V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C
CONVENCER CON LA SORPRESA
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- Reconoceréis conmigo, mis queridos jóvenes lectores, que discutir y
discutir es un deporte con el que se divierten muchos, sin ganar ni perder,
hay que reconocerlo. Se justifica tal inclinación diciendo que se busca creer,
o de convencer a otros de que no hay que creer. Se cae fácilmente e el
engaño, se pierde el tiempo y se arrincona la pretendida fe a la buhardilla
de lo inservible.
2.- La descripción del profeta Isaías puede resultaros extraña, tal vez
estrambótica. Os recordaré que uno de los medios de curación de heridas
por mordiscos de animales infectados, de desinfección diríamos hoy, era la
cauterización. Someter la desgarradura a un tizón ardiendo o a un hierro
caliente al rojo vivo, era práctica brutal en aquel tiempo. A Louis Pasteur le
impresionó esta forma de tratar a los mordidos por un perro rabioso y puso
su empeño en mejorar el tratamiento, consiguiendo más tarde la vacuna.
Pero el sistema continuó usándose. Cauterizar significaba purificar.
3.- La escena se adorna con el cortejo de serafines, los más excelsos
“extraterrestres” habitantes del Cielo, según la mente hebrea. Solemne es
la visión, aterradora para Isaías, que se siente acobardado y tembloroso
espectador. Y lo curioso del caso es que a este hombre víctima de la
ansiedad, se le escoge para ser portador de un mensaje. No tiene capacidad
para conseguirlo. Dios no se lo reprocha. Dios mismo le proporciona
medios. Y él se fía. Tal vez cualquiera de nosotros se sienta igual un día en
que la presencia de Dios le resulte más notoria. Y teme. O se apoltrona
perezoso. Que cada uno se pregunte cuál es su actitud.
4.- He leído hace poco que los ingenieros israelíes han lanzado un satélite
preparado para descubrir los lugares donde las grandes conducciones de
agua sufren pérdidas. No sé cuántos metros cúbicos se escapan por grietas
o roturas de las conducciones. Y el agua no llega a los hogares donde
debiera llegar y se pierde por el camino. Algo semejante, trasportado al
terreno espiritual, ocurre con la Gracia. A veces la recibimos y la
absorbemos, inutilizándola. San Pablo se reconoce el último, no por
carencia de sabiduría, sino por haber sido el postrero de entre los apóstoles
que se comunicó con el Señor, amén de haber sido su perseguidor. El
acontecimiento camino de Damasco que derribó su cuerpo y abatió su
espíritu, lo tiene siempre presente. Por la Gracia recibida llegó a ser lo que
se reconoce es en el momento de dirigirse a los cristianos de Corinto, pero
esta Gracia no fue inútil. Siguiendo el símil: no fue un molesto e inservible
humedal, dirigió el caudal divino hacia otras personas a las que evangelizó.
¿Podemos afirmar nosotros lo mismo?
5.- Si nunca habéis pescado ni siquiera un pececito, mis queridos jóvenes
lectores, difícilmente comprenderéis la actitud de Pedro que nos relata el
evangelio de la misa del presente domingo. Yo sí me acuerdo muy bien que
un día a orillas del Arlanzón, que pasaba frente al instituto donde estudiaba,
un compañero de curso estaba pescando. Me intrigó lo que hacía y
conseguía. Le pedí utensilios y me dio un trozo de cordel fino, con un alfiler
curvado. También una lombriz, así eran aquellos tiempos que conseguir
sedal y anzuelo no estaba al alcance de cualquier chico. Al poco picó y
saqué una bermeja. No cabía de gozo.
6.- El oficio de leñador tiene su lógica, el de tejedor también. El labrador
tiene oficio. El pescador siempre tira la red o la caña al agua, esperando,
suponiendo, imaginando, que conseguirá pescar algún pez, siempre
arriesga. Pese a la profesionalidad del Apóstol, que no tenía el Maestro, le
hace caso, arriesga su prestigio y cala las redes. Sorprender un banco de
peces no es ningún milagro, pese a ello Pedro descubre la superioridad del
Señor.
7.- Digo y repito que cada vez creo menos en Dios. En Dios me siento
sumergido y arropado por su bondad., que me sorprende de continuo. Que
me ama a mí y yo le amo a Él. Esto no lo puedo demostrar, pero estoy
convencido. Capacidad de asombrarse es lo que les falta a muchos para ser
seguidores de Cristo. Ser calculador en las cosas del Reino es mala cosa.
Difícilmente el que pretende ser comerciante de apostolados en la Iglesia,
es capaz de proseguir sin segundas intenciones. Es en lo que podían caer
Pedro, Santiago y Juan, de aquí que lo abandonaran todo para seguirle. La
ambición, sea orgullo o envidia, son la carcoma que vicia a tantos que se
creen seguir al Maestro. Clérigos y seglares incluidos. De categoría en el
enjambre diocesano eclesiástico o de elevada condición social entre la
ciudadanía. No peligran tanto los simples soldados rasos o peones en
cualquier estamento cristiano.
Recordadlo siempre, mis queridos jóvenes lectores: Jesús no convenció a
Pedro, el Señor le asombró.