4ª semana del tiempo ordinario. Jueves: Mc 6, 7-13
Jesús podría haber organizado la evangelización de maneras espectaculares; pero
quiso hacerlo de modo muy humano, buscando colaboradores, que vivieran junto a él,
que aprendieran su propio modo de vivir y su doctrina, para luego enviarlos por el
mundo a enseñar la Buena Nueva. Hoy nos cuenta el evangelio una especie de
ensayo, pero que es ya evangelización por los mismos discípulos. Así sigue Jesús
actuando hoy llamándonos a colaborar con él. Ir de misionero no es sólo ir a tierras
lejanas, sino que se puede ser misionero en el trabajo, entre los amigos, en la escuela,
en la calle... Lo importante es dar testimonio de la verdad, cumpliendo los compromisos
de cristiano. Pero a veces un cristiano siente una llamada especial de Dios, que suele
ser a través de la Iglesia, para cooperar con la acción apostólica en unas misiones
populares. Para ello nos conviene saber qué les pedía Jesús a los apóstoles.
Jesús les envió “de dos en dos”. En aquella mentalidad significaba en primer lugar
un testimonio, ya que las leyes necesitaban de al menos el testimonio de dos para su
validez. Para nosotros es un signo de comunidad. Habrá apostolados que alguno deba
hacer individualmente; pero aun así debe hacerse con cierta organización y siempre
estando en unión con la Iglesia.
Jesús recomienda un estilo de austeridad y pobreza, dando a entender que la
fuerza de la evangelización está sobre todo en Dios y en la confianza que se ponga en
El. Muchas veces fallan apostolados que llevan en sí muchos medios materiales, pero
poca fe y oración. Hay medios humanos que son convenientes; pero hay que saber que
la fe en Dios será lo que hace verdaderamente crecer la vida del alma. Por eso la
gente lo que mejor entiende en el apóstol es la austeridad y el desinterés a la hora de
hacer el bien. Es importante que le vean más como peregrino que como instalado. Esto
quiere decir que la predicación no debe ser sólo de palabra, sino de vida. Por eso debe
dar testimonio de comunidad (dos en dos), de pobreza y de paz. Y de conformismo.
Eso es lo que les quería decir Jesús sobre no pasar de casa en casa. También les
habla de confianza en la gente. Eso es lo que viene a significar el no llevar alforjas,
porque confían en que la gente responderá a sus desvelos.
Pero no todo iba a ser fácil. Les dice lo del llevar bastón y sandalias, indicándoles
que el camino podía ser largo, y luego el recibimiento podía ser bueno o no. Si la gente
no les recibe ni les escucha, deben “sacudir el polvo de las sandalias”. Este era un
gesto que los israelitas solían hacer cuando salían de tierra de paganos. Ahora Jesús
les está indicando que aquellos que no reciban la doctrina del amor de Dios, aunque se
crean muy adoradores del Altísimo, son como paganos. También para nosotros es un
signo del deber cumplido. Lo importante no es si nos escuchan o no, sino el haber
cumplido con el deber de expresar el mensaje de Jesucristo. Él, como a los apóstoles,
no nos promete éxitos y aplausos fáciles, sino muchas veces incomprensión.
Jesús les manda a expulsar demonios y hacer el bien. Estos demonios eran en
primer lugar los propios de los mismos discípulos: su fanatismo judaizante y sus
pretensiones de superioridad. Demonios solían llamar a las diversas enfermedades;
pero también eran los egoísmos, odios, rencores, todo lo que crea la corrupción y el
pecado. Ellos ofrecían esperanza, conversión y curación plena. Todo aquel que
comienza un nuevo camino de vida tiene que luchar con demonios que tiene dentro,
hasta conseguir la conversión y la salvación. Para ello las cosas externas suelen
estorbar. El entrar en aquellas casas era un signo de necesitar a los demás, signo de
pobreza, signo de integración en la comunidad por medio de la familia que les recibe.
La familia es el lugar donde se inicia el proceso de transformación de la sociedad.
Amigo, si te sientes misionero, según este ideal de Jesús, te felicito, y adelante, que
Dios está contigo.