Primer domingo Cuaresma/C
Lc 4, 1-13: “Fue tentado por el diablo”
La Cuaresma del año 2016 está enmarcada en el año de la misericordia. Bien sabemos que
Dios es Misericordia y lo ha demostrado a lo largo de los siglos. Pero también sabemos que
la misericordia presupone que nosotros nos reconozcamos pecadores, nos acerquemos a
Dios, le pidamos perdón sinceramente y nos propongamos la enmienda de vida. Dios
concede misericordia generosamente y sin límites a quien está arrepentido.
Hemos escuchado que luego de ser bautizado por Juan en las aguas del Jordán, el Señor fue
llevado al desierto por el Espíritu Santo. Allí permanecería cuarenta días en soledad, oración
y estricto ayuno. De este modo quiso el Señor prepararse para dar inicio a su vida pública,
para anunciar el Evangelio a todos los hombres, para fundar Su Iglesia y llevar a cabo la
reconciliación de la humanidad mediante su muerte en cruz y resurrección.
El pasaje evangélico de este Domingo nos recuerda que tenemos un enemigo invisible,
espiritual, que busca apartarnos de Dios, que por envidia busca destruir la obra de Dios que
somos cada uno de nosotros. El Papa Pablo VI decía al respecto que “el mal que existe en el
mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente
oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo,
espiritual, pervertido y pervertidor”.
Ante esta realidad, el mayor triunfo del demonio es hacernos pensar que no existe . Quien en
la vida cotidiana olvida o desprecia esta presencia activa y actuante, se parece a un soldado
que en medio de la batalla “se olvida” que tiene un enemigo: rápidamente será aniquilado.
Por ello San Pedro nos invita a estar alertas, pues “su adversario, el Diablo, ronda como león
rugiente , buscando a quién devorar” ( 1Pe 5,8-9). El olvido, la inconsciencia, el no creer en la
existencia del demonio y su acción en nuestras vidas lleva a bajar la guardia en la lucha.
Quien se descuida, será sorprendido como lo es el velador que en su puesto de vigilancia se
queda dormido y no advierte la llegada del ladrón que sigiloso se acerca para tomar por
asalto la ciudad.
Como lo intentó con el Señor Jesús, el Diablo busca apartarnos también a nosotros de Dios y
de nuestra felicidad. Para ello utiliza la tentación, que es una sugerencia a obrar de un modo
contrario a lo que Dios enseña. Sólo puede sugerir, nunca podrá obligarnos, o mover nuestra
voluntad en contra de nuestra libertad.
Para lograr convencernos de obrar el mal, el Demonio miente y engaña (ver Jn 8,44). Nunca
te va a presentar el mal objetivo como algo que es malo para ti, nunca te va a decir: “esto que
te propongo te va a hacer daño, te va a hacer infeliz, te va a llevar a tu ruina”. ¡Todo lo
contrario! Te presentará como muy bueno para ti, como algo “excelente para lograr
sabiduría” (Cfr. Gén 3,6), como algo que te traerá la felicidad, lo que objetivamente es un mal
y te llevará a la muerte espiritual (Cfr. Gén 3,3). El Demonio es muy astuto, tiene la habilidad
de envolvernos en la confusión y engañarnos de tal manera que terminamos viendo en un
poco de agua sucia y envenenada el agua más pura del mundo.
Para que su tentación tenga acogida busca hacerte desconfiar de Dios y de la bondad de su
Plan para contigo, pues mientras te aferres a la palabra y consejo divino tal como lo hizo el
Señor Jesús en el desierto, no podrá vencerte. ¡Cuántas veces el Demonio te sugiere que
Dios en realidad no quiere tu bien (Cfr. Gén 3,2-5), que es un egoísta, que no te escucha, que
seguir su Plan es renunciar a tu propia felicidad, condenarte a una vida oscura, triste e
infeliz! Y una vez que siembra en ti esa desconfianza en Dios y en sus amorosos designios
para contigo, él mismo se presenta como aquel que es digno de ser creído, y su tentación
como “la verdad” que conduce a tu felicidad, a tu realización, a tu vida plena: “¡serás como
dios!”
Conscientes de la existencia y acción del Demonio en nuestras vidas lo primero que
debemos hacer es estar vigilantes, alertas, atentos, para no dejarnos sorprender por el
enemigo, por sus seducciones disfrazadas de miles de formas bellas para atrapar a los
incautos. Como dice San Pablo, Satanás incluso se disfraza de “ángel de la luz” ( 2Cor 11,2).
San Agustín nos enseña que “Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no
puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación
y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha
vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de
tentaciones… ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció la tentación?
Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también a ti mismo victorioso en él.
Hubiera podido impedir la acción tentadora del diablo; pero entonces tú, que estás sujeto a la
tentación, no hubieras aprendido de Él a vencerla”.
¿Qué tentaciones experimento durante mi camino por el desierto de la vida: sensualidad y
lujuria, ambición y avaricia, vanidad y soberbia, pereza y dejadez? ¿Cuáles son las armas
que llevo conmigo para ganar la batalla del enemigo: oración, ayuno, sacrificios, vigilancia, el
santo rosario, la cruz de Cristo?
Invoquemos la ayuda maternal de María santísima para el camino cuaresmal que acaba de
comenzar, a fin de que abunde en frutos de conversión.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)