3ª semana del tiempo ordinario. Miércoles: Mc 4, 1,20
En este día se nos propone una parábola muy conocida: el sembrador. Jesús quería
explicar qué es el Reino de Dios y lo concerniente a ese Reino, del cual lo principal es
la parte interna. Pero como es muy difícil explicar lo espiritual con palabras materiales,
Jesús ponía ejemplos sacados de la vida común para luego aplicarlo a lo interno. Esas
eran las parábolas. La primera que pone el evangelista es la del sembrador y nos dice
también la razón del porqué habla en parábolas. Jesús para ello cita al profeta Isaías
(6,9-10) en que anuncia el fracaso de su predicación por el endurecimiento del corazón
de sus oyentes. Jesús nos viene a decir que, aunque sus mensajes sobre el Reino
sean luz, solamente iluminan a quienes ya están dentro por su buena voluntad.
Por eso se la explica a los discípulos, los apóstoles y otros allegados. Había
expuesto el hecho real de un sembrador que al sembrar “a voleo” arroja la semilla por
doquier y cae en cuatro clases de tierra. Jesús lo explica diciendo que la semilla es la
palabra de Dios que va cayendo sobre nosotros. Pero Dios respeta la libertad. Cierto
que El dará la lluvia y otras ayudas; pero el fruto depende de la clase de tierra.
La primera clase no es ni tierra, ya que una parte de la semilla cae fuera de la tierra,
en el camino, donde no puede producir. Hay personas que son camino, que no se
paran a recoger la semilla de Dios, porque no entienden o no quieren entender el
mensaje de Dios. Son aquellos que se creen autosuficientes, que son duros con Dios y
con los demás, y sin embargo admiten pájaros, falsos profetas e ideologías modernas,
que se llevan la buena semilla. Están vacíos y no quieren llenarse.
La segunda clase de tierra parece buena, pero como por debajo está llena de
piedras, la semilla no puede ahondar y no puede dar fruto. Son los inconstantes, los
que no tienen fundamento. Hay quienes se entusiasman enseguida hasta con algo
grande en la religión; pero duran poco tiempo porque suelen fijarse más en lo
sentimental o sensiblero y no tienen base para resistir las tentaciones que hay en la
vida. Por eso vemos tantos matrimonios que fracasan y vocaciones efímeras. Hace
falta la base de la fe y la consistencia de la oración para hacer tierra buena.
La tercera clase es buena y hasta con hondura, pero no da frutos por las muchas
zarzas y espinas. Son los que tienen demasiadas preocupaciones en la vida, los que
tienen varios negocios y riquezas, de modo que no tienen tiempo ni interés para las
cosas de Dios. Son aquellos que en otra parábola se excusan de ir al banquete porque
dicen: “Me he casado, he comprado un campo, he comprado una pareja de bueyes”. O
aquel que quería antes de estar con Jesús “despedirse” de su familia, dar largas...
Hasta aquí parecería negativa la parábola. Y ciertamente que pensando en la vida
de Jesús, vemos que en gran parte fue un fracaso y que hubo mucho esfuerzo perdido.
Pero está esta cuarta parte de tierra que le hace gritar de júbilo al Corazón de Jesús.
Hay quienes sí acogen la palabra de Dios con humildad y procuran progresar en el bien
y en el amor. Claro, que en este bien hay muchos grados. Algún autor dice que en el
campo real no se da el ciento por uno y que es una exageración, según el estilo oriental
de hablar, para decir algo grande. Pero es que en la realidad los santos han producido
más del ciento por uno. Y nosotros siempre podemos progresar.
Para nosotros hoy debe servirnos como de examen: ver si preparamos nuestro
corazón cuando venimos a escuchar la palabra de Dios. Y no sólo en la iglesia, sino en
la lectura de la Biblia en casa o cuando oímos explicaciones como éstas por la radio.
Dios quiere sembrar en nosotros. Que no seamos camino duro, porque nuestra vida
quedaría vacía. Que no seamos terreno pedregoso, donde la semilla no pueda penetrar
por nuestra irresponsabilidad y comodidad. Que no seamos tierra llena de espinas, por
las demasiadas preocupaciones materiales; sino que seamos tierra preparada por la fe,
por la esperanza en la eternidad y por el amor a Dios y al prójimo.