7 de Enero: Mt 4, 12-17.23-25
En esta semana, en que vemos diferentes epifanías o manifestaciones de Jesús, el
evangelio nos presenta hoy el comienzo de su predicación. En primer lugar nos señala
una circunstancia especial que da motivo a que Jesús comience a predicar: el hecho de
que Juan Bautista había sido encarcelado. Es un signo de delicadeza. No se trata de
competir, sino de continuar, ampliar y mejorar. Jesús cambia de manera de vivir, ahora
es el apostolado, y cambia también el lugar de su vida. Va a instalar su centro de vida y
apostolado en Cafarnaún.
Hay otra circunstancia, que es importante para los israelitas : es el comenzar a
predicar en “los términos de Zabulón y Neftalí”, que habían sido los primeros en ser
conquistados por el rey persa hacía siglos; pero que eran signo de esperanza y de luz,
como lo había anunciado el profeta. Se llamaba “Galilea de los gentiles”, porque,
aunque había muy buenos israelitas, una gran parte de la población tenía muchas
raíces paganas y por tanto necesitaba más la luz de la verdad y la fe. Ahora va a venir
sobre estas tierras y sus habitantes la luz de la palabra de Dios por la predicación de
Jesús. Bienaventurados si aprovechan esa oportunidad.
El primer mensaje de Jesús fue: “Convertíos, que ya llega el reinado de Dios”.
Jesús y el Bautista anuncian que el Reino de Dios está cerca; pero Jesús parece decir
que ya está presente. De hecho está plenamente en Jesús y quien acepte su palabra
ya está bajo el Reinado de Dios. Las traducciones actuales suelen poner más “reinado”
que “reino”, ya que “reino” puede confundirse con un territorio. Este primer mensaje es
como la tónica dominante de toda la predicación de Jesús: la venida del reinado de
Dios, que es la buena noticia que nos invita al cambio.
Este cambio o conversión es para todos nosotros. Para algunos será un cambio
total de orientación en su vida y en su manera de pensar. Para los que creemos
conocer y seguir a Jesús, es un continuo adentrarse más en el seguimiento de Cristo y
es ajustar continuamente nuestro pensamiento y nuestra acción al pensar y hacer de
Cristo, que se realiza sobre todo por la iluminación del corazón en el trato con el Señor.
La manera de actuar Jesús no era dando recetas concretas o prácticas para un
cambio, sino iluminando los corazones, abriendo la visión para que cada uno comience
a actuar como El, que era “reflejo del Padre”. Y luego incorporando a algunas personas
para que, contando con la iluminación y la fuerza del Espíritu, puedan seguir su tarea
en el mundo. Por eso junto con las primeras predicaciones Jesús fue reuniendo junto a
sí hombres sencillos, trabajadores, a quienes les iba a infundir esta ilusión.
La parte del evangelio de este día termina dando un vistazo general de la labor
apostólica en este su primer período. Predica el evangelio y va haciendo el bien, sobre
todo por medio de curaciones prodigiosas. Grandes muchedumbres de personas le
seguían ansiando escucharle y atraídos por las curaciones.
Predicar el Reino de Dios no es ser predicador de calamidades o denunciador de
males e injusticias. Alguna vez tendrá que ser en parte; sino que es sobre todo
construir, dar aliento y perdón y esperanza. La palabra de Dios siempre es salvadora,
constructiva, alentadora y eficaz. La esencia del cristianismo no consiste esencialmente
en ideas o prácticas. Es Cristo, su persona. Por eso no es tan importante el saber
cuanto la vivencia sentida. Claro que para sentir hay que saber. De alguna manera nos
llama a todos no sólo para preocuparnos por salvar nuestra alma, sino para que
seamos luz que ilumine a otros. Son todas las almas las que Dios quiere salvar.
Para ello comencemos con nuestra propia conversión. Este cambiar con relación al
Reino de Dios se puede entender de dos maneras: Hay que cambiar porque viene el
Reinado de Dios, o hay que cambiar “para que” venga, porque cambiando, en el hecho
de nuestro mismo cambio, ya está viniendo ese Reinado.