Fiesta. El Bautismo del Señor
El Espíritu Santo y Profético del Bautismo
Este domingo se celebra el bautismo de Jesús, con el cual concluye la fiesta
cristiana de la Navidad. El sentido de este acontecimiento en la vida de Jesús,
relatado en los evangelios como una verdadera epifanía, es mostrar que el Hijo de
Dios se ha puesto en la fila de los pecadores , sin haber cometido pecado
alguno, para destruir el pecado en los seres humanos. Asumir la condición
pecadora de los humanos y amar a los hermanos con una solidaridad sin igual
implica el extremo abajamiento de Jesús, el Siervo, que no sólo se puso entre los
pecadores, sino que, por amor a nosotros, experimentó la consecuencia última del
pecado de la humanidad en el asesinato violento de la cruz.
Los evangelios destacan en la narración bautismal el carácter divino de la
persona de Jesús, pero este año se lee la versión lucana del relato (Lc 3,15-16.21-
22), que acentúa en Jesús tres rasgos esenciales: su plena humanidad al
bautizarse con todo el pueblo , su carácter profético y su identidad como
hombre ungido por el Espíritu Santo . Todo esto acontece en el marco de
la oración de Jesús.
La apertura del cielo evoca al profeta Ezequiel (cf. Ez 1,1) y la bajada del
Espíritu Santo en forma física de paloma contribuye a desvelar la identidad del
bautizado en cuanto Siervo de Dios. Asimismo la dimensión de la oración presenta
a Jesús en un permanente diálogo con Dios, lo cual es un elemento que está
presente en todo el evangelio de Lucas. El bautismo de Jesús tiene como objetivo
presentar su profunda solidaridad con los seres humanos apareciendo entre los
pecadores y mostrándose como uno de tantos en el misterio de la cruz. Jesús
murió entre los criminales, pero él convirtió ese crimen en un sacrificio redentor.
Se puede decir que su muerte fue la peor de las muertes humanas, pero con la
fuerza del Espíritu Santo , presente siempre en él y destacado en el Bautismo, él
la convirtió en algo sagrado en virtud de su amor, un amor que irradia perdón,
fortaleza y vida.
Los textos del Antiguo y Nuevo Testamento ayudan a comprender el sentido
de esta manifestación divina en el bautismo. El primer poema del Siervo en Isaías
(Is 42,1-7) habla de un personaje enigmático, aplicado, según la
interpretación cristiana, a Jesús, cuya prefiguración se completa con los otros
poemas del Siervo sufriente (Is 49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13-53, 12). En ese primer
cántico se revela la figura del Siervo elegido por Dios para llevar adelante una
misión profética singular, la de promover el derecho en la tierra e implantar la
justicia en la historia, encabezando el proceso de liberación de los
oprimidos de este mundo, en el máximo amor y respeto a lo más débil e
indigente de la humanidad y sin ningún tipo de alarde ni de espectacularidad. Es
el Mesías servidor que, impulsado por el Espíritu, consumó su entrega por la
justicia en la injusticia de la cruz. El bautismo de Jesús es la manifestación abierta
y profética de su misión y de su destino.
En los Hechos de los Apóstoles se pone de relieve también el altísimo
valor teológico de la justicia, pues todo aquel que practique la justicia del Siervo ,
sea de la nación que sea, es aceptado por Dios (Hch 10,34-38) más allá de su
condición religiosa, étnica e ideológica. Así se pueden describir también las señas
de identidad de todo bautizado ungido con el Espíritu Santo , como Jesús,
para practicar el bien y enfrentarse a todo lo malo y diabólico del mundo
presente, abriendo camino a la paz. Promover el derecho y la justicia, liberar a
los oprimidos de la tierra y hacer siempre el bien son las marcas del Siervo de
Dios que configuran la identidad profunda y profética de los cristianos. Bautizarse
es empaparse de este Espíritu profético y mesiánico, que hay que
renovar continuamente mediante la oración.
Como cristianos, bautizados en el Espíritu de Jesús y sintiéndonos muy
amados por Dios como hijos suyos, auguramos, siempre guiados con la Palabra de
Dios, un tiempo nuevo para promover todo lo que hay de bueno y de justo en cada
uno de nosotros y podemos comprometernos con todo tipo de acciones solidarias y
justas que estén a nuestro alcance, dispuestos a hacer todavía un sacrificio de
justicia mayor para orientar los esfuerzos de las personas, de los estados y de los
que ostentan el poder económico mundial hacia los intereses de la justicia
internacional, de la promoción del derecho y de todos los derechos individuales,
sociales, políticos y económicos en todos los pueblos y naciones de la tierra.
Benedicto XVI se expresaba en esta línea profética poco antes de dejar su
pontificado en su último mensaje de la jornada mundial de la paz: “Causan alarma
los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad
entre ricos y pobres , por el predominio de una mentalidad egoísta e
individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero
no regulado ”(n.1) […] “En el ámbito económico, se necesitan, especialmente
por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se
preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y
democrático. Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de
los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser
estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño
a los más pobres ” (n.5).
Asimismo el papa Francisco orienta el compromiso cristiano por la justicia y
la opción por los pobres al decirnos en la Evangelii Gaudium , n.187: “Cada
cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la
liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse
plenamente en la sociedad”. Y también en el n. 58… “¡El dinero debe servir y no
gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre
de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos,
promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la
economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano”.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura