, sobre todo, una vida en la que fluya el perdón recíproco. El libro
del Eclesiástico proyectaba (Eclo 3,3-7.14-17) estas actitudes particularmente en
las relaciones de los hijos hacia los padres, y concedía al respeto y a la honra hacia
el padre y la madre, así como la atención y el cuidado hacia ambos, el altísimo
valor de perdonar pecados. Todas estas virtudes tienen su culmen en el amor y
han de ser las señas de identidad de quienes viven en continua acción de gracias al
Padre, dejando que la Palabra habite en todos nosotros y enriquezca nuestras
vidas. La carta a los Colosenses repite hasta tres veces la necesidad de dar gracias
a Dios. “De bien nacidos es ser agradecidos” dice nuestro refrán popular. Esa
orientación de la vida en gratitud constantemente celebrada ante Dios es la clave
de la verdadera fuente de la alegría humana.
Que el día de la Sagrada Familia nos ayude a vivir en la sabiduría que
Jesús comunica para que nuestra vida se concentre en las cosas de Dios y
desarrollemos en constante acción de gracias la fe recibida. Por Jesús, José y
María, también en este domingo les deseo Feliz Navidad.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura