DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
TRES TEMORES SANADOS PARA EVANGELIZAR.
Es bien interesante que la liturgia nos dé la oportunidad de
reflexionar comparativamente la vocación y misión de
Isaías, Pedro y Pablo con su misma reacción de temor con
la irrupción de Dios en sus vidas en vistas a la misi￳n: “ᄀAy
de mí! que estoy perdido, porque soy un hombre de labios
impuros, que habito en medio de un pueblo de labios
impuros, y he visto con mis ojos al Rey y Señor de los
ejércitos” (primera lectura). “El Jesús docente sentado en la
barca de Pedro le dice: “Lleva la barca mar adentro y echen
sus redes para pescar; maestro hemos trabajado toda la
noche y no hemos pescado nada; pero confiado en tu
palabra echaré las redes. Así lo hizo y recogieron tantas
cantidades de peces que las redes se rompían; Al ver esto,
Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús y le pidió:
“Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador. Entonces
le dijo: No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
Luego llevaos las barcas a tierra y dejándolo todo, lo
siguieron” (Evangelio). “Se les apareci￳ a Pedro y luego a
los doce, después se apareció a más de quinientos
hermanos reunidos, la mayoría de los cuales vive ahora y
otros murieron. Más tarde se le apareció a Santiago y luego
a todos los apóstoles. Finalmente se me apareció también a
mí, que soy como un aborto”, “Por la gracia de Dios soy lo
que soy y su gracia no ha sido estéril en mí” (segunda
lectura). De un aborto Dios ha hecho un apóstol.
Los tres sienten que el Señor sana sus miedos para la
misi￳n: “Un serafín con la brasa tomada del altar me toc￳ la
boca diciéndome: Mira esto ha tocado tus labios, tú
iniquidad ha sido quitada y tus pecados han quedado
perdonados” (primera lectura), Pedro recibe, a su vez, una
palabra de ánimo: “No temas desde ahora serás pescador
de hombres” (evangelio) “He trabajado más que todos ellos,
los apóstoles, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios,
que está conmigo” (segunda lectura).
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El texto de Lucas coincide con Juan 21,1-14 en que durante
la noche no han pescado nada; y en la abundancia de la
 
pesca. Los dos dirigen un mensaje catequético a sus
respectivas comunidades de creyentes; y en ellas a todos
los que vivimos la fe en comunidad; para indicarnos lo que
significa en nuestra misión ser pescadores de hombres
confiando sólo en la palabra para echar las redes; y
haciendo señas a otros para que nos ayuden. Ocurrió que
con la solidaridad de las barcas se “llenaron tanto; hasta
casi hundirse”.
¿QUIÉN IRÁ DE PARTE MÍA?
Siempre que el Señor llama, hay que tener una gran
confianza, Isaías la vivió cuando escuchó la voz del Señor
que decía: “﾿A quién enviaré? ﾿Quién irá de parte mía? Yo
le respondí: “Aquí estoy Se￱or, envíame”. Pablo la sinti￳
como apóstol después de la revelación del Crucificado
Resucitado: “hermanos les recuerdo el evangelio que yo les
prediqué y que ustedes aceptaron y en el cual están
firmes”, Pedro en el lago de Tiberíades, “Confiado en tu
Palabra echaré las redes”. Todos responden a la pregunta
más importante y radical de la fe: ¿Qué quiere Dios de mí?
lo que cuenta es el reconocimiento del Señor, en su palabra
para cada situación. Las experiencias de estos personajes
bíblicos, Isaías, Pedro y Pablo sintetizan las nuestras como
experiencias de fe, buscando lo que Dios quiere de nosotros
desde nuestra debilidad. “Lleven las barcas mar adentro y
echen las redes en mi nombre para pescar, y cogieron tanta
cantidad de peces que las redes se rompían hasta necesitar
ayuda para no hundirse”.
La religión natural nos hace confundir porque toda la vida
nos ha enseñado a pedir para que Dios haga nuestra
voluntad; más que agradecerle y hacer nosotros la suya.
Mantener la fe, la acción de gracias, en medio de la noche
y remar mar adentro a nombre del Señor y en medio de
tantas dificultades, es el mejor servicio que puede y debe
seguir prestando la Iglesia, particularmente los laicos en
medio de una sociedad encerrada en su egoísmo,
relativismo, hedonismo y gnosticismo.
La palabra dada a Isaías, Pedro y Pablo está dada para que
retornen del encierro en sí mismos a ser profetas para los
 
demás; para redimir el pasado, vivir el presente con pasión
de un nuevo tiempo de misión; y abrirnos al futuro con la
esperanza de que Dios seguirá cumpliendo sus promesas.
ORACIÓN SÁLMICA.
“De todo coraz￳n te damos gracias Se￱or, porque
escuchaste nuestros ruegos. Señor te damos gracias por tu
lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos nos oíste
y nos llenaste de valor. Que todos los hijos de Dios te
reconozcan al escuchar tú prodigios. Que alaben tus
caminos, porque tu gloria es inmensa. Tu mano Señor nos
ponga a salvo; y así concluirás en nosotros tú obra. Señor
tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me
abandones” (Sal 137).
Padre Emilio Betancur Múnera