Sabiduría itinerante
Para subsistir hoy se nos pide un cartón, un título, un pergamino. Lo luchamos, lo sudamos
o lo negociamos. Sin él somos descartables. Lo importante es exhibirlo con nombre, centro
académico y firmas patentadas. Es la forma de exclusión de la sociedad de consumo. Y ese
título se va ajando y se va quedando en el pasado como testigo mudo de los pocos saberes
que nos dieron, pero sin exigencia alguna de renovación o actualización.
La sabiduría es actualizadora de sí misma. Todo lo va haciendo nuevo. La impronta de su
imagen es la novedad, la creatividad. Ensancha el corazón y acuna en él los rasgos de la
bondad, de la acogida, de la alegría, de la donación. Navidad es el encuentro entre Dios y la
humanidad, un encuentro en camino, en pequeñez, en pobreza, pero en fiesta. La sabiduría
constituye el puente para este encuentro: Jesús, Sabiduría del Padre.
La Sabiduría no se encierra en universidades o en centros de poder. No levanta muros,
Escoge una carpa. El texto dice “Acampó”… es itinerante, tiene los ojos abiertos, conoce
del dolor y lo asume, lo asimila, lo hace propio. Va al ritmo de un pueblo que camina…
‘sabe’, es decir, saborea hasta el último sorbo de humanidad. Y sabe compartir invitando en
la diversidad y pluralidad a pueblos, razas, lenguas, culturas. Su propio es la universalidad.
Pablo nos invita a abrir los ojos para que entendamos la relación profunda entre Sabiduría y
Esperanza. La Sabiduría recrea. La Esperanza adivina el mundo nuevo por llegar. La
Sabiduría enciende la luz. La Esperanza se apropia de esa luz prendiéndola allí en nuestra
oscuridad. La Sabiduría genera el orden en la creación. La Esperanza intuye la
reconstrucción en el caos absoluto de nuestra soledad. La Sabiduría nos devela el secreto de
Dios itinerante. La Esperanza nos abre las manos para el encuentro con Él.
Cochabamba 03.01.16
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com