SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
6 de enero de 2016
Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz! Con estas palabras el profeta
se dirigía, hermanos y hermanas, a la ciudad de Jerusalén para que sus habitantes
fueran conscientes de que con el regreso del exilio y la reconstrucción de la ciudad se
cerraba un capítulo oscuro de su historia, el de la destrucción de los edificios y del
exilio de sus habitantes. Y les aseguraba que se abría otra etapa llena de vida.
Jerusalén empezaba a ser, otra vez, una ciudad con una población creciente,
pacificada, que atraía a los peregrinos hacia el altar del Señor ya reconstruido,
mientras se esperaba la reconstrucción de todo el templo. A partir de la iluminación
que había en esta zona, el profeta anuncia que la luz se irradiaría sobre toda la ciudad
y sobre todos los peregrinos procedentes de diversos lugares. Y esa luz que ya
comenzaba a amanecer era un símbolo de la gloria del Señor que se hacía presente
en la ciudad. Volverían del exilio todos sus hijos y aún se añadiría una multitud de
extranjeros que llevaría dones para reconstruir el templo.
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz! La llamada de Isaías, sin
embargo, iba más allá de aquel momento histórico de la ciudad de Jerusalén . Y
encuentra el inicio de un cumplimiento más lleno en el episodio evangélico que nos ha
sido proclamado. La luz , sin embargo, no llega directamente a la ciudad histórica de
Jerusalén , sino a lo que empezará a ser la Jerusalén espiritual, el pueblo que se
reunirá en torno a Jesucristo. Unos sabios extranjeros, los Magos , han visto en Oriente
la luz de una nueva estrella . Y se han dejado guiar por esa luz, que los ha llevado a
Jerusalén pero les ha hecho seguir más allá. Y han encontrado la luz en Jesús. La
luminosidad de la estrella les ha guiado hacia la luz verdadera que desvanece las
oscuras nubes que cubren las naciones . Ellos reconocen la gloria y el esplendor del
Niño que les es presentado por su Madre .
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz! Esta palabra del profeta se
dirige hoy a todas las comunidades cristianas para decirnos que, tal como afirmaba
San Pablo en la segunda lectura, somos nosotros, los cristianos, los que nos tenemos
que levantar radiantes porque nos ha llegado la luz de Cristo. El Apóstol explicaba la
experiencia que vivió en el momento de su conversión: recibió de parte de Dios, dice,
una revelación , es decir, una comprensión de los acontecimientos nueva e inesperada.
Narrando el don recibido en ese momento, nos describía precisamente el sentido de la
epifanía que celebramos hoy: todos los pueblos no judíos, son coherederos con los
judíos; unos y otros tienen parte en la misma herencia , son miembros de un mismo
cuerpo y partícipes de la promesa hecha en Jesucristo. La salvación definitiva no es
exclusiva, pues, del pueblo de la primera alianza, sino que Jesucristo la ofrece a todos.
Las promesas hechas al pueblo de Israel tienen un cumplimiento más amplio, son para
todos los pueblos de la tierra. La solemnidad de la epifanía celebra precisamente eso,
que Jesucristo comienza a manifestar su gloria a todos los pueblos y los llama a la fe y
a la salvación; en el evangelio de hoy las primicias de los pueblos no judíos son
representadas por los Magos venidos de oriente . La Iglesia en la tierra tiene, pues, la
misión de reunir, como había anunciado el profeta Isaías, toda la humanidad, en su
diversidad de razas, lenguas y culturas, en torno a esta luz que es Cristo, que ilumina
y atrae a los que le conocen. Y así formar un solo cuerpo con todos los creyentes.
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz! Esta invitación gozosa es
dirigida de un modo particular a cada uno de nosotros para que nos abramos más y
más a la luz de Cristo, nos llenemos y después iluminemos nuestro entorno para hacer
conocer el amor misericordioso de Dios y su Palabra que cura y salva. Nosotros, como
los Magos hemos llegado a Jesús a través de la enseñanza de personas que lo habían
descubierto antes, que han sido como una estrella para nosotros. Después, nos
hemos acercado a las Escrituras que nos han desvelado la realidad profunda de este
Niño. Y finalmente lo hemos encontrado en la casa que es la comunidad eclesial
sostenida por la solicitud de María . Los Magos nos sirven de ejemplo de cómo
debemos acercarnos al Niño hijo de María. Nos tenemos que acercar con humildad,
con alegría, ofreciéndole lo que somos y lo que tenemos entre manos, llevándole el
don de nuestro amor, de nuestra fe que lo reconoce como Emmanuel, de nuestra
voluntad de serle fieles hasta el final de nuestra existencia.
Con estas actitudes debemos celebrar la Eucaristía y recibir el Cuerpo y la Sangre del
Señor. Porque en esta celebración nos es dado estar en la presencia de aquel que los
Magos reconocieron y adoraron. Ellos, en la humildad de un Niño pequeño e
indefenso, nosotros, en la humildad del pan y del vino.
Luego, nos tocará hacer de estrella para los demás. Para que, así como la estrella con
su luz llevó a los Magos paganos hacia Jesucristo, nosotros, con el esplendor de la fe,
de la oración de alabanza y de las buenas obras, resplandezcamos en medio de las
tinieblas de nuestro mundo, pesimista y desorientado, para anunciar a Jesús, causa de
alegría y de esperanza, luz para las problemáticas personales y sociales. Porque el
Evangelio de Jesús que anunciamos los cristianos habla de una alternativa al mundo
tal como es e insiste en la necesidad de transformarlo. Como nos dice insistentemente
el Papa, hay que encontrar un estilo de vida sobrio que no malgaste los bienes, es
necesario construir una sociedad que no excluya a nadie, atenta a los pobres y a las
periferias para hacerla más justa, es necesario construir una economía al servicio de
las personas y velar por una ecología que salvaguarde la tierra como casa común, hay
que construir la paz.
Y, mientras la luz y la gloria de Cristo, tal como nos ha sido proclamado, brilla en todas
las solemnidades cristianas del año para iluminar nuestra historia contemporánea,
dejemos que su persona amanezca más y más sobre nosotros.