II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
CANÁ DE GALILEA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Permitidme, mis queridos jóvenes lectores, que me detenga un momento,
comentándoos brevemente el contenido de la segunda lectura de este domingo, un
fragmento de la primera carta de San Pablo a los corintios. Insiste el apóstol en los
dones del Espíritu. Cuando aterrizan en la persona, en cada uno de nosotros, se
convierten en cualidades que a nosotros nos toca tornar virtudes. En primer lugar
hay que reconocerlos y analizarlos, para aceptarlos agradecidos, sin malgastarlos ni
compararlos, con los de los demás. En esta fase se cuela con frecuencia la envidia.
Esto no lo dice el Apóstol, aunque lo suponga. El demonio astutamente actúa y hay
que descubrirlo, reconocerlo y alejarlo. Me gusta repetir con frecuencia, que
cambian los tiempos y lugares, pero los pecados capitales son siempre los mismos.
Si intervienen en la política, las empresas, el comercio y las instituciones docentes,
no se ausentan de las mentes jóvenes cuando se sitúan viviendo en el terreno
espiritual cristiano. Ni, evidentemente, abandonan el quehacer de los adultos.
2.- Saberse sus cualidades y aceptarlas con humildad y responsabilidad, es una
gran suerte. Fijarse en las de los demás para pretender plagiarlas o desprestigiar a
quienes las han recibido, es perversa inclinación. Un solo Espíritu desborda a las
personas, aunque con diferentes apariencias. Hay que respetar a los demás y no
desacreditarlos nunca. La envidia semeja a la carcoma o a las termitas, acaban con
las más bellas y útiles piezas silenciosamente, si uno no las elimina radicalmente,
desde el principio. No pretendáis tampoco uniformar las personalidades. Cada uno
debe ser fiel al don recibido, que podrá ser diferente al nuestro. Reconocerlo es
ayudar a nuestro prójimo en bien del Reino, que es lo que importa.
3.- Destaca entre las lecturas de hoy la evangélica. De este milagro, el realizado en
Caná de Galilea, no nos da noticia más que el texto de Juan. Caná era una
población situada junto, o próxima, a una vía que en aquellos tiempos estaría
bastante frecuentada, debido a la actividad constructora de dos poblaciones que por
iniciativa de Herodes, se estaban levantando. A oriente Cafarnaún, junto al Lago, a
poniente Séforis, ya en la alta Galilea. Separaban a ambas no más de 40km. Cerca
de la segunda estaba Nazaret, una población de unos 500 habitantes en aquellos
días. A unos 11km. Se situaba Caná. El lugar se llama hoy Kafr Kana. Lo veréis
escrito de diferentes maneras, no importa. He estado bastantes veces y he rezado
por los míos y por los matrimonios que nos acompañaban, que acostumbran a
renovar su compromiso matrimonial aquí. Otros lugares, que no es preciso ahora
nombrar, uno de ellos situado en el actual Líbano, se lo disputan, olvidemos la
cuestión.
4.- El centro del relato es una fiesta nupcial. El estado matrimonial por aquel
entonces, se iniciaba el día que los jóvenes, ella y él, se comprometían, en
presencia de ambas familias. Se iniciaba entonces la etapa de preparación a la vida
en común. Llegado el día de la inauguración de la nueva situación personal, se
celebraba una fiesta. Una fiesta a lo grande y sin invitaciones reservadas, abierta
también a la amistad.
5.- Interrumpo la narración para advertiros que todavía se conserva esta preciosa
cualidad. No hace muchos años, estando yo en Nazaret, un franciscano amigo, me
dijo que le acompañase a la fiesta de la celebración de los 25 años de un
matrimonio, precisamente en Caná. Le dije que si al matrimonio no lo conocía yo,
no creía prudente acompañarle. Me dijo que no era ningún inconveniente. Fuimos a
pasar la tarde. Al ser presentado al feliz matrimonio, su única preocupación fue
buscarme a alguien con quien pudiese compartir en lengua francesa, la única
posible por mí parte. La encontrada fue una enfermera que muy amablemente me
acompañó toda la tarde. Y el ejemplo puesto, no es una excepción, es práctica
habitual para cualquier fiesta que se celebra en aquellas tierras. Gente así debía ser
la que invitó a María de Nazaret y ella le daría la noticia a su Hijo y este,
acompañado de sus nuevos amigos, acudió a la fiesta.
6.- El centro del festejo lo ocuparían los novios o, mejor dicho, el matrimonio,
destacaría, por su vestimenta ella. El atuendo del varón era más discreto. Lo
pasarían todos muy bien aquellos días, tal una semana podía prolongarse el feliz
encuentro. Jesús y los suyos se moverían con discreción. María también, pero
atenta y servicial. Fue Ella la que descubrió el problema, fue Ella también la que se
ocupó de buscar una solución, la que estaba en sus manos. Ante la inicial reticencia
del Hijo, no se inquietó. Le conocía bien. Conocía su bondad y el amor que a ella le
tenía.
7.- El relato es lo suficientemente claro como para que no os deba dar
explicaciones. Solo debo señalaros algún detalle. Empezaba el matrimonio por un
compromiso. El hombre es un animal capaz de comprometerse, me gusta repetir. El
animal experto llega a ser acertadamente amaestrado. En el compromiso se cultiva
el amor de enamoramiento, germina poco a poco primero y va creciendo, sin
abandonar el amor familiar, ni el de amistad. Madura del todo un día y se
independiza, sin romper con su entorno, la pareja enamorada, que lo celebra en la
boda, culmen y origen de una familia autónoma, responsable ante la sociedad y
ante la Iglesia.
8.- Vuelvo al relato evangélico. Habían invitado a Santa María y estaba presente
como invitado su Hijo. Ambos se encontraban bien allí. La fiesta era un éxito. Todo
lo humano tiene sus limitaciones y sus posibles frustraciones. En este caso fue el
cálculo del vino a consumir. Santa María intercedió, el Maestro obró a sus
instancias, antes de lo previsto, de acuerdo con su plan de salvación. Pocos se
enteraron. Para que sea un éxito no es preciso notoriedad. A veces es mayor la
propaganda que el resultado. En este caso no fue así.
Comparadlo, mis queridos jóvenes lectores, con las tantas bodas de hoy. Os
advierto que conozco quienes fueron fieles a este planteamiento y su amor maduro
subsiste. ¡Cuántos otros que prescindieron de la compañía de Jesús y de María y de
sus criterios y enseñanzas, han fracasado!.