“EL TRABAJO Y LA VOCACION”
Carta de Monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el Domingo V durante el año
(07 de febrero2016)
Los textos de la palabra de Dios de este domingo nos sitúan ante un tema central de la vida de
cada cristiano que es la vocación. Vocación significa llamado, llamado de Dios. Es importante
considerar que todos los bautizados tenemos una vocación y misión. Lamentablemente nuestro
tiempo caracterizado sobre todo por el secularismo nos deja sumergidos en lo inmediato, o bien
en una existencia sin sentido, donde desconocemos que todos tenemos una vocación y un
proyecto de Dios y por lo tanto una misión.
En el evangelio de San Lucas (5,1-11), que leemos este domingo, nos presenta la vocación de
los primeros discípulos. En realidad el dialogo vocacional se da sobre todo con Simón Pedro. Es
interesante como el texto subraya que Pedro se siente pecador ante el llamado: “al verlo Simón-
Pedro, cayó a las rodillas de Jesús diciendo: “aléjate de mi se￱or, que yo soy un pecador”, pero
Jesús lo anima diciéndole: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. También en la
primera lectura que leemos este domingo el profeta Isaías nos habla de su llamado- vocación.
Ante la presencia de Dios él se siente “Un hombre de labios impuros”, pero termina
respondiendo: “Heme aquí, envíame”.
Es cierto que cuando hablamos o rezamos por las vocaciones en general hacemos referencia
a los llamados al sacerdocio o a la vida consagrada, pero es importante recordar que todos los
bautizados tenemos una vocación y que la mayoría del pueblo de Dios son los laicos que tienen
un vocación y misión fundamental, que es la transformación de las realidades temporales, para
que haya más valores evangélicos. En esta reflexión quiero subrayar la necesidad que tenemos
todos de profundizar en cuál es nuestra vocación. Nuestros ambientes lamentablemente no
fomentan la plenificación de nuestras vidas, sobre todo la de nuestros jóvenes, desde la propia
vocación y misión. El criterio casi habitual es “Trabajar o estudiar en aquello que se pueda” sin
tener en cuenta las capacidades personales. Es triste encontrarse con profesionales o dirigentes
sociales, políticos, docentes… que ejercen tareas, sin tener ninguna motivaci￳n profunda y
menos una vocación que los mueva. Cuando pasa esto ellos mismos no terminan siendo felices
con lo que hacen, y muchas veces su trabajo lo hacen mal o buscan solo réditos económicos o de
poder y no sirven a los demás, buscando su solo beneficio. La vocación en general de toda
persona, como imagen y semejanza de Dios nos permite ser colaboradores de Dios y
constructores del mundo con nuestro trabajo y servicio. Con más razón la vocación específica
que tenemos cada uno nos permite plenificarnos. Los cristianos entendemos que la vocación es
un llamado de Dios y una misión. En definitiva es aquello que nos permite en el ser y el hacer
servir al bien común… hoy más que nunca necesitamos gente con vocación y la comprensión
que cada vida tiene una razón de ser.
En esta reflexión quiero agradecer a Dios que algunos jóvenes de nuestra Diócesis sientan
el llamado a la vida sacerdotal y consagrada, entregándose sin reservas personales a Dios para
servir a sus hermanos. Sobre estos temas hablaremos más extensamente en una próxima
reflexión ya que el sábado 27 de febrero será el inicio de las actividades del año de nuestro
“Seminario Diocesano Santo Cura de Ars” en la misa de 20 horas. Especialmente quiero
agradecer la importancia que nuestros laicos, como la mayoría del pueblo de Dios, vayan
comprendiendo su vida como una vocación y una misión ordenadas a la transformación de las
realidades temporales evangelizando nuestra cultura.
Como en el evangelio de este domingo y el llamado de los primeros Apóstoles Pedro,
Andrés, Santiago y Juan, sentimos el llamado de Dios y queremos animarnos a seguirlo cada uno
desde nuestra propia vocación. No importa el lugar donde la desarrollemos, lo más importante es
que todo lo que hagamos sea hecho con amor y con intensidad.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas