1ª semana del tiempo ordinario. Lunes: Mc 1, 14-20
Comenzamos el tiempo “ordinario” en que a través de todo el año se nos van
exponiendo los principales mensajes de Jesús. Hoy se expone su primera predicación
y la llamada definitiva a los 4 primeros apóstoles. El evangelista quiere enlazar a Jesús
con Juan Bautista, el precursor, no sólo en cuanto a la persona; sino también en cuanto
a la doctrina de la conversión. Sólo que Jesús anuncia ese Reino de Dios como algo ya
presente. En el enunciado del mensaje de la primera predicación aparecen cuatro
temas: el cumplimiento del tiempo, el Reino de Dios, la conversión y la fe en el
Evangelio. Los cuatro se pueden resumir en lo que dice al principio: que Jesús
comenzó a predicar el Evangelio de Dios. Evangelio significa la Buena Noticia.
A veces cuando uno se pone a leer el periódico u oír la radio, quisiera leer o
escuchar alguna buena noticia; pero con frecuencia lo único que aparecen son malas
noticias: gente que se mata, otros que mueren de hambre. Y sin embargo está la buena
noticia de que Dios ha venido para decirnos que somos sus hijos, que el mundo está
hecho en justicia, verdad y paz. Muchos no se lo creen; pero hay muchas personas que
viven esta realidad del Evangelio con pleno gozo.
Jesús decía que la espera, simbolizada por el tiempo de los profetas, ya se había
terminado porque entre nosotros ya estaba el Reino de Dios. Ya sabemos que el Reino
de Dios pleno sólo se dará en el cielo; pero de nosotros depende que esté más
presente en esta vida. Dios es el que lo hace, pero quiere nuestra colaboración.
¿Qué tenemos que hacer? Dos cosas nos dice hoy Jesús: necesitamos
convertirnos y creer en el Evangelio. La conversión es un cambio de mentalidad para
acomodar nuestra vida a las enseñanzas del Evangelio. No es fácil la conversión,
cuando ya nos creemos que somos cristianos. Hay muchos cristianos que no se han
planteado la necesidad de una elección personal y responsable por Cristo. Son
cristianos por tradición familiar o social, por las prácticas religiosas, por el terror del
más allá; pero el verdadero Evangelio, la Buena Noticia, les es desconocido; su vida no
la interpelan a la luz del Evangelio y por eso se necesita una transformación profunda y
vital, en los modos de pensar y actuar. Convertirse es cambiar la forma de ser, es
cambiar de vivir la religión sólo formalista a vivirla con intimidad; es cambiar la forma de
valorar a la gente, de ver sus necesidades y problemas a la luz del Evangelio.
Para poder entrar y vivir en el Reino de Dios, Jesús nos habla de una acción más
bien negativa, como es la conversión o quitar lo malo, y de una positiva que es creer
en el Evangelio. Creer es ver lo positivo de la vida, es confiar en Dios que hará algo
grande en nuestra vida ahora y después de la muerte, es estar convencido de que es
posible estando con Dios. Para esto hay que seguir a Jesús. Por eso a continuación
nos describe la llamada a los 4 primeros apóstoles y la generosidad con que responden
dejándolo todo para estar y vivir con Él. Después vendría la labor de la predicación.
No a todos nos llamará para ser predicadores, aunque de alguna manera todos
debemos predicar. Pero a lo que sí nos llama es a seguirle. El Evangelio y el Reino de
Dios es una misma cosa con Jesucristo. Jesús no sólo anuncia el Reino, sino que es el
mismo Reino. Jesús es la Palabra de Dios que se anuncia a la humanidad. Por eso
convertirse es tener en nosotros la misma mentalidad, los mismos sentimientos de
Jesús. Por lo menos tender a ello. Si es así, ya con ello estamos evangelizando,
haciendo algo positivo por el Reino de Dios.
Creer en el Evangelio nunca es un acto terminado y conseguido, sino que siempre
estamos en camino y continuamente debemos renovarnos para que el Reino de Dios
penetre más y más en nuestro espíritu. Este Reino no es algo material, como estaban
acostumbrados a pensar los primeros oyentes de Jesús. Toda su vida sería explicar
este reino de paz, de justicia y amor, que debemos pedir: “Venga tu Reino, Señor”.