MIÉRCOLES DE CENIZA - FEBRERO 10 DE 2016
MIERCOLES DE CENIZA. Retornar con…
El miércoles de ceniza nos resume todo lo que es esencial en la Cuaresma:
ayuno, limosna y oración en ambiente penitencial.
No podemos confundir la cuaresma con el miércoles de ceniza. Este es el inicio
de la Cuaresma; un tiempo de la conversión que se inicia con la imposición de
la ceniza.
El oriental esparcía ceniza sobre la cabeza y los vestidos en señal de duelo y
arrepentimiento por los pecados cometidos.
En el duelo el hombre toma conciencia de ser como ceniza, “como un ayer que
ya pas￳”
Abraham le dice a Dios:” Yo no soy más que polvo y ceniza” (Gn 18,27).
La ceniza es polvo, signo de algo que fue vida pero ya no es nada, imagen de
lo efímero y caduco.
La ceniza es el residuo de algo que ha pasado por el fuego.
Cuando a la ceniza se le mezcla agua adquiere la consistencia suficiente para
hacer en la frente el signo de la cruz, urgiéndonos a convertirnos y creer en el
Evangelio.
Muchos miércoles de ceniza han puesto ceniza y agua, en forma de cruz, sobre
nuestra frente; llevamos el sello de la ceniza en nuestra vida, el agua
bautismal no se ha perdido y nuestra precariedad no ha terminado.
Es cierto que por nuestro pecado, el agua se ha enturbiado y la ceniza se ha
vuelto fango, manchándonos no sólo a nosotros sino a los que caminan junto a
nosotros. Pero en cada miércoles de ceniza venimos a la Iglesia para decirle al
Se￱or con nuestra fragilidad a cuestas: “Se￱or tu sabes que te quiero”.
El miércoles de ceniza ponemos nuestra frente ante la mano misericordiosa de
la Iglesia para que vuelva a signarnos con la cruz hecha de ceniza y agua.
“PARA DIOS NADA HAY IMPOSIBLE”
La incorporación creciente al misterio de la Pascua de Cristo la expresa la
liturgia cuaresmal en una palabra: Conversión.
La palabra griega metanoia, significa cambio de mentalidad, la latina
conversión viene a indicar lo mismo: Vuelta, cambio de dirección en la vida,
empezando por la mentalidad que es la raíz de toda conducta.
En Cuaresma ponemos nuestro corazón de pecadores ante el corazón
misericordioso de Jesucristo para experimentar que para Dios nada hay
imposible.
Por eso en Cuaresma comprendemos que la santidad está en nosotros no
como fuente sino como fruto. La santidad es el proyecto de Dios sobre uno y
no el nuestro sobre Dios. Dios tiene la iniciativa y nosotros la cooperación.
 
Nada mejor que la Cuaresma para mirarnos en nuestra debilidad con la
misma misericordia y paciencia con que Dios nos mira.
La cuaresma, dice el misal de la Comunidad, es como un extenso
sacramento en el que la Iglesia hace pasar ante sí misma todo el misterio de
la vida humana. Mediante esta estructura pedagógica el creyente va
contemplando los grandes símbolos de la existencia confrontándose con el
mensaje de la palabra de Dios. Es un tiempo oportuno y favorable en el que
la Iglesia hace un alto en el camino para revisar, reflexionar, corregir,
enderezar.
La Cuaresma como el Adviento es una invitación a la conversión porque el
Señor se nos está acercando, está viniendo para celebrar la pascua con
nosotros. En la Cuaresma todos nuestros pecados y debilidades entran en
una esperanza pascual. La Cuaresma es el curso introductorio a la muerte y
resurrección de Jesús, La Pascua. La vida cristiana es una gran cuaresma para
una gran pascua. La Cuaresma es el retiro espiritual de la Iglesia que termina
en la noche pascual.
La fuerza pascual del bautismo la descubrió sobre todo Pablo; quien entendió
este sacramento como la mejor participación en el Misterio Pascual de Cristo:
Sumergidos en el agua para dar muerte al hombre viejo salimos del agua
resucitados a una nueva vida en Cristo Jesús.
Fray Luis de León describía muy bien las actitudes propias del cristiano que
nosotros las reconocemos de una manera particular en la cuaresma que
prepara hacia la Pascua: En Cuaresma, el hombre debe tener un corazón de
hijo para con Dios, un corazón de madre para con los demás y un corazón de
juez para consigo mismo”.
EL RETORNO ES POSIBLE.
En el contexto del acontecimiento personal del matrimonio del profeta, el
verbo “retornar” (sub) adquiere los signos de una experiencia espiritual. Bajo
dos aspectos Oseas canta el “retorno”.
Un retorno que rechaza Israel porque se pierde en otros caminos que no
comprometen su vida y arruinan su fidelidad.
Oseas celebra el retorno que se llama conversión porque es el retorno a amar
a Dios y al prójimo, como ocurrió con su mujer.
Todo el itinerario teológico de Oseas, profeta del S VIII a. C, se plantea a
partir de su vida matrimonial con Gomer Bat-Diblaim (cc1-3), símbolo de la
historia de Israel con Yahveh
Es el retorno nupcial para Oseas es el retorno de Israel a la relación primigenia
con Yahveh.
“Retornar” es el punto de partida para un inicio absolutamente nuevo; pero
indica también la traición como experiencia prohibida hacia el futuro.
La tragedia familiar de Oseas es el no retorno de su esposa Gomer a quien
espera ansiosamente. Pero esto es sólo un sueño porque Israel sigue vagando
 
en búsqueda de sus amantes que son los ídolos. “No retornan a Yahveh su
Dios y se obstinan en no buscarlo de nuevo”(Os 7, 10). Un retorno a otros
caminos, Oseas lo llama la Mesuba, (14, 5). Es el viaje espiritual a la muerte,
a la idolatría, la opresión, la violencia y la injusticia, la religiosidad. El retorno
a Dios debe ser auténtico, un compromiso moral y teol￳gico: “Sus obras no le
permiten volver a su Dios, pues un espíritu de prostitución hay dentro de ellos
y no conocen a Yahveh” (5, 4).
La referencia que Oseas hace a la agricultura está motivada por la apostasía
de Israel ligada a los cultos cananeos de la fertilidad: grano, vino, lana y lino
no son dones ofrecidos a Baal o a otros dioses del panteón cananeo y al
Creador del cielo y la tierra. “Retornaré para tomar mi trigo a su tiempo y mi
mosto a su estación, retiraré mi lana y mi lino que habían de cubrir su
desnudez” (2, 11).
El retorno judicial de Dios se puede manifestar, paradójicamente, a través de
su alejamiento. “Los has abandonado, dice Pablo, en la carta a los Romanos
(1, 24. 26. 28. ).
“Voy a volverme a mi lugar, hasta que hayan expiado y busquen mi rostro. En
su angustia me buscarán” (5, 15).
Si el Éxodo fue el gran signo de la presencia salvífica de Yahveh, su
alejamiento será para Israel un anti-éxodo: “Ahora, Yahveh, recordará sus
culpas y visitará sus pecados: ellos volverán a Egipto. Efraím volverá a Egipto
volverá al país de Egipto y Asur será el rey” (8, 13; 9, 3; 11, 5). Israel
retornará porque no ha querido retornar al Señor de la conversión.
Si se pierde la liberación dada por Dios se bloquea la esperanza. Se vislumbra
también el exilio en Babilonia.
Pero también “sub” se￱ala la conversi￳n, entendida, como la decisi￳n que
salva. A este retorno humano se referirá Jesús en la parábola del padre de
misericordia (Lc 15).
Oseas había también imaginado como su mujer, Israel, desilusionada de sus
amantes, los ídolos, podía volver a su esposo Yahveh: “Voy a volver a mi
primer marido que entonces me iba mejor que ahora” (2, 9).
Ante este retorno, Dios supera el rigor de su justicia. Esto está implícito en
Oseas e explícito en Jeremías (3, 1).
Dios supera la norma del Deuteronomio según la cual la mujer adúltera no
podía ser recibida en segundas nupcias (Dt 24, 1-4). ”Retornarán los
israelitas, buscarán a Yahveh su Dios y temerosos se volverán a Yahveh” (Os
3, 5).
El itinerario de la conversión tiene etapas: retornar-buscar-volverse.
Como el no-retorno conlleva a un anti-éxodo, la pérdida de la libertad y la
tierra; el retorno conlleva un volver a la tierra prometida en un ambiente de
felicidad y paz.
“Retorna Israel, a Yahveh tu Dios, retorna a Yahveh, retorna a tu Dios” (14, 2.
3; 12, 7).
 
“Volverán a sentarse a mi sombra harán crecer el trigo, florecerán como la vid,
su renombre será como el del vino del Líbano” (Os 14, 7).
El retorno-conversión se identifica casi totalmente con el retorno del exilio;
pero todo esto es obra de Dios.
A través del perdón y del amor simbólicamente expresados con el retiro de la
cólera de Dios; el retorno equivocado a los ídolos es sanado.
Nuestra lógica religiosa funciona como pecado-conversión-perdón. Oseas es
precursor del Nuevo Testamento porque invierte el orden: el perdón precede a
la conversión. Dios perdona antes que Israel se haya convertido. (Rm 5, 8) (1
Jn 4, 10).
Esto no significa que la conversión no sea necesaria, sino que se realiza como
respuesta al amor de Dios y no como condición previa del perdón.
EL PRÓJIMO UN CAMINO DE RETORNO.
Al retorno y amor de Dios de Oseas le faltaba prójimo. El hombre tiene por el
pecado una incapacidad radical de amar, significaba en Gomer.
Sólo por el amor y con el amor de Dios puesto por el Espíritu en nuestros
corazones podemos amar al hermano con el mismo amor de Dios.
La pregunta que se le hace a Jesús acerca de cuál es el principal mandamiento
de la ley, se justifica debido a que entre 613 preceptos era imposible conocer
el más importante, cuál era el que debía orientar la vida y del que se podían
colegir los demás.
Los judíos buscaban un mandamiento que integrara el corazón, el alma y la
mente como la estructura más profunda del hombre.
Quizás lo más genial de Jesús con respecto al amor es que partiendo del A.
Testamento el amor al prójimo (Lv 19,18) lo coloca a la par con el
mandamiento del amor a Dios (Dt 6,5). Es decir une dos amores que estaban
separados. Son ambos mandamientos los que adquieren un valor
fundamental: De él dependen toda la ley y los profetas siendo la síntesis de la
exigencia hecha por Dios al hombre. Merecen ambos mandamientos una
misma confianza, atención y observancia por parte del hombre.
Si el segundo mandamiento es semejante al primero no es porque el amor al
prójimo sea de segundo orden en relación con el amor a Dios sino que su
exigencia y radicalidad es semejante al primero. El prójimo se relaciona con
Dios como el agua con su fuente. Son dos mandamientos inseparables pero no
intercambiables.
Se trata de dedicar al prójimo el mismo cuidado y amor que se le da a Dios.
Esa relación de Dios y el hombre, ley, profetas y evangelio se sintetizan en
Jesús. En Jesucristo el amor a Dios y al prójimo son dos aspectos inseparables
del mismo amor. Amar como Jesucristo ama a Dios y al hombre, es lo que
requiere todo el corazón, toda el alma y todo el ser.
En esta dimensión es comprensible que cuando a un cristiano se le pregunta
por los fundamental, diga que es el Amor.
 
La cima del amor tiene dos vertientes en la que cada una se convierte en test
de la otra.
Podemos amar a Dios por el sólo hecho de que Él nos ha amado primero; y
podemos amar a nuestro prójimo en el sentido cristiano por haber sido ellos
amados primero por Dios. Tanto el prójimo como yo somos hombres por
quienes Jesús murió.
Amar a Dios con todo el corazón y sobre todas las cosas protege nuestro amor
natural de su tentación a absolutizarse y a reemplazar a Dios. El amor
comienza a ser un dolor de cabeza desde el momento en que se nos convierte
en Dios; pues no todo amor es Dios.
Que os améis como yo os he amado es el cambio radical del amarás a tu
prójimo como a ti mismo; la novedad del mandamiento nuevo es Jesús pues el
punto de referencia de nuestro amor al prójimo ya no está en nosotros sino en
El. “Como el Padre me am￳ os he amado yo”. El hombre es amor por vía de
semejanza.
Todo el Nuevo Testamento es la interpretación del “como a ti mismo” porque
nos presenta la manera como Jesús ha amado al prójimo.
“A tu pr￳jimo como a ti mismo” se refiere a la clase de amor que los
cristianos deben dar a los demás; reflejado pedagógicamente ,según Lucas, en
la parábola del Buen Samaritano.
Pregúntese alguien cuanto se ama así mismo y esto le dará una idea de
cuánto debe amar al prójimo. Alguien desea su propio bienestar como otra
persona desea el propio. Amar al prójimo es como queremos amarnos a
nosotros mismos.
La manera como nos consideramos a nosotros mismos determina la forma
como debemos amar a los hermanos.
El argumento pedagógico de la solidaridad consiste en imaginarse a uno
mismo en la situaci￳n del hermano.”
Un rabino sostenía que eran tres cosas las que sostenían al mundo: la torah,
el culto y las obras de solidaridad.
Todos los rabinos estaban de acuerdo en poner en el primer puesto el amor a
Dios; la mayoría veían en el amor al prójimo una síntesis de la vida moral.
No hay que confundir los efectos del amor con el amor mismo.
Antes de la beneficencia viene la benevolencia; antes de hacer el bien viene el
querer el bien.
Muchas de las cosas que hacemos no son por amor si no por remordimiento.
Se puede faltar a la caridad haciendo caridad. San Pablo dice: “La caridad es
paciente, es amable, la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se
engríe…” Nada en el texto habla de las obras externas de caridad o
misericordia; todo se refiere a las disposiciones interiores en las relaciones con
 
el prójimo. Incluso repartir los bienes no vale nada sin caridad.
San Agustín dijo algo que puede ser mal interpretado sobre todo hoy con
libertades incorrectas en relaci￳n al amor: “Ama y haz lo que quieras”. Si
hablas, habla con amor, sin callas, hazlo con amor, si corriges, corrige con
amor. Si en el coraz￳n hay amor cualquier cosa que se haga será justa.” “La
caridad no hace mal al pr￳jimo”, decía San Pablo (Rm 13,10). Y San Juan:
“Hijitos míos, hermanos, amémonos los unos a los oros porque el amor es de
Dios y si ponemos en práctica este precepto habremos puesto en práctica todo
el evangelio”.
LIMOSNA EQUIVALE A JUSTICIA. (Mt 6, 2-4).
Jesús traza la distinción entre su fe y la religión corriente. La última estaba
orientada hacia el orgullo del hombre, mientras que su fe estaba orientada
hacia Dios en gratitud y humildad. Este contraste lo ilumina con tres ejemplos:
La limosna, la oración y el ayuno. Para los fariseos la limosna es tan
importante que equivale a justicia.
La palabra hipócrita significaba originalmente actor y la trompeta tiene una
significación figurada; aunque las utilizaban para llamar a la comunidad al
ayuno en tiempos de sequía.
Los estoicos daban limosna en secreto para su propia satisfacción; en el
templo de Jerusalén había un “tesoro en silencio” donde se daban los regalos
para los niños pobres.
“tendrán su premio” significa un cobro pagado completamente.
Para descubrir el sentido de la limosna cristiana basta pensar en el amor de
Dios en nuestra vida y entender así nuestra manera de amar al hermano
imagen de Dios
La limosna es sinónimo de misericordia. De caridad gratuita, de auto donación
y auténtica solidaridad.
Es entrega y servicio personal. En la limosna debe estar significado nuestro
corazón solidario más que nuestros sobrantes.
La limosna no se puede reducir sólo a dinero o cosas de segunda, desperdicios
de la opulencia; las limosna primordial es el tiempo: tiempo a los más pobres
para escucharlos, para acompañarlos, para estar más junto a ellos; más
tiempo para las obras de misericordia sin que sepa tu mano izquierda lo que
hace tu derecha.
Una característica sobresaliente de esta experiencia de la solidaridad por
medio del compartir de la limosna es el anonimato y el silencio: "Que tu
limosna quede en lo secreto" (Mt6, 4). Dios conoce y vive en la profundidad
de nuestro corazón, y es ahí donde nos jugamos la relación con Él.
El lugar de encuentro con Dios es el silencio de quien cree que Dios está en lo
escondido. Y lo escondido más que un gesto de humildad es un acto de verdad
 
y de respeto para consigo mismo y con el otro. Esto no lo entiende el hombre
material, el que está animado sólo por la publicidad, el que sólo busca
resultados.
LA ORACIÓN.
La oración sobre todo de la Eucaristía está en el centro de la cuaresma. La
Eucaristía es a la vez sacramento de la pascua y sacramento de nuestra vida
de conversión y entrega. Las Eucaristías de cuaresma aceleran en nosotros el
proceso de conversión al Jesucristo muerto y resucitado. La oración nos obliga
a centrarnos en Dios y en los demás, y a olvidarnos si somos o no santos de
acuerdo a nuestros criterios. Quien no tiene secreto con alguien no ha llegado
a lo más profundo en la relación personal. Toda conversión parte del secreto
de dos intimidades. La oración hay que vivirla como afectiva capacidad de ser
afectado por el Dios viviente. El misterio de la oración en cuaresma consiste
en aprender a relacionarse con alguien a quien no se ve, pero que se necesita.
EL AYUNO.
Si uno se priva de algún alimento pero no de su rencor, se ha quedado en la
superficie del ayuno. Si sacamos dinero del bolsillo para dar una limosna, pero
no abandonamos la suficiencia y la mentira, nos hemos quedado en lo material
del ayuno. El privarse de algo es signo de nuestra vuelta a lo esencial en la
vida. El ayuno subraya una relatividad de las criaturas absolutizando sólo a
Dios.
Quizás hoy el mayor obstáculo a una experiencia cristiana de la cuaresma no
son tanto los alimentos cuanto las imágenes, la murmuración y habladuría.
Una discreta renuncia a algunos espectáculos, ciertos videos, lecturas o
programas de televisión; el no estar siempre hablando y enjuiciando, pueden
ser todavía más útiles que los sacrificios de comida, licor o cigarrillo. Un ayuno
adecuado puede recordarnos oportunamente la relatividad de la vida de los
sentidos y la preeminencia en los valores del espíritu.
En el ayuno más que domar el cuerpo se trata de liberar el corazón.
El ayuno es un medio para poder entrar en diálogo con Dios, sin el estorbo de
las cosas ni el apego a ellas.
Todo aquello a lo que uno muere por el ayuno anuncia ya la realidad de algo
nuevo.
Ayunar para guardar es pura avaricia; el ayuno que Dios quiere es: Abrir las
prisiones injustas... partir tu pan con el hambriento. Y no cerrarte a tu propia
carne” (Is 58).
Padre Emilio Betancur Múnera