Miércoles de CENIZA: Mt 6, 1-6.16-18
Estamos en el miércoles de ceniza, que es el principio de la Cuaresma. En este
tiempo la Iglesia nos recuerda las palabras que san Pablo les decía a los corintios, hoy
en la 2ª lectura: “Ahora es el tiempo de gracia, el día de la salvaci￳n”. Es un tiempo
más propicio para acercarnos a Dios, comenzando por sentir más el arrepentimiento de
los pecados. La palabra “Cuaresma” proviene de cuarenta, recordando sobre todo el
tiempo de Jesús para prepararse a su predicación con ayuno y oración. Nosotros nos
debemos preparar para celebrar dignamente los misterios de la pasión, muerte y, sobre
todo, resurrección de Jesús. Es un camino espiritual que cada año debemos
emprender con mayor energía y gracia, un camino de acercamiento al Señor.
Comenzamos con este miércoles, que llamamos de ceniza, por el rito de imposición
de la ceniza sobre nuestras cabezas. Este rito ya figura en el Ant. Test. como signo de
penitencia. En la primitiva cristiandad se ponía sobre los penitentes en este tiempo y en
estos 40 días los catecúmenos se preparaban para el bautismo en la noche pascual.
Dos ideas principales quiere la Iglesia infundirnos con este rito, según las dos
fórmulas que se dicen en ese momento. Una es sobre la caducidad de las cosas
terrenas: Todo se acabará, somos como polvo y ceniza. Otra es para infundirnos el
deseo de empaparnos más de la Palabra de Dios, para que creyendo, tengamos más
vida en el Señor. El mensaje no es sólo de penitencia y arrepentimiento, sino que tiene
principalmente un aspecto positivo: Convertirnos para llenarnos del bien.
El miércoles de ceniza es como un tocar la trompeta: un aviso de parte de Dios. En
la primera lectura de este día se habla del profeta Joel que quería tocar la trompeta
para invitar a la conversión. Este profeta, que vivió en tiempos de calamidades, unos
400 años antes de Jesucristo, llama al pueblo de Israel a un tiempo de penitencia, para
convertirse de su mal. Pide que no sean sólo ritos externos, sino que sea una
conversi￳n interior del coraz￳n para hacer la voluntad de Dios. Y esto, porque Dios “es
compasivo y clemente, paciente y misericordioso”.
Esta actitud interior del corazón ante Dios es la que nos pide Jesús hoy en el
evangelio. Todo el “serm￳n de la monta￱a” es para indicarnos la actitud que debe tener
quien quiera ser discípulo de Jesús, en contraste con la actitud de los fariseos, que
atendían especialmente a las fórmulas externas, a aparentar más que a ser. Hoy nos
habla de tres actos religiosos que hacían los fariseos, la limosna, la oración y el ayuno.
Es una invitación para que también nosotros los hagamos en este tiempo de
Cuaresma; pero de una manera muy distinta y con un espíritu renovado.
No se trata de hacer un negocio con Dios y menos de adquirir aquí una gloria
terrena con estos actos. La oración es para unirnos más con Dios, la limosna para
pensar en el bien de los demás y el ayuno para mejor refrenar nuestras pasiones.
La oración era la particular que todo buen judío debía hacer tres veces al día. Si lo
hacen ostentosamente, s￳lo “para quedar bien”, no aprovecha. Por eso es mejor
hacerla donde nadie nos vea, si es posible, para que Dios, que todo lo ve, nos premie y
nos una más a Él. El ayuno y la limosna están bastante ligados, porque, si se ayuna,
debe ser para honrar a Dios y ser más dueños de nuestros instintos, pero sobre todo
para hacer más caridad y poder dar más limosnas. Estas deben ser lo más secretas
posibles, tanto que “la mano izquierda no sepa lo que hace la mano derecha”. Son
expresiones un poco extremas, al estilo oriental, para que se nos grabe mejor.
Todo esto no quiere decir que la Cuaresma tenga que ser triste, sino alegre porque
nos acercamos a Dios. Por eso dijo Jesús que al hacer el ayuno se debe “perfumar”. Es
una expresión de alegría, aunque la cosa es muy “seria”, porque estamos ante la
presencia de Dios que ve los actos externos y sobre todo las intenciones del corazón.
Recibamos la ceniza con humildad y con deseos de vivir mejor este “tiempo de gracia”.